La prensa política y cultural en la historia de Chile: De El Independiente a Viva-Chile
José Tomás Hargous Fuentes | Sección: Arte y Cultura, Historia, Política, Sociedad
Uno de los elementos definitorios de la historia de Chile a partir de 1810 es la vertebración de una sociedad civil robusta. En ese contexto, un rol particular lo han tenido los medios de comunicación, no sólo la prensa profesional, sino también los medios de difusión de ideas políticas, ya sea partidistas o al margen de estas agrupaciones. Especialmente en momentos de crisis, los conservadores han articulado plataformas de pensamiento y reflexión.
Nuestro querido Viva-Chile, que ha alcanzado su edición número 700, es una expresión más de dicha rica tradición, con representantes tan relevantes como Abdón Cifuentes, Mario Góngora, Jaime Eyzaguirre, Gonzalo Vial, Juan Antonio Widow, Jaime Guzmán y tantos otros. Todos ellos fueron los promotores y editores de periódicos y revistas, como El Independiente, Acción, la Revista de Estudiantes Católicos (luego Revista de Extensión Cultural), Lircay, Estudios, Portada, Qué Pasa, Tizona o Realidad. En esta columna queríamos recordar algunas de ellas.
Abdón Cifuentes (1836-1928) sería uno de los personajes más relevantes de la segunda mitad del siglo XIX. Como sostiene Gonzalo Larios, Cifuentes sería un “político y emprendedor católico”. Así, destacaría en la acción política y en el emprendimiento social –por ejemplo en la creación de periódicos– por la difusión de los principios católicos en la discusión pública en un contexto en el que iban en retirada, con gobiernos liberales que promovieron leyes anticlericales y atropellaron la potestad de los obispos en eventos como la cuestión del sacristán. Con el también dirigente del Partido Conservador, Manuel José Irarrázaval crearía El Bien Público en 1863, que daría paso a El Independiente, fundado junto a su correligionario Zorobabel Rodríguez. El Independiente sería uno de los diarios más importantes del siglo XIX, compitiendo codo a codo con El Mercurio de Valparaíso, con el que constituyen los precursores de la prensa moderna. Para formar a los periodistas y políticos católicos, también impulsaría la Sociedad de Amigos del País.
Casi cien años después del nacimiento de Cifuentes, allá por el año 1930, la Juventud del Partido Conservador se hizo cada vez más consciente de la urgencia de encarnar los principios de la doctrina social de la Iglesia en el orden social. Esa convicción los hizo adquirir una identidad propia, que redundó en un cisma con el entonces Partido de la Iglesia: la Falange Nacional, precedente de la Democracia Cristiana (DC). El heredero de los pelucones y ultramontanos compartía los principios de la naciente Falange, pero los separaba un abismo de distancia en torno a los énfasis y las consecuencias prácticas que veían en dichos principios. Por esos años, la Juventud apostaba, como reza el nombre que adoptaron –Falange–, por la construcción de un orden social cristiano que reemplazara el orden social liberal vigente, mientras que sus antepasados confiaban en las leyes sociales para mejorar el sistema político vigente.
La Falange, con conciencia generacional, recurrió a la historia de Chile para dar nombre a una de sus principales revistas: Lircay (1934-1940). Así, buscaban rememorar la hazaña de los pelucones, o’higginistas y estanqueros en la Batalla de Lircay (1830), que daría origen a la República Conservadora, que gracias a la figura de Diego Portales reinstauraría el orden monárquico colonial, según la interpretación más aceptada, difundida entre otros por Alberto Edwards Vives. A diferencia de El Independiente, Lircay era una revista que difundía reflexiones culturales de los militantes de la Falange, y fue tribuna de un icónico ensayo de Mario Góngora: Bases espirituales del Orden Nuevo.
