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La hora oscura de Chile

La industria cinematográfica se ha encargado de mostrar en diversas producciones los tiempos más difíciles del Reino Unido durante el comienzo de la Segunda Guerra Mundial y cómo el emblemático primer ministro, Winston Churchill, logró la cohesión nacional. Una de estas producciones se titula justamente Darkest Hour (La hora más oscura). Un vistazo rápido al Chile de hoy y la decadencia moral en que se encuentra, hace pensar que estamos atravesando por uno de los episodios más oscuros de nuestra historia.

Desde que comenzara esta verdadera tragedia griega en que se ha convertido nuestra historia reciente, los que miramos un poco más al frente y que evaluamos las situaciones a la luz de la experiencia, teníamos muy claro que estábamos entrando en un camino oscuro. De nada sirvieron las advertencias, el sin fin de columnas y menos aún los datos y los números como para persuadir a los ciudadanos deseosos de un exorcismo que los librase “del modelo perverso”, no fueran enviados, como consecuencia de dicho ritual, a entrar en la piara que se arrojara al vacío ahogándose en el lago, de acuerdo con el relato bíblico. ¡Qué sabio resulta el refrán sobre no llorar sobre la leche derramada! Poco y nada sacamos hoy en señalar “se los advertimos”.

Considerando la génesis de la CC a través de niveles de violencia y destrucción nunca vistos en Chile y sumado al desprestigio que la extrema izquierda ha hecho de la misma, este órgano, si alguna vez tuvo legitimidad, hoy ya no la tiene. Entre disfraces, rondas, aumentos obscenos de asignaciones, doce convencionales recibiendo IFE, censura a quienes opinen diferente, indigenismo militante, y más recientemente, el falso héroe popular que haciendo uso del victimismo y riéndose en la cara de quienes batallan contra el cáncer, engañando a miles de electores y a todos los incautos que creyeron su discurso y en definitiva a la nación, vemos que efectivamente dicho órgano cada día más se asemeja a un circo. ¡Y qué costo para Chile están significando sus funciones! Y luego dicen que existe una campaña de desprestigio de esta desde la derecha.

El totalitarismo de izquierda, terreno perfecto para la cultura del victimismo y de la censura, insiste en llamados a la unidad y en que se está construyendo un Chile mejor. De la censura, de la opresión, de la violencia, del odio y de la apología al fratricidio al que llaman, difícilmente puede surgir un Chile mejor. Es allí donde debe mostrarse la superioridad moral y la integridad de nuestros principios. Por ello, disiento del joven que ofendiese al señor Jadue en un vuelo comercial. Por muy antagónica y doble estándar que sea la moral de izquierda con su discurso contra el capital, contra el lujo, contra la acumulación, pero que ellos mismos se dan la gran vida, eso no da el derecho de actuar de la misma manera con que ellos lo hacen. Debemos combatir el juego sucio con mano limpia y, en definitiva, actuar como Cristo lo haría, sin responder al mal con mal.

El 13 de mayo de 1940, Winston Churchill, que sucediera al primer ministro Neville Chamberlain, que brillara por su entreguismo, cobardía y obsecuencia, señalaba que sólo tenía para ofrecer al Imperio Británico nada más que sangre, trabajo duro, sudor y lágrimas (“I have nothing to offer but blood, toil, tears, and sweat”). No cabe duda de las horas obscuras por las que atravesamos y del durísimo futuro que tenemos por delante que incluye una nación profundamente polarizada, una clase política en ejercicio absolutamente desprestigiada, una región completa donde no opera el estado de derecho, crisis demográfica por el caos migratorio, narcoterrorismo y narco política, una situación económica muy compleja y los azotes de la crisis hídrica. Sumado a esto, la estructura de poder de la república tambaleando producto de la deslegitimación de la figura presidencial y la eventual posibilidad de que la Constitución vigente sea reemplazada por una llena de populismo, garantías sociales sin sustento y con un espíritu totalitario, auguran tiempos aún más tenebrosos.

Quien sea electo presidente tendrá uno de los mayores retos de la historia de Chile, para lo cual será necesario decisión, mano fuerte y un congreso alineado con el ejecutivo con verdadera vocación de responsabilidad nacional. Si gana José Antonio Kast y un número importante de parlamentarios Republicanos, tendremos frente a nosotros una izquierda destructiva que ha demostrado hasta dónde puede llegar en su sed de poder. Tendremos un camino cuesta arriba de trabajo duro, sangre, sudor y lágrimas, pero podremos frenar la debacle. Si gana la izquierda, cuyo viraje hacia el extremo es evidente y cuyos miembros razonables han sido debidamente silenciados y con una CC que aspirará a perpetuarse como asamblea constituyente, por duro que parezca, las horas de la República de Chile tal como la conocemos, estarán contadas.