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Fuera de la ley

Si hiciésemos el ejercicio de imaginarnos en un futuro indefinido y mirásemos el Chile de 2020-21, fácilmente podríamos afirmar que todo lo que estamos viendo suceder, particularmente en la CC, no es más que la crónica de una muerte anunciada. No hacía falta ser genio ni tener una bola de cristal como para saber que sería un completo desastre. Más aún, las peores pesadillas al respecto de este órgano, a poco andar de su funcionamiento se hicieron evidentes.

Las declaraciones de que la CC es un órgano soberano y que no pertenece a la República, los 2/3 aprobados pero con la trampa de los plebiscitos dirimentes ante la falta de acuerdos, que atropella lo estipulado en la Constitución sobre “procedimientos para su funcionamiento y para adopción de acuerdos”, la censura de los convencionales que no hacen parte del grupo de los 100 revolucionarios que se apoderaron del proceso, la eliminación de facto del concepto de república, y últimamente las resoluciones totalitarias que restringen las libertades de enseñanza y de expresión, han puesto este organismo en el terreno de la ilegalidad, atropellando flagrantemente la Constitución. Así, vemos que cuando vociferaban “hasta que la dignidad se haga costumbre”, no era más que un verso agradable a los oídos de los ingenuos y delicioso a los de sus fanáticos seguidores, que luego se transformaría en “hasta que atropellar la Constitución se haga costumbre”. ¿Será que su borrachera de populismo, de poder y sed de destrucción les ha hecho olvidar el pasado? La última vez que en Chile se operó bajo un sistema que atropelló la Constitución de la República de manera sistemática, ya sabemos cómo terminó la historia.

Sucede que este proceso de derrumbe institucional les viene como anillo al dedo; al final, ese es el norte de las izquierdas radicales chilenas. Esta es la misión de 100 de los convencionales, un buen piño de candidatos al Congreso y en último término del Sr. Boric: destruir Chile y re-hacer una especie de país al gusto de las añejas izquierdas latinoamericanas, un pseudo-país lleno de retórica, de realismo mágico, de pueblos en un estado salvaje, bucólico, donde todos sean iguales y abultado de promesas de garantías sociales financiadas sepa Dios cómo -en realidad ellos sí lo saben, la vieja fórmula de más impuestos y en último término expropiaciones, hasta que la plata ajena se acabe-. Vieja historia, viejo sueño y vieja utopía que ha mostrado una y otra vez su fracaso y que en la práctica sólo significa miseria. Y en este proceso, la hemorragia de recursos de la CC sigue su curso.

Chile corre un peligro gravísimo, lo cual demanda una mano firme que requiere el apoyo ciudadano, para poner fin de una vez a esta debacle moral e institucional, que ya más bien parece un coliseo, no porque goce de belleza, ya que representa lo peor de la fealdad de las miserias y bajezas de los enemigos de nuestra nación, sino porque en la arena de este coliseo estamos todos los chilenos. La CC, que nunca gozó de legitimidad dado su origen violento y con miembros que tienen verdaderos prontuarios, con candidaturas apoyadas con firmas falsas y votaciones que rallan en lo ridículo, hoy en día no pasa de ser, al menos 2/3 de sus miembros, la peor de las inmundicias de nuestra sociedad. El día que fue votado apruebo se decidió acabar con nuestra Constitución y, al mismo tiempo, nos empujaron a los 18 millones de chilenos, junto con nuestra República, a la arena del coliseo esperando que llegue el momento en que, cuales mártires, gritemos como en tiempos del Imperio Romano “los que vamos a morir te saludan”.

Así las cosas, y teniendo en cuenta la masiva entrada de inmigrantes venezolanos ilegales en los últimos meses, tal y cual sucedió meses antes del 18-O, cabe la posibilidad de que se dé la suma de todas nuestras aprehensiones y sospechas: una nueva insurrección que funcione como tiro de gracia para la institucionalidad y, posteriormente, la instalación de la CC como poder absoluto.

¿Cómo terminamos con este problema? Tenemos la salida inmediata y la alternativa de la vía dolorosa. La primera implica votar conscientemente este 21 de noviembre de manera que José Antonio Kast pase a segunda vuelta y eventualmente triunfe y, al mismo tiempo, que llegue una cantidad importante de republicanos al congreso. Solo así podremos contar con una mano firme frente a las próximas asonadas que vendrán y los tiempos muy difíciles que Chile tiene al frente. La segunda alternativa, implica una agudización de la polarización nacional, radicalización más profunda de la extrema izquierda con intervencionismo desde el eje Habana-Caracas bajo los lineamientos del Foro de Sao Paulo y el Grupo de Puebla, y, finalmente, el quiebre institucional. En otras palabras, tendremos una reedición, en pleno siglo XXI, de aquellos 1.000 días, los cuales sabemos cómo terminaron, con la gran diferencia que no contamos con la certeza de que tendremos esta vez el mismo desenlace. Por lo tanto, por Chile, por su futuro, por su familia y por su libertad, vote conscientemente.