La suerte está echada

Juan Pablo Zúñiga | Sección: Política

En enero del año 49 AC, previo al cruce del río Rubicón por parte de Julio César junto a la Legio XIII Gemina, fue proferida la célebre frase Alea iacta est (la suerte está echada). Dicho esto, con la entrada en los dominios de la “ciudad de las 7 colinas” munido del armamento de rigor de la legión, se ponía fin al pacto implícito de no entrar armado a Roma, marcando así el fin del SPQR, Senatus Populesque Romanus, la República de Roma, ya socavada por la guerra civil. El propio Julio Cesar señaló: “La república es nada, un mero nombre sin cuerpo ni forma” (Suetonius, “Lives of the Caesars”). Volviendo de Los Apeninos a Los Andes, enclave de nuestra tierra, ¿está echada la suerte de la República de Chile?

Es evidente el desprestigio de la clase política, pero principalmente el del poder ejecutivo. Hemos visto cómo este se ha sometido a los deseos del legislativo e inclusive a organizaciones gremiales como el Colegio Médico de Chile, que nada tiene que ver con la estructura de la República. En la tozudez obsecuente del gobierno de hacer cumplir el programa de la oposición desde el Congreso Nacional y, en no pocas ocasiones, no honrar su compromiso de velar por el cumplimiento de la constitución, ha contribuido a la desestabilización del país. Tal vez más peligroso que ello ha sido el constante debilitamiento de la estructura tripartita del poder, sentando el precedente para un eventual nuevo parlamentarismo, lo que en sí mismo sería un problema catastrófico, considerando la calidad moral e intelectual del Congreso Nacional vigente, fruto de la eliminación del tan vilipendiado sistema binominal que le dio cabida al PC. Así como en los tiempos de César surgió una nueva estructura de gobierno, el Imperio Romano, a partir de un conflicto civil que puso fin a la república, así -sin ir muy lejos-, el parlamentarismo chileno de 1891-1920 comenzó justamente con la Guerra Civil de 1891 (Enero-Agosto 1891). Debemos entonces estar atentos para no llegar a tales circunstancias.

A un mes de las elecciones de Convencionales Constituyentes, y considerando el debilitamiento no sólo del presidente, sino de la figura presidencial, tenemos frente a nosotros un mes crucial, de horas decisivas, en donde se juega la hoja de ruta, la estructura y el papel que ha de tener el estado de aquí en adelante. Es indudable que en el universo de candidatos existe una amplia gama de personajes que carecen de la preparación mínima para construir un texto constitucional; sin más que un par de ideas al voleo y un discurso cáustico y puramente emocional, sienten que tienen las condiciones para ser convencionales. Con el sabor a legitimidad que se le dio a este proceso a través del plebiscito de octubre 2020, no pocos de estos personajes tienen su séquito de seguidores dispuestos a confiarles el futuro de Chile. Por ello, la presencia de un piso mínimo de convencionales de nuestro sector es de vital importancia, de manera que sea posible encausar el proceso basado en la racionalidad, la cordura y el bien de Chile, plasmando en la nueva carta magna principios gremialistas y republicanos (véase columna de José Tomás Hargous para Viva-Chile).

En este mes que tenemos por delante, en que debemos prestar atención al juego sucio de nuestros adversarios, debemos estar conscientes de que cabe la posibilidad que sean electos una serie de candidatos de extrema izquierda que son peligrosísimos para el país. No necesito recordarle al lector quiénes son estos personajes, pero sí señalarle que su peligrosidad se da en sus ideas y, principalmente, en su forma. Recordemos que este proceso ya lo tenían organizado de ante mano, de manera que tienen una serie de candidatos que, de ganar, serán quienes con sus gritos, irracionalidad, insolencias, fantasías, clichés y atropellos que les son muy propios, desempeñarán la función de obstaculizar el proceso constitucional haciendo prevalecer el discurso de los ideólogos del “otro modelo”. Aunque travestido de modernidad y nuevos tiempos e inundado de derechos sociales absolutamente impracticables (véase el caso de países vecinos que se embreñaron en ese camino de perdición), el fondo de ese discurso no es otra cosa más que socialismo puro y duro.

Siendo así, la presencia de nuestro sector ES la herramienta que le queda a nuestra nación en este proceso constituyente en la defensa de la República tal y como la conocemos. Es imprescindible la elección de candidatos del Partido Republicano, por ser el único partido de la derecha chilena puramente conservador, que sabrá justamente defender y conservar los principios de la República. La presencia de nuestro sector, cuya fortaleza se basa en la unión en pro del bien común que visa hoy detener la avalancha revolucionaria (véase columna de Carlos Casanova para Viva-Chile), que respalde un sub-grupo selecto de convencionales con capacidades intelectuales notables en derecho, así como otros con capacidad de oratoria y debate suficiente para hacer contrapeso a la izquierda, es la fórmula para garantizar la elaboración del nuevo texto constitucional. Por lo tanto, aún queda camino por recorrer hasta el cruce criollo del Rubicón y determinar si la suerte de la República de Chile está echada.