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Populus vult decipi, ergo decipiatur

El verano llegó, y pese a las inusuales vacaciones en estos tiempos de incertidumbre, la actividad política y social, de cara a este 2021 que será decidor (ojalá sea más bien Termidor), no cesa, más aún, no para de sorprendernos. El engaño y el doble estándar, tan propios del juego sucio de la política, han proliferado como una pandemia paralela a la del SARS-CoV-2, no comparable en su letalidad, pero sí en su infectividad.

Sí, esa es la realidad. En tiempos en que abundan los “sabelotodo”, simples personajes con bajo nivel de formación y altísimo nivel de maldad, vemos cómo la ciudadanía se entrega fácilmente a las distorsionadas visiones de la realidad que ofrecen estos inescrupulosos personajes, “verdaderos gurúes y expertos” en epidemiología, ciencias políticas y en las más diversas materias. Pareciera ser que la pandemia también ha afectado el sentido común de las personas, llevándolas inclusive a querer ser engañadas y creer en las fantasías de la desinformación y, en el caso de los políticos, promesas casi mesiánicas. “Populus vult decipi, ergo decipiatur”, “el pueblo quiere ser engañado, luego que se le engañe”.

En el escenario actual vemos que han surgido, como era de esperar, una abundante cantidad de precandidatos presidenciales, muchos de los cuales parecen no darse cuenta de que pretenden aspirar a la presidencia de la República, y no a la presidencia de curso. Tal conducta es esperable viniendo del Frente Amplio. En lo que respecta al resto, pasando por el PS, DC, Evópoli y RN, encontramos una gama de alternativas, todas con un factor en común: la sinuosidad, cuyo objetivo es el intento por desmarcarse de ciertos principios, pasados, o inclusive presentes que sus sectores representan. Candidatos de “derecha” que no quieren parecer de derecha. Sí, me refiero al señor Desbordes, Lavín ya es caso perdido; candidatos de izquierda que no quieren ser asociados al terrorismo que amparan o algunos (as) que se presentan abiertamente como un refrito de la expresidenta Bachellet. Tenemos entonces, nuevamente y como de costumbre, sobreabundancia de propuestas “lumami”, que suenan luminosas, ansiosas por ser creídas por una ciudadanía que, consciente o inconscientemente, quiere ser engañada. En el fondo se establece un grotesco juego de mentiras: el ciudadano sabe que el candidato es pésimo y no tiene nada a ofrecer, pero que usa las palabras de la manera como las quiere escuchar, consumándose así el engaño.

Ahora, igual o peor que el dejarse engañar es el doble estándar, que ha alcanzado niveles inauditos. Tenemos el caso del diputado Alarcón, quien fuera acusado, con pruebas, de abuso sexual. ¿Y dónde están las performances de las militantes feministas, con cola de caballo y todo, para acusarlo con su consigna “el violador eres tú”? ¡Pero claro! Este “honorable”, copia chilensis de Los Tres Chiflados, es de izquierda, por lo tanto, su crimen no pasa de un “error”, pasible de una sanción de 15% de su suculenta dieta parlamentaria además de censura, sanción inocua en sí misma para un parlamentario cuyo aporte es nulo. Otros congresales proponen indultar a los terroristas detenidos durante la insurrección por “razones humanitarias”, mismas razones tan manoseadas que no aplican a funcionarios de las Fuerzas Armadas, agricultores, pymes, transportistas, entre tantos otros, que han perdido la vida de manos de grupos criminales protegidos por la izquierda chilena.

La pandemia del doble estándar ha llegado también a América del Norte. En los propios EE.UU, previo al cambio de mando, congresales demócratas llamaban de “insurrección y salvajismo” la irrupción, ciertamente inaceptable, de manifestantes en el Capitolio, sin embargo, en medio de la asonada de grupos anti-sistémicos (Antifa, Freedom Road Socialist Organization, FRSO, entre otros) en más de 30 ciudades, que incluyó encerrar policías dentro de su cuartel para luego incendiarlo con ellos dentro, eso no fue tildado de salvajismo. Hace cuatro años rasgaban vestiduras porque el expresidente Trump en pocos días intentaba deshacer gestiones emblemáticas de la era Obama; hoy, la actual administración hace exactamente lo mismo con la gestión del expresidente Trump, con el total apruebo de quienes cuatro años antes pataleaban.

A pesar del azote de las pandemias del engaño y el doble estándar, que prometen nuevos rebrotes a lo largo de este año, cada vez son más los chilenos con sentido común que no solo han desarrollado inmunidad frente a tanto disparate, sino que han agudizado su olfato para detectar aquellos que mañosamente insisten en sinuosidades. En este período de vacaciones, en que ciertamente nadie irá muy lejos, lo invito a hacer un pequeño ejercicio de análisis de la gran gama de precandidatos presidenciales, constituyentes, alcaldes y concejales para así formar su propia opinión. Verá que propuestas coherentes, con sentido común, promotoras de la libertad, en favor de la ciudadanía, que no validan la violencia, que respeta los valores republicanos, sin sinuosidades ni populismos, las encontrará en un solo sector, que aglutina republicanos, conservadores y libertarios, la derecha a secas.