Como ha demostrado Diego González Cañete en Una Revolución del Espíritu, no todos los integrantes de dicha generación optaron por la participación política, primero al interior del Partido Conservador y luego fuera de él. Por el contrario, muchos de ellos repudiaron la organización partidista, y jugaron sus cartas en las organizaciones sociales católicas. Al alero de la ANEC (Asociación Nacional de Estudiantes Católicos), esta generación pudo participar en la vida social del país, sin necesidad de recurrir a los partidos. Entre los que no pasaron de la ANEC a la Falange se encontraba Jaime Eyzaguirre (1908-1968), un historiador y pensador chileno que tomaría la posta por esos años dejada por Encina y Edwards, completando sus aproximaciones relevando el pasado hispanista de Chile.
Esas ideas las plasmaría no sólo en sus obras históricas, sino también en la revista Estudios, con plumas como las de Ramón Subercaseaux, Carlos Silva Vildósola, Osvaldo Lira, Ramón Salas Edwards, Manuel Atria, Armando Roa, Carlos Hamilton, Clarence Finlayson, Mario Góngora, San Alberto Hurtado, Javier Lagarrigue Arlegui, Roque Esteban Scarpa, Antonio Cifuentes, Arturo Fontaine Aldunate, Carlos Keller, Fernando Cuadra Pinto, Rafael Gandolfo, Guillermo Blanco, Claudio Giaconi, Alejandro Magnet, Hugo Montes y Jaime Peralta. Eyzaguirre dirigiría Estudios entre 1932 y 1957, coincidentemente el año de creación del Partido Demócrata Cristiano (PDC), que congregaría a los antiguos militantes de la Falange Nacional y del Partido Conservador Social Cristiano, luego de que la influencia de Jacques Maritain los hiciera desistir del modelo corporativo.
Al interior de la derecha, sin embargo, dicho modelo corporativista no sería descartado sino hasta bien entrado el régimen militar. Un grupo de intelectuales chilenos, deudores del pensamiento de Jaime Eyzaguirre, un grupo de intelectuales –integrado por personajes como Gonzalo Vial, Jaime Martínez Williams, Fernando Silva Vargas, Cristián Zegers, Ricardo Hugo Tagle, entre varios otros, grupo al que se sumarían otros como Jaime Guzmán, Carlos Larraín o Hermógenes Pérez de Arce– crearía en 1969 la revista Portada, una publicación de pensamiento católico que circularía de forma mensual hasta mayo de 1974 (N°45), con una breve segunda edición entre 1975 (N°46) y 1976 (N°54).
La elección de Salvador Allende hizo que el llamado “Grupo Portada” viera necesaria la creación de otra revista, de carácter periodístico, llamada Qué Pasa. Así, sin dejar de lado las reflexiones de orden cultural –que se mantendrían en la revista Portada–, optaron por pasar a la discusión política más de trinchera. La revista Qué Pasa, fundada en 1971, sería uno de los medios de comunicación más relevantes de la segunda mitad del siglo XX chileno, y de parte del siglo XXI. Entre medio fue comprado por el Grupo COPESA, controlador de La Tercera, que en 2018 reestructuró la orientación y el soporte de la revista, del periodismo político al cultural, manteniendo el formato de reportajes, al mismo tiempo que pasaría del papel al soporte digital. En los últimos años la revista recobraría relevancia al destapar el Caso Caval, que mantuvo contra las cuerdas al segundo gobierno de Michelle Bachelet.
En paralelo a Portada y Qué Pasa pero con espíritu similar a la primera se encuentra Tizona, una publicación icónica del pensamiento tradicionalista y contrarrevolucionario, con gran influencia durante el gobierno de Salvador Allende. Luego de una primera y brevísima etapa en 1958 , Tizona “va a jugar un papel destacado en los aciagos años de la Unidad Popular, tras resucitar en 1969 con más fuerza y nuevos bríos” (Cristián Garay y José Díaz Nieva “Tizona, la aventura editorial de Juan Antonio Widow”, en Razón y Tradición. Estudios en honor de Juan Antonio Widow. Volumen 1, editado por Miguel Ayuso, Álvaro Pezoa y José Luis Widow (Santiago: Globo Editores, 2011), 215).
