Algunas reflexiones acerca del triunfo de Donald Trump

José Tomás Hargous Fuentes | Sección: Familia, Historia, Política, Religión, Sociedad, Vida

Una de las noticias más importantes del mes que recién comenzó fue el apabullante triunfo de Donald J. Trump y sus escuderos del Partido Republicano. No sólo se reivindicaba luego de una dudosa elección hace cuatro años que lo dejó fuera de la Casa Blanca, sino que en esta elección el triunfo fue inapelable: en electores y voto popular, y con mayoría tanto en la Cámara de Representantes como en el Senado, lo que se suma a una Corte Suprema inclinada en favor de los conservadores.

Tal como en su primera elección (2016), uno de los temas que concentró los análisis post electorales fue el de la desconexión de las élites político culturales y financieras de Estados Unidos con las necesidades y preocupaciones del ciudadano medio norteamericano. Una vez más, el Partido Demócrata, secundado por los medios de comunicación y representantes del mundo de la cultura, miraron desde el balcón a un pueblo que sufre la inseguridad y la crisis económica, con menos empleos, productos más caros y recursos destinados a guerras que no comprende ni comparte, al mismo tiempo que ofrecía proteger “derechos” a “minorías oprimidas” y resguardar la democracia del supuesto dictador que sería el magnate colorín.

La élite de los estados costeros una vez más recibió un golpe en la cara de los obreros y campesinos, de los jóvenes y mujeres, latinos y afroamericanos, de protestantes y católicos, del interior de Estados Unidos, en fin, del nortamericano de a pie, ese que cree en Dios, cuida a su familia, quiere trabajar y tener una propiedad, y legar a sus hijos un mejor país. Todos ellos optaron por el vilipendiado magnate, profundizando aún más el vado que separa al pueblo estadounidense de los liberals que otrora los representaban. 

El empresario y ex Presidente no les ofrecía políticas ideológicas, sino que respuestas a los problemas concretos de los norteamericanos, soluciones respaldadas por la experiencia de un gobierno que creó millones de empleos, potenciando la industria estadounidense y que en relaciones internacionales contribuyó al lustro más pacífico de las últimas décadas, siendo Trump –al contrario de lo que pregonaba el temor de los agoreros progresistas– el único mandatario en no iniciar nuevas guerras desde 1980, un logro nada de despreciable.

El movimiento representado por Donald Trump, con sus luces y sus sombras, puede ofrecer muchas lecciones a la derecha chilena. Por de pronto, una política económica alejada de ideologismos y economicismos, sino que consciente de los problemas concretos de su país. Una apuesta de Trump desde su primera postulación fue una visión económica hacia adentro, promoviendo la industria nacional privada, por medio de la baja de impuestos junto con la subida de aranceles. 

Al mismo tiempo, pese a lo que se sospechaba originalmente, un alejamiento del neoconservadurismo norteamericano que imperó en el gigante imperial entre Ronald Reagan y George Bush, aspirando a un conservadurismo iliberal o post liberal, con fuerte arraigo en las creencias religiosas del pueblo norteamericano, tanto protestante como católico, lo que se verá reforzado por su vicepresidente y compañero de fórmula, el hoy senador J.D. Vance, encarnación del sueño americano y católico converso. Ese alejamiento del movimiento neocon también lo llevó a una exitosa política internacional que mantuvo tranquilo a Vladimir Putin, Kim Jong Un y Xi Jinping, a pesar de las tensiones y amenazas de guerra nuclear que promovían.

Finalmente, una lucha frontal contra el progresismo, considerado el principal adversario de los ciudadanos de Estados Unidos y del desarrollo perdido en los últimos cuatro años. En esto, Trump fue apoyado por su fiel escudero, el también empresario Elon Musk. No obstante, en este tema la campaña republicana tuvo tejado de vidrio, quizás la gran sombra del trumpismo, al transar su otrora defensa irreductible del derecho a la vida y de la derogación del aborto, mostrándose contento con las tres causales.

Esos tres triunfos de Trump no lo transformaron en un candidato “populista”, sino que redundaron en un fortalecimiento del Partido Republicano como nunca en las últimas décadas.

En estos años electorales las derechas chilenas tienen mucho que tomar nota del triunfo de Trump: economía sensata y no ideológica, un conservadurismo de matriz cristiana y lucha firme contra el progresismo fueron los tres puntales que reinstalan al empresario en la Casa Blanca. Naturalmente, nuestra realidad es diferente a la norteamericana, pero pienso que esos tres elementos, al encarnar fielmente el espíritu del septiembrismo, pueden ser la llave para el triunfo político y cultural de la derecha en los próximos años. Manos a la obra.