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Nunca es tan oscura la noche…

En estos momentos nos embarga la incertidumbre esperable en todo escenario previo a una elección, y ¡caramba qué elección que tenemos al frente! Sin embargo, y aunque suene paradójico, en nuestro fuero interno no nos invade la incerteza del futuro pues, a diferencia de nuestros oponentes, tenemos muy claro el Chile que queremos, cómo alcanzarlo y cómo defenderlo.

De acuerdo con T.S. Eliot, “…la cultura puede inclusive ser descrita simplemente como aquello que hace con que valga la pena vivir la vida” (extracto de “Notes towards the definition of culture”). En la simpleza -y también complejidad- de nuestro país, bajo esta definición, existe una cultura chilena, cuyos elementos que hacen valer la pena vivir en el seno de nuestra sociedad. ¿Cuáles son aquellos elementos, que tal vez no encontraría en otra sociedad? Nómbrelos usted mismo y le aseguro que a poco andar puede tener una sucinta lista entre sus manos. Más aún, tal vez puede encontrar elementos que no le gustaría que hiciesen parte de nuestra cultura. 

En este momento estamos ante un punto de quiebre, esos momentos cruciales de la historia, en que está en nuestras manos, sí, en el poder de sus manos, cambiar aquello de nuestra cultura que desea cambiar y, más importante aún, defender todo aquello que hace valer la pena decir “soy chileno”.

La pesadilla en que Chile se encuentra, ha sido un macabro sueño lúcido que, si bien fue gatillado por los eventos traumáticos de aquel octubre, todos los horrores de cada uno de sus pasajes fueron previamente fraguados, rumiados y hechos reverberar en la mente nacional a través de interminables letanías que si bien gritaban “nunca más” en la realidad querían decir “otra vez”.

En vez de promover todo aquello que vale la pena en nuestra cultura, siempre estuvo presente el sector de nuestra sociedad que no consigue mirar, ni menos construir, futuro; saboteando el avance y el porvenir en unidad -al menos en una unidad aparente- de nuestra nación. Tal como la lagartija del personaje de la obra El Gran Divorcio de C.S. Lewis, se niegan a dejar ir un pasado al que están anclados, pues en el victimismo encuentran el terreno ideal para que los fracasados puedan tener acogida para dar rienda suelta -y tener su revancha en la que desemboquen- sus frustraciones. Esa es la parte de nuestra cultura que Chile no quiere más.

¿Qué es lo que sí queremos? Lo que siempre hemos querido: paz, orden y libertad. Nada más. Ese es el camino hacia el futuro y el pueblo de Chile lo tiene claro, por más que usen mil subterfugios para intentar convencer de lo contrario. A esta altura, a horas de una elección presidencial, parlamentaria y de CORES, decisiva para nuestro futuro, esperamos que la sensatez haga salir a la luz ese deseo de un Chile que siempre ha mirado al futuro y que dice “basta” al ancla de rencores más que sobreexplotada a esta altura de nuestra historia.

Este domingo está en nuestras manos dar a nuestro país, a nuestra amada República, ese remezón que nos despierte de la pesadilla, que nos ponga alerta para los tiempos difíciles que nuevamente se avecinan en nuestro horizonte, pero que como en el pasado, podremos sortear. “Nunca es tan oscura la noche como cuando comienza a amanecer”. Esperamos ansiosos a que con nuestro voto se manifieste la luz y que, en fin, raye el alba que despierte a Chile de la pesadilla. Para todo lo que viene después, como una nación construida con tesón y esfuerzo, estamos preparados, pues tenemos la inagotable determinación de nuestro pueblo de salir adelante y también la ayuda de Nuestro Señor, que en la hora adversa por la que atravesamos, son muchos los que han reconocido Su primacía y que, con Su ayuda, nos espera el futuro en esplendor.