En el Mes de la Patria, reflexionemos sobre nuestra Historia

José Tomás Hargous Fuentes | Sección: Arte y Cultura, Historia

Esta semana concluimos un nuevo Mes de la Patria. Como señalé en mi última columna, septiembre es un gran momento para reflexionar sobre nuestra Historia, tomando conciencia de los momentos de continuidad y de cambio en el devenir histórico de Chile, y cuáles lo han llevado por buen o mal camino. El Mes de la Patria, justamente, ofrece en su haber ejemplos de tradición y ruptura, de éxito y fracaso, en cómo las distintas generaciones han ido construyendo nuestro país. El mismo 18 de septiembre representa dicha hibridez de nuestra Historia Patria. Por un lado, la misma Junta presidida por Mateo de Toro y Zambrano como hito histórico es ambiguo, y no hay consenso en la historiografía de si es el último momento de fidelidad al rey o el inicio de la independencia. 

El proceso emancipador (1810-1818), por su parte, al mismo tiempo que representa una revolución inspirada en los principios ilustrados franceses y el punto de partida de la organización republicana de Chile, también puede considerarse una transición desde el dominio español al autogobierno. Así, se mantendrán muchos de los principios que daban forma al orden social pre 1810, como la primacía de la religión católica en la vida social –por casi cien años por medio del Patronato regio–, el rol de la aristocracia castellano vasca en la estructura social, la hacienda como centro de gravedad del campo hasta los años sesenta o la permanencia de instituciones como la Presidencia, la Universidad o el Ejército.

Justamente, la Presidencia, la aristocracia y la Iglesia, así como la obediencia del pueblo, serían los pilares de la República Conservadora (1830-1851/61), que articularían Diego Portales y Andrés Bello para dotar al país de un Estado en forma. Todos esos cuatro elementos son propios del “Antiguo Régimen” americano y dieron forma a los primeros cien años de vida emancipada. Sin embargo, también vertebraron un régimen basado en el imperio de la ley, la separación de poderes, el sufragio como criterio de elección de autoridades, el estado unitario y una codificación racionalista del derecho, rompiendo así con la tradición hispánica, basada en la primacía del cabildo, la división de funciones del monarca en diversas instituciones, el rol del pueblo organizado por funciones y no sólo por territorio, o el derecho basado en la costumbre.

Otro momento importante que recordamos en este mes que termina es el 11 de septiembre. Prácticamente todas las efemérides recordadas dicho día representan el afán revolucionario y de ruptura con la tradición. Cronológicamente, representa el rechazo araucano a la fundación de Santiago, capital del Reyno de Chile, por parte de su cabildo –el mismo que convocaría la “Junta Provisional Gubernativa del Reino” (1541), el afán revolucionario castrense y, paradójicamente, el anhelo de orden y de restauración (1924 y 1973). En el caso del último y más conocido “Once”, encarna de forma notable tanto la continuidad como el cambio. Por un lado, la intervención de las Fuerzas Armadas y el Cuerpo de Carabineros (FFAA) se haría en nombre de la defensa del orden jurídico quebrantado por el proyecto revolucionario de la Unidad Popular (UP), con el objetivo de restaurar la juridicidad del orden político. Y por otro, fue una de las revoluciones más efectivas del siglo XX, la última de las “planificaciones globales” de las que hablaba Mario Góngora, y le cambió la cara al país con una institucionalidad político-económica y una articulación de la sociedad civil que pondría al país a la cabeza del continente.

En medio del proceso constitucional que estamos prestos a concluir a fines de año, bien podemos hacer en reflexionar sobre nuestra Historia, para comprender cuál es nuestra Constitución histórica, qué elementos la caracterizan, cuándo hemos intentado ir contra ella y cuándo enmendamos el camino. Los hitos que conmemoramos en el mes de septiembre, tanto el “Once” como el “Dieciocho” –Fundación y Desastre de Santiago (1541), el tiempo de los caudillos Alessandri e Ibáñez (1920-1931 y 1932-1938), la Unidad Popular (UP) y el Régimen Militar (1970-1990), la Primera Junta de Gobierno y el proceso emancipador– nos dan varias luces al respecto, y bien nos hace recordarlos.