Jaime Guzmán, ¿moderado?
José Tomás Hargous Fuentes | Sección: Arte y Cultura, Historia, Política
Este sábado se cumplió un nuevo aniversario del natalicio de Jaime Guzmán Errázuriz (1946-1991), uno de los políticos de derecha más importantes de la segunda mitad del siglo XX, e inspirador de uno de los movimientos estudiantiles más relevantes del país –el gremialismo–. Hoy hay dos partidos políticos que se disputan el legado guzmaniano –la UDI y el Partido Republicano– y, en consecuencia, dos candidatos –Evelyn Matthei y José Antonio Kast–.
En esta tribuna nos hemos referido en diversas ocasiones a cómo la UDI ha desdibujado completamente el ideario de Jaime Guzmán. Una de las más recientes fue con motivo del aniversario de su asesinato, donde expusimos cómo en estos más de 30 años de la UDI “sin Jaime” sus discípulos “han claudicado prácticamente todas las banderas de lucha del gremialismo”.
Como guinda de la torta, nos encontramos con un video en redes sociales donde la fundación cuya misión es mantener vivo su legado, con un descaro inaudito deforma su visión política. En pocos minutos sacan de contexto una de sus afirmaciones para justificar su apoyo a la candidata Matthei, como ya lo habían hecho al dedicarle prácticamente la mitad del último número de la revista Realidad.
Como Jack el Destripador, vamos por partes. Comencemos por aclarar que en política podemos ir por el candidato que consideremos más adecuado, luego de un discernimiento prudencial y, en consecuencia, en la Fundación Jaime Guzmán (FJG) tienen todo el derecho de apoyar a Evelyn Matthei de forma institucional, como lo hacen también IdeaPaís (IP) u Horizontal.
El problema es que justifiquen su decisión citando a un político que lo más probable es que no habría tomado esa decisión de estar vivo hoy. No sólo Evelyn Matthei no sigue casi ningún principio que Guzmán defendiera durante su corta pero fructífera vida política, como hemos mostrado en esta tribuna. De hecho, ella entró a la UDI luego de ser expulsada de Renovación Nacional (RN) y en los últimos años ha sostenido su cercanía con Evópoli e incluso con ideas de izquierda.
Luego de este largo exordio vamos al meollo del asunto. Es cierto que en “El camino político” (Realidad N°1, 1979, 14) Jaime Guzmán dice, como sostienen en el video, que “ni uno ni otro extremo cree en la democracia”. Pero una breve lectura de los párrafos donde Guzmán dice esa frase es suficiente para concluir que la situación a la que aduce no tiene ningún paralelo posible con el contexto actual. Porque los dos “extremo[s]” a los que aduce son “el marxismo totalitario” y “algunos partidarios del Gobierno” militar que proponían el “‘Estado militar’ que perpetuara en las Fuerzas Armadas la radicación del poder político, o todo esquema fascista, al cual fatalmente están destinadas entre otras las añejas fórmulas corporativistas”, que nada tiene que ver con la alternativa política que proponen José Antonio Kast o Johannes Kaiser.
En consecuencia, recurrir a esa cita para contradecir implícitamente a los gremialistas que no apoyan –apoyamos– a Evelyn Matthei es de mala fe. Incluso, aunque no se hubiera hecho con esa intención, la interpretación argüida por la Fundación Jaime Guzmán (FJG) constituye una deformación injustificada del pensamiento de su inspirador.
Como botón de muestra, en un conocido video publicado por la misma fundación en 2010 con el título “Jaime Guzmán, su mensaje político parte 2”, ante la consulta de si decirse de derecha o centroderecha Guzmán argumenta que “quiero decirles que más allá del perfil de la UDI, para que no nos confundamos en una cosa, no hay en esto, por parte nuestra, ninguna búsqueda de aguas tibias. Cuando les decimos que la UDI no es un partido de derecha, no es que queramos ser de centro. Entendámonos bien claros, para que no haya ninguna confusión. Es que no nos gusta la clasificación porque induce a equívocos. Ése es el punto. O sea, no es un problema de decir ‘no queremos ser de derecha’ porque queremos ser más de centro”.