Editada con frecuencia mensual en Viña del Mar, tendría gran circulación entre la oficialidad de la Armada, según el mismo Garay sostiene en otra ocasión. Su Comité Editorial estaría conformado por Luis Giachino, Carlos Cáceres, Juan Antonio Widow, Julio Retamal, Juan Carlos Ossandón, Gonzalo Ibáñez y el P. Osvaldo Lira. Pese a que el sacerdote de los Padres Franceses (SSCC) “debió ser sacado por orden expresa del Cardenal Silva Henríquez”, su “figura” sería la que dio “la unidad del grupo”, que “actualizó los contenidos del pensamiento tradicional español y francés”. (Cristián Garay, “Teoría política y carlismo en Chile: Osvaldo Lira SS. CC. y el hispanismo”, Aportes: Revista de historia contemporánea Vol.8, N°22-23 (marzo–octubre 1993), 79)
Del mismo entorno intelectual venía Jaime Guzmán. Abogado de la Universidad Católica, fundador del Movimiento Gremial de dicha casa de estudios, fue colaborador de Jorge Alessandri y asesor de la Junta Militar. Asimismo, integró la Comisión de Estudios de Nueva Constitución (CENC), mejor conocida como “Comisión Ortúzar”, que redactó el anteproyecto que daría forma a la Carta Magna de 1980. Formado por el P. Osvaldo Lira y Jaime Eyzaguirre, en sus inicios en política adscribiría en términos generales a las matrices fundamentales del tradicionalismo de sus maestros, pero con el pasar de los años se volvería conservador liberal, con un interludio vinculado a la TFP.
De sus últimos años en política es la revista Realidad, creada en 1979 por Guzmán y un grupo de gremialistas, por ese entonces ya aliados con los Chicago Boys pero antes de fundar la UDI (1983) y de leer El Espíritu del Capitalismo Democrático (1985), de Michael Novak. Con tres grandes etapas, entre 1979 y 1983 buscaría ofrecer un análisis de la contingencia política con opinión pero sin compromiso con el régimen militar. A partir de 2001 se daría inicio a una nueva etapa de la revista, dirigida por el discípulo de Jaime Guzmán e impulsor de Viva-Chile, el profesor de historia del derecho, Gonzalo Rojas, hasta el año 2007. Finalmente, en 2020 fue relanzada por la Fundación Jaime Guzmán, alcanzando a la fecha 129 ediciones.
“Con la misma ilusión de la primera hora”, en palabras de Guzmán, el profesor Rojas convocaría a un grupo de intelectuales, políticos y empresarios para dar forma a nuevas plataformas para defender estas ideas. Una de ellas es el portal Viva-Chile, que desde 2008 busca ofrecer en un formato digital formación cultural que permita analizar la realidad política y social contingente desde una mirada histórica, filosófica, religiosa y artístico cultural informada por los principios de la cultura cristiana occidental. Después de dieciséis años, alcanzamos la edición 700 ofreciendo una lectura trascendente de la actualidad semanal. Viva-Chile nació en un momento en que había un déficit de revistas y periódicos de formación cultural y política. Actualmente existen algunas de altísimo nivel, como Vértice, Suroeste, Raíces o Punto y Coma, que ofrecen, en distintos formatos y soportes, a sus lectores reflexiones históricas, políticas y culturales sobre la actualidad política nacional e internacional.
La edición número 700 de nuestro querido Viva-Chile es un buen momento para detenernos a reflexionar sobre el rol de los periódicos y revistas de carácter formativo y no sólo informativo. Desde El Independiente a Viva-Chile, los movimientos e intelectuales conservadores han dado forma a muchas plataformas de reflexión y discusión de ideas políticas y culturales, especialmente en momentos de crisis como el que vivimos hoy. Es una buena ocasión para, como sostiene el profesor Rojas en este número, ser conscientes de que “Vivachile forma parte de esos ‘primeros eslabones’ que conforman las cadenas por las que se transmiten principios, programas y criterios”, y que nosotros estamos llamados a ser un “‘segundo eslabón’” que difunde y participa.