Es la persistente ideología maltusiana, una ideología discriminatoria, eugenista, segregacionista, cuyo centro podríamos expresarlo diciendo: “los ricos del hemisferio norte necesitamos controlar el crecimiento de la población de los países del sur”.
Es una extraña paradoja el que en un mundo en el cual el avance de las comunicaciones es abrumador, la indiferencia sea uno de los mayores males que aqueja a la sociedad.
Un análisis riguroso de las características de nuestra inteligencia y de nuestra libertad, de sus maneras de actuar y de los resultados que alcanza, puede mostrar los problemas que implica su reducción al cerebro.
Se ha luchado en la educación y en la historia, se ha combatido en la economía y en la moral, se han enfrentado posiciones en la familia y en el derecho; y en casi todo lo demás.
Para el ideólogo, la realidad no cuenta nada. Por eso quiere encontrar en las figuras públicas una pureza y continuidad rectilínea de principios, desde la cuna hasta el sepulcro, que no se da nunca.
Hay quienes dicen que la bandera de la autonomía y de la despolitización ya ha pasado de moda. No es así. Vemos que la amenaza partidista en organizaciones estudiantiles está más vigente que nunca.
Entrevista a Brian Burch, quien explica por qué la mayoría de los católicos votaron por el candidato demócrata Barack Obama, que apoya abiertamente el derecho a abortar.
La pregunta de qué puede hacerse para controlar los abusos periodísticos suele ser considerada peligrosa, pues hablar de “control” de la información nos hace pensar en sistemas autocráticos que ahogan la libertad de expresión.
Representa la reintegración y reconstrucción de la Alemania más pobre… se le “devuelve” a sus habitantes parte de la memoria, o mejor dicho, es un intento por querer olvidar lo sucedido.
Las tierras conocidas no bastan a los hombres; siempre se proyectan los anhelos de fantasía y de aventura o las ilusiones de felicidad en territorios lejanos, misteriosos, iluminados por soles remotos y poblados de prodigios.
