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Unas lógicas consecuencias

Tal como señalamos hace más de un año, la descomunal lucha que el mundo en su globalidad ha emprendido contra la pandemia en todos los niveles, podía terminar siendo un remedio peor que la enfermedad. Y por los nubarrones que se ven en el horizonte cercano, parece que teníamos razón.

En efecto, a pesar de las buenas intenciones sanitarias expresadas por las autoridades, las medidas han sido -y siguen siendo- draconianas. Además, también por la forma en que dicha autoridad sigue enfrentando las cosas, parece que tendremos pandemia y restricciones para rato, todo lo cual no hace sino agravar las lógicas consecuencias que lo anterior conlleva.

Ahora bien, tal vez los principales afectados con todo lo dicho han sido la economía y los demás problemas de salud, al quedar estos últimos suspendidos o muy desatendidos por la crisis sanitaria decretada por la autoridad. Sin embargo, es especialmente en el aspecto económico donde queremos centrar nuestra atención.

Resulta evidente que la actividad económica, cual un motor en pleno funcionamiento, ha sufrido un atasco inesperado y “artificial”, desde la perspectiva de la propia economía, debido a las severas restricciones sanitarias por todos conocidas. Sin embargo, la economía tiene sus leyes propias, y simplemente reacciona, tanto a sus propios procesos, como a los foráneos que la afectan.

De esta manera, y luego de casi dos años, las secuelas de todo este proceso se hacen cada vez más evidentes, siendo particularmente llamativas, la disminución de la producción en general (incluida la de alimentos), como la severa baja en el comercio internacional, sobre todo marítimo, que hace que estos menguados productos lleguen con más dificultad a sus mercados de destino, acentuando el problema. En suma, que se están produciendo varios fallos sistémicos de la economía global, como no podía ser de otra manera, dado todo lo que ha ocurrido.

Pues bien, y sin querer ser ave de mal agüero, una de las consecuencias que ya nos está afectando de manera severa y que seguramente crecerá de forma dramática, será la inflación, el costo de todo tipo de productos y servicios, dada la escasez señalada. Lo cual, unido a una economía deprimida y mucha mayor desocupación laboral, hace ver un inquietante panorama para el corto y mediano plazo. Y esto podría tener efectos mucho peores que aquellos que pretendieron evitarse con las medidas restrictivas de todo orden adoptadas con motivo de la pandemia. Por eso señalábamos que se trata de un remedio peor que la enfermedad.

En consecuencia, además de las dificultades económicas propiamente dichas, puede avecinarse un problema alimentario no menor, dada la subida que están experimentando desde hace ya rato los alimentos y la baja del poder adquisitivo general. A lo cual hay que añadir, para volver al inicio, diversos y nuevos problemas de salud global de todo tipo, que se añaden a los ya preexistentes, desatendidos con motivo de la pandemia.

Por tanto, es a estos problemas, que ya recaen sobre nosotros, a los que debiera prestar principal atención la autoridad.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por diario El Sur de Concepción. El autor es Doctor en Derecho y profesor de filosofía del derecho en la Universidad San Sebastián.