Como si no fuera suficiente, continúa diciendo que “Hay algunas personas que en la UDI simpatizan o a veces se tientan con ese enfoque. Aquí les doy una opinión personal mía. A mí no me gusta nada que sea aguas tibias. ¡No! Si se trata, para entendernos bien, si las clasificaciones de izquierda, centro y derecha fuesen válidas, si esa clasificación fuese válida y significase algo de contenido real, yo me sitúo claramente en la derecha y nada que en el centroderecha. ¡No, bien de derecha, con ideas bien claras, bien definidas!”.
Guzmán profundiza estas ideas en su obra póstuma Escritos Personales, editada varias veces justamente por la fundación que lleva su nombre en 1992 y con cinco ediciones, la última de 2011. Lo citaremos in extenso para mostrar cómo la actitud promovida por dicha fundación y por la UDI no puede estar más alejada de las convicciones guzmanianas.
Allí aborda en una sección subtitulada “Acomodarse a los nuevos vientos” (Santiago: Fundación Jaime Guzmán (FJG), 2011, 20-23) “la táctica de ‘arrebatar las banderas’ al adversario, que los sectores no totalitarios han solido asumir”. Esta actitud “[s]e trata de que los partidarios de una sociedad integralmente libre impulsemos ideas que propicia el socialismo, sólo que más moderadamente. De tal modo, se piensa que se le privará a éste de dicha bandera, asumiéndola uno mismo, si bien en forma morigerada”.
En este extracto, que lúcidamente compartió esta semana el historiador Alejandro San Francisco en sus redes sociales, Guzmán dice que, “[m]irado el asunto más a fondo, pienso que la táctica de ‘arrebatarle las banderas’ al adversario socialista, revela un grave reblandecimiento moral en los defensores de una sociedad libre”, continúa Guzmán, agregando que esta actitud “acusa que se ha concedido que ‘el mundo va hacia el socialismo’ y que sólo podemos atenuar o diferir esa ineludible realidad”, lo que “[d]enota una falta de fe en los propios ideales de libertad opuestos al socialismo y en la capacidad de hacerlos prevalecer”. Nótese cómo Chile Vamos queda retratado de cuerpo entero con esta frase. “¿Qué sentido tiene gobernar y luchar por seguir gobernando, si ello se va hacer no para realizar lo que uno piensa, sino para aproximarse a lo que desea el adversario?”, se preguntaba Guzmán, y deberían preguntarse los gremialistas que apoyaron los dos gobiernos de Piñera y hoy apoyan a Matthei.
Sigue Guzmán: “Semejante actitud política, que fue la que yo conocí durante mi juventud escolar y universitaria como realidad predominante en los partidos que se englobaban en la llamada derecha tradicional, no podía resultarme menos atrayente. Igual fenómeno le ocurría a casi toda mi generación. Mal puede despertar mística alguna en la acción política aquel que se ha rendido de antemano y que ya sólo discurre el itinerario de su propia capitulación”.
La postura de Guzmán era precisamente la contraria a la aquí criticada y reivindicada por algunos de sus discípulos: “Era ya en esa época y sigo siendo un convencido de que en política hay que tener siempre el coraje de desplegar las propias banderas sin temor a una eventual derrota ni autocomplejo frente a las contrariedades de ir contra la corriente”. Por eso, “[a] lo que apunto es a no asimilar el contenido de una transacción con lo que constituye —y debe seguir constituyendo— el propio ideal. A no perder jamás la propia identidad, entrando en la montaña rusa de lanzarse tras las banderas del adversario”.
Podríamos seguir hasta el cansancio, pero creo que esta larga enumeración es suficiente. Guzmán en sus treinta años de acción política y social, tanto partidaria como extrapartidaria, jamás fue moderado, jamás se acomodó a las mayorías circunstanciales, jamás aceptó licuar sus ideas para parecer más razonable ante sus críticos. En definitiva, nunca se acomodó al mantra de la moderación. Al contrario, estuvo dispuesto a morir por ellas. Y así fue. Sus ideas políticas no fueron siempre estáticas, pero se sustentaban en principios permanentes, y en una valentía por defenderlos. En un año más se cumplen 80 años de su nacimiento. No deshonremos su memoria.