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El rechazo y las izquierdas

Una de las imágenes que nos recuerda una época en que nuestro país aún gozaba de salud cívica fue aquella en que, frente a dificultades limítrofes con Bolivia y la demanda ante la Haya, expresidentes y líderes de todos los partidos políticos no tardaron en cuadrarse en una única posición firme en la defensa nacional. Dicha imagen parece ser del pasado, pero quiero creer que algunos resquicios de ella aún siguen en pie.

En su inagotable astucia y uso recurrente de la máxima de Joseph Goebels “miente, miente, que algo queda”, las izquierdas más extremas han hecho creer a parte de Chile que el rechazo es la opción de la vieja derecha. Se equivocan rotundamente. Usted y yo lo sabemos. Lo más interesante, es que no son pocos los integrantes de las filas de las izquierdas moderadas los que también lo saben. En una reciente entrevista, el propio Genaro Arriagada señalaba el peligro de una “mala constitución, que puede ser nefasta para un país, las libertades e incluso para la contribución a crear guerras civiles”. La lista de personeros de la ex concertación -principalmente de la Democracia Cristiana, PPD y algunos tímidos, pero al mismo tiempo valientes del PS- que no están conformes con la propuesta constitucional es larga, sin embargo, no tan explícita públicamente, por miedo a las represalias venidas de las izquierdas intolerantes y totalitarias, a ser apuntados con el dedo, llamados de transaqueros y reaccionarios.

Movidos por el llamado de poner a Chile y su destino en primer lugar, las izquierdas moderadas, los amarillos por Chile y otros, tienen la película clara: rechazar. Chile lo agradece. El problema se suscita cuando dicho respaldo es acompañado de propuestas alternativas, vulnerando la normativa que establecía que, de rechazarse el texto constitucional, seguiría en vigor la constitución que nos rige. Así mismo, la defensa de terceras vías y el desprestigio de nuestra constitución le hacen un mal favor al país y ciertamente al rechazo, pues terminan confundiendo al ciudadano. No deben ser pocos los que, atosigados con el espectáculo de la CC, preferirían -en un arrebato de hastío-, aprobar para evitar volver a foja cero y reiniciar un nuevo proceso de redacción de una nueva carta magna.

Como era de esperar, los sondeos señalan un repunte del apruebo, producto de la maquinaria publicitaria del gobierno y de la propia CC, indecisos decidiendo por esta opción, o inclusive por la presencia de la ex Concertación y Chile Vamos que pueden adicionar un factor de indecisión y hasta de confusión en quienes tenían una inclinación por el rechazo, como ya lo hemos examinado. De cualquier manera, sabemos que tenemos una tarea muy dura, con amenazas de destruir Chile nuevamente, con la misma campaña de mentiras de las izquierdas extremas que tantos frutos les han rendido en las últimas décadas, con reinterpretaciones, moderación y ajustes de léxico y redacción del borrador constitucional, con la prensa progresista internacional rendida a los pies por el joven Boric y con una gran agencia publicitaria en favor del apruebo dirigida por este mismo, la que cuenta con el apoyo de todos los actores, oportunamente reclutados mediante un bono de $450.000.

Desanimarse es fácil y buscar culpables más aún. Sea cual sea el factor que agregue incertidumbre al rechazo, la presencia de Amarillos por Chile, de las izquierdas moderadas o de la antigua derecha de Chile Vamos con sus propuestas de terceras vías y letras chicas, tenemos que seguir adelante, irreductibles, y con la certeza de que a todos nos anima el mismo deseo de llevar a buen puerto nuestra operación de rescate de Chile. Esa es la tarea en la que debemos enfocarnos, ganar el 4 de septiembre, y no perder tiempo en rencillas pues, caso contrario, arreglar el desmonte de Chile nos costará -como ya está costando- décadas de trabajo y, literalmente, sangre, sudor y lágrimas.