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Primarias: ¿Sensatez o sentimientos?

Este domingo, la extrema izquierda y la centroderecha definirán a sus candidatos presidenciales a través de elecciones primarias. Lo que parecía un trámite para Daniel Jadue y para Joaquín Lavín, a pocos días pareciera que no es tal.

El primer factor clave será la participación electoral. En 2013, casi tres millones de chilenos fueron a votar y principalmente lo hicieron por la Nueva Mayoría y Michelle Bachelet como candidata estelar. En 2017, apenas 1,8 millones de chilenos concurrieron a las urnas y una mayoría de ellos votó por la derecha y allanaron el triunfo a Sebastián Piñera. Es probable que la fatiga pandémica y electoral, junto al fin de semana largo y la baja energía de algunos candidatos, no permita acercarse ni de lejos a esas cifras. Una baja participación dejaría abierta la elección para noviembre e impulsaría las chances de quienes este domingo no están en la papeleta electoral (¿Carlos Maldonado seguirá en el Servel?).

Un segundo dato clave: ¿Qué coalición llevará más gente a votar? Si bien no es un predictor del resultado final, si Apruebo Dignidad lleva más gente a las urnas sería una novedad total. Si los tres partidos del oficialismo no son capaces de superar al frente amplio y a los comunistas en participación electoral, significa que la crisis de la centroderecha es más profunda de lo que sus partidarios están dispuestos a aceptar.

Un tercer elemento para considerar de la elección será quién y por cuánto gana el candidato que triunfe en cada contienda electoral. No da lo mismo ganar por un voto, que establecer diferencias amplias y significativas con sus respectivos rivales. Lavín y Jadue han liderado las encuestas durante el último año, y si ganan por escaso margen sus respectivas contiendas, la validez y profundidad de esos sondeos se vuelve a cuestionar.

En la derecha, como aperitivo, Briones no supo aprovechar la plataforma electoral para plantear ideas innovadoras ni frescas, ni hacer pedagogía con su vasta experiencia en políticas públicas. Al contrario, dedicó la mitad del tiempo a defenderse de los errores que cometió como ministro y la otra mitad a revivir el legado de Pinochet y una curiosa aproximación a los derechos humanos. Desbordes, por su parte, tuvo debates razonables, pero ideas intrascendentes. Jamás pudo superar la lapidaria derrota en la elección de su propio partido y el éxodo de parlamentarios que lo dejaron de apoyar. Si ni los tuyos te quieren, qué le queda al resto que quieres convocar.

El plato de fondo se lo disputan Lavín y Sichel. El ex DC ha logrado hábilmente posicionarse como independiente y un rostro nuevo, a pesar de tener más partidos que tatuajes en el cuerpo y que viene haciendo política desde la salacuna. Su gran debilidad, la falta de apoyo territorial; su gran fortaleza, su trillada historia personal. Lavín, por su parte, es un experto en la carrera presidencial. Con dos derrotas presidenciales a cuestas, maneja los tiempos políticos y sorprende siempre con su gran habilidad comunicacional. Lo único que le juega en contra es la fatiga lavinista: luego de 22 años buscando llegar a La Moneda, hay algunos que simplemente no lo quieren ver más.

En la izquierda, lo que parecía un paseo y la previa de la apuesta senatorial de Boric, se ha convertido, en cosa de días, en una incógnita total. Jadue pasó de ser un exitoso alcalde vinculado al Partido Comunista, a un comunista vinculado a una municipalidad. Con un programa de gobierno más parecido al libro rojo de Mao que a un proyecto de futuro, y con una prepotencia contra las mujeres, los medios y sus adversarios digna de estudio comunicacional, siguió al pie de la letra el manual que escribió Karina Oliva para perder la gobernación metropolitana.

Boric, en tanto, se transformó en un oso de peluche, imposible de odiar. Comiendo sopaipillas con los socialistas y cultivando un bromance con su adversario comunista, dedicó su campaña a subirse a los árboles, leer poemas y hablar maravillas de la unidad y la paz mundial.

Puede que este domingo no pase nada y veamos la primaria menos participativa y fome de nuestra historia electoral. Pero, también, puede ocurrir que nos llevemos una sorpresa tremenda y que, en el momento menos esperado, ganen candidatos inesperados que podrían revolver el cada vez más abierto cuadro presidencial.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por La Tercera, el miércoles 14 de julio del 2021.