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Tanto va el cántaro a la fuente

Si el 4 de Julio de 2021 fue un día que, como señalara -y qué dudas caben de ello- quedará para la infamia de la historia de Chile, la semana que le siguió fue exactamente lo que sabíamos sucedería.

Todo esto lo advertimos miles de chilenos que, lejos de tener pasta de profeta, simplemente supimos leer la historia, comprender a nuestros contrincantes y los planes de estos. De eso se trata la política, que es, entre otras cosas, la comprensión de la realidad y del cómo las costumbres, las tradiciones y la estructura legal de una sociedad se comportan, y, cómo nos comportamos en esta. Quienes aprobaron este proceso fueron explicados hace más de 23 siglos por Aristóteles en su Ética Nicomaquea: “Cada uno juzga bien de aquello que entiende… Por esta causa el hombre joven no es oyente capacitado para la disciplina de la política, porque no está experimentado en las obras de la vida… Además, como se deja mucho regir por las pasiones de su ánimo, es vano e inútil su estudio”.

Lo que no parecen comprender aquellos que nos están empujando al despeñadero es que en la vida y en los sistemas sociales, también aplica la tercera ley de Newton: “a toda acción, se opone una reacción igual en magnitud y en dirección opuesta”. Aquellos que creen comprender y representar ese “pueblo mágico” que dicen representar, desconocen lo que realmente piensa y desea el verdadero pueblo chileno, que incluye a la mayoría de nosotros. Es este pueblo el que mira atento y, tarde o temprano, pasará la cuenta, tal como señala la sentencia “tanto va el cántaro a la fuente, que termina por romperse”. En otras palabras, como decía un refrán brasileño, no se debe molestar al jaguar con la vara corta, pues el felino aguanta paciente el primer amague, el segundo, el tercero, hasta que de repente, ataca. La paciencia de la ciudadanía tiene un umbral que, al ser ultrapasado, la lleva a reaccionar. No sólo aquellos que con aires de intelectual defendieron y justificaron la violencia que llevó al proceso constituyente, sino que cada uno de los que contribuyeron a este pandemonio, van a recibir una respuesta de parte los chilenos de bien.

La ciudadanía siempre termina respondiendo a las fechorías de los gobernantes, puede demorar, pero el principio de acción y reacción siempre termina operando. No es necesario ir muy lejos en la historia. Es cuestión de mirar una semana atrás, en que la población cubana está saliendo a las calles clamando por libertad. Sí, ese infierno en la tierra que ha sido para el pueblo cubano desde 1959 hasta el presente, con hambre, miseria, represión, tortura y espionaje, que tanto defienden las izquierdas latinoamericanas, no ha sido suficiente como para que la ciudadanía no se levante. La respuesta demoró 62 años, pero sucedió. Es cuestión de tiempo para ver cómo reaccionamos en Chile.

Desde que se desataron las fuerzas del mal, no han faltado los que han propuesto ideologías que apuntan a que el hombre puede alcanzar un estado de perfección por sí solo; vemos a nuestro país y nos damos cuenta de que tal cosa, así como la tal “refundación” que algunos energúmenos proponen, es un imposible. Tanto caos y degradación moral e intelectual desanima, e inclusive hace tambalear la fe y nos lleva a creer que no tenemos más remedio que seguir el camino de la destrucción. En esos momentos, debemos recordar el relato del diluvio en el libro del Génesis. Noé fabricó un arca donde serían rescatados de la destrucción animales y una familia de justos. El arca era un navío que no contaba ni con velas ni con timón, sin embargo, al subir las aguas no quedó a la deriva absoluta pues contaba con Dios mismo al mando, como su capitán que la llevaría a tierra firme. Tal como el arca, nuestra nación, entregada con confianza a la mano del Eterno, puede encontrar su rumbo. Firmes en Él, en nuestros principios y en la fortaleza que nos da el deseo de un mañana próspero y en libertad para nuestra nación, podemos y saldremos de la encrucijada.

Esta batalla la ganaremos con patriotismo, con la razón y de rodillas. Cuenta la historia que, durante las cruzadas, los Caballeros Templarios antes de entrar a la batalla se arrodillaban encomendándose al Dios Todopoderoso bajo su lema “Non nobis Domine non nobis, sed Nomine Tuo da gloriam” es decir, “No a nosotros Señor, nos des la gloria, no a nosotros, sino a Tu nombre”. Nuestro esfuerzo no es por nosotros, es para la Gloria de Dios y por nuestra Patria.