Es necesario resistir ante los intentos de excluir la religión de la vida pública. Un par de libros de reciente publicación reflejan la presión cada vez mayor para rechazar cualquier papel de la fe en la vida pública.
La naturaleza humana necesita espiritualidad y la busca. Gramsci, para combatir a la Iglesia Católica, que junto a la familia son los dos grandes enemigos para lograr la hegemonía del materialismo histórico, la estudió profundamente.
Son muy pocos los que descubren en Gaudí a un hombre de Dios, cuya comunión con el Padre se refleja precisamente en su arte y en su técnica.
Es claro que una cosa no va sin la otra, la protección de la vida naciente y la preocupación por la justicia social, pues la vida humana ha de ser protegida en toda su amplitud.
Sobrevivir intelectualmente en el siglo XXI se ha convertido en todo un desafío. Para afrontarlo, el autor, uno de los escritores españoles más leídos, ofrece un consejo: leer la obra del padre Castellani.
En tantos milenios de vida sobre la tierra, el hombre se ha hecho a casi todo… Pero a una cosa no se ha hecho nunca: a la injusticia. Sigue sintiéndola como intolerable.
Hablar de “derecho al aborto”, o de “derecho a la muerte”, no sólo no tiene la menor justificación, sino que es un contrasentido y “un ataque a la razón”.
El hecho de que las parejas que no pueden tener hijos recurran cada vez más frecuentemente a los servicios de madres de alquiler ha generado un mercado de intereses con dramas inesperados.
Ha sido el candidato más radical en la historia norteamericana con respecto al aborto y a otras cuestiones morales, pero ha sabido ganarse el favor de muchas personas en las antípodas de esos postulados.
Para el ideólogo, la realidad no cuenta nada. Por eso quiere encontrar en las figuras públicas una pureza y continuidad rectilínea de principios, desde la cuna hasta el sepulcro, que no se da nunca.
