Hablar de “derecho al aborto”, o de “derecho a la muerte”, no sólo no tiene la menor justificación, sino que es un contrasentido y “un ataque a la razón”.
Los miembros del gobierno parecieran no poder dar el tono en los asuntos relacionados con la educación de niños y jóvenes, simplemente porque no ven el problema. Y no lo ven, aparentemente, porque miran alrededor de ellos para encontrarlo cuando tendrían que mirarse a sí mismos.
Ha sido el candidato más radical en la historia norteamericana con respecto al aborto y a otras cuestiones morales, pero ha sabido ganarse el favor de muchas personas en las antípodas de esos postulados.
Hay quienes dicen que la bandera de la autonomía y de la despolitización ya ha pasado de moda. No es así. Vemos que la amenaza partidista en organizaciones estudiantiles está más vigente que nunca.
La pregunta de qué puede hacerse para controlar los abusos periodísticos suele ser considerada peligrosa, pues hablar de “control” de la información nos hace pensar en sistemas autocráticos que ahogan la libertad de expresión.
Una verdadera paz sólo es posible por el perdón… El perdón parece signo de debilidad y derrotismo, mientras que la violencia parece vencedora. En realidad, sucede lo contrario.
Se equivoca quien ve en la democracia un fin en sí misma, y más aún quien cree que la verdad y el bien quedan al arbitrio de la mayoría.
El letargo en la generación de ideas, la falta de carácter y voluntad para implementarlas son grandes escollos que debe superar nuestro país.
Es responsabilidad de cada cual estar bien informado para no cruzar esa, a veces, delgada línea roja que existe entre votar por alguien en razón de mal menor y votar cooperando con el mal.
Sin pasado y sin futuro, sin un proyecto biográfico y personal coherente que hunda sus raíces en el pasado y tenga su meta puesta en el futuro, la identidad personal forzosamente tendrá que volatilizarse, al consistir en apenas la identidad de ese concreto instante.
