Es necesario resistir ante los intentos de excluir la religión de la vida pública. Un par de libros de reciente publicación reflejan la presión cada vez mayor para rechazar cualquier papel de la fe en la vida pública.
La naturaleza humana necesita espiritualidad y la busca. Gramsci, para combatir a la Iglesia Católica, que junto a la familia son los dos grandes enemigos para lograr la hegemonía del materialismo histórico, la estudió profundamente.
Llegará un momento –muy luego– en que simplemente no nos entenderemos o no nos inmiscuiremos, porque entender e inmiscuirse significarán lo mismo, es decir, no significarán nada.
Son los que son y obran de modo racional, coherente; saben distinguir lo verdadero de lo falso, lo bueno de lo malo. Procuran hacer el bien y evitar el mal sin excepciones.
Son muy pocos los que descubren en Gaudí a un hombre de Dios, cuya comunión con el Padre se refleja precisamente en su arte y en su técnica.
Sobrevivir intelectualmente en el siglo XXI se ha convertido en todo un desafío. Para afrontarlo, el autor, uno de los escritores españoles más leídos, ofrece un consejo: leer la obra del padre Castellani.
Es la persistente ideología maltusiana, una ideología discriminatoria, eugenista, segregacionista, cuyo centro podríamos expresarlo diciendo: “los ricos del hemisferio norte necesitamos controlar el crecimiento de la población de los países del sur”.
En tantos milenios de vida sobre la tierra, el hombre se ha hecho a casi todo… Pero a una cosa no se ha hecho nunca: a la injusticia. Sigue sintiéndola como intolerable.
Es una extraña paradoja el que en un mundo en el cual el avance de las comunicaciones es abrumador, la indiferencia sea uno de los mayores males que aqueja a la sociedad.
Un análisis riguroso de las características de nuestra inteligencia y de nuestra libertad, de sus maneras de actuar y de los resultados que alcanza, puede mostrar los problemas que implica su reducción al cerebro.
