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Un país en separación (II)

Comentábamos sobre las advertencias que nos dejara el autor de “La rueda roja”, “Archipiélago Gulag”, entre otras tantas obras, Alexandr Solzhenitsyn, en su discurso en los jardines de Harvard por allá por el año 1978.

Un mundo en separación. Nuestro continente en separación. Nuestro país en separación. En ello, los medios de comunicación y la decadencia cultural -que se da en muestras supuestamente artísticas pero que sólo cargan en sí vulgaridad, depravación sexual y las peores bajezas del ser humano contadas como una nueva virtud- son grandes responsables de este cisma.

Hace algunos años, una colega austríaca me contaba de lo interesante que le parecía la serie Narcos, ante lo cual no tuve más posibilidad que decirle mi visión al respecto: esta y otras series de TV y algunos nuevos estilos musicales no han hecho más que romantizar el narcotráfico y mostrarlo como ejemplo de vida para muchos. Y ahora, a fines de 2022, henos aquí, ya no con bandas de traficantes, sino con carteles instalados en nuestro país.

Solzhenitsyn nos señalaba de ello en su texto “…el alma anhela cosas más elevadas, cálidas y puras que las que ofrecen los hábitos de vida de las multitudes, introducidos por la repugnante invasión de la publicidad, la televisión y la música intolerable.” Continua el autor diciendo “La historia da advertencias a sociedades amenazadas de perecer. Tales son, por ejemplo, la decadencia del arte o la falta de grandes estadistas.”

¿Dónde están los grandes estadistas en nuestro país? En La Moneda ciertamente no están. Tampoco lo estaban en el cónclave del gobierno, atiborrado de charlatanes y personajes tóxicos para la convivencia y el provenir de Chile. Tampoco están en la derecha, no al menos en lo que se conocía como la derecha hace menos de una década y que hoy es integrada por zombis políticos. ¿Dónde estará ese líder y qué estará esperando para levantarse y poner fin a esta división nacional que nos está destruyendo? No lo sé. Sólo sé que vivimos -a veces puerilmente- a la espera de ese deus ex machina que ha de venir a rescatarnos. Tal vez no venga y nos quede a nosotros, los ciudadanos, rescatarnos a nosotros mismos. Tal vez venga quien menos sospechemos y cuando menos lo imaginemos. La cuestión es que, por momentos, estamos entregados a la voluntad de un personaje fantasmagórico que ha de venir para cuidar eso con lo que muchos se llenan la boca llamándolo “nuestra preciosa libertad”.

Se ha usado la libertad como una palabra que, cual pedernal, enciende discursos y escritos que se emiten hoy como tentativa de oponerse al tsunami progresista. Pero ¿de qué sirve la libertad si no la entendemos, si la damos por sentada, y, en definitiva, tenemos una pérdida de la fuerza de voluntad de hacer uso de ella y de defenderla?

El citado autor nos decía “Las dos llamadas guerras mundiales han significado la autodestrucción interna del pequeño progresivo occidente que ha preparado así su propio fin. La próxima guerra, tal vez pueda enterrar al occidente para siempre…Enfrentados a tal peligro, con tales valores históricos en su pasado y con la libertad y devoción a esta en tan alto nivel, ¿cómo es posible perder hasta tal punto la voluntad de defenderse?

Siendo así, si no estamos dispuestos a defender nuestros principios y nuestra libertad, sino que estamos siempre a la espera de un salvador, entonces no somos dignos de tales. ¿De qué sirve proclamar en mensajes por las redes sociales que se está por Dios, la familia, la patria y la libertad si no se tiene voluntad de plantarse por ellos? Si se vive en un estado de comedia al estilo de Roberto Bolaños -Chespirito- donde no asumimos nuestro papel y simplemente clamamos “Y ahora, ¿quién podrá defendernos?”, estamos condenados a sucumbir y, peor aún, en la claudicación estamos inconscientemente dejando escapar las cuatro virtudes que decíamos defender, dejando que se transformen automáticamente en palabras vacías.

Nuestro país -y el mundo- se separa paso a paso y avanzamos hacia un escenario sumamente peligroso del que muchas veces no nos damos cuenta, no porque seamos ciegos o sordos, sino porque decidimos serlo, anestesiándonos con cualquier otra cosa que nos evada de esa realidad evidente. Solzhenitsyn señalaba “Las fuerzas del mal han comenzado su ofensiva decisiva, puedes sentir su presión y, sin embargo, tus pantallas y tus publicaciones están llenos de sonrisas prescritas y copas levantadas”.

Muchas veces me sorprendo hablando sobre cómo era diferente el mundo cuando era niño y adolescente y cómo ha cambiado todo; lo raro que está el mundo y esa sensación de que algo no está para nada bien. La decadencia artística, valórica, nuevos falsos paradigmas sexuales, y, principalmente, la negación de Dios, están acabando con la sociedad, separándola de arriba abajo. A no ser que cada uno tome una acción valerosa, después será demasiado tarde.