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Empresa y sociedad: un valor compartido

A lo largo de la historia, las sociedades han progresado gracias a que contaron con emprendedores que aportaron a toda la comunidad. Más que un interés individual, su valor debiera ser compartido de manera pública. Como escribió el historiador Alejandro Gómez, son verdaderos “creadores de riqueza” que cambian nuestras vidas.

Quizás el lector esté pensando en emprendedores que nos revolucionaron la forma de ver películas, leer libros, escuchar música, comunicarnos e incluso alimentarnos. Pero no debemos olvidar que su aporte es global, aunque a veces imperceptible. Alguna vez alguien inventó un botón, una aguja, un cuaderno, pero no necesariamente él mismo tuvo la capacidad de expandir y masificar su consumo.

Son los empresarios los que canalizan la observación que muchas veces estuvo frente a nuestros ojos y fuimos incapaces de darnos cuenta del valor que pueden agregar a nuestras vidas. En ellos no hay distinción de raza, color, sexo, clase social. Varios provienen de familias ricas, pero otros miles no tenían nada y su éxito constituye una verdadera lección de movilidad social.

Desde el surgimiento de los mercaderes medievales se ha venido produciendo una revolución económica en la que los hombres de negocios tienen un papel fundamental. Con la irrupción del dinero, los bancos y la obtención de legítimas ganancias, las compañías fueron abriendo el camino hasta que la revolución industrial provocó el mayor salto en el crecimiento de la historia de la humanidad.

Por estos días hemos conmemorado la gran travesía del navegante Fernando de Magallanes, cuya gesta fue dar la primera circunnavegación a la tierra descubriendo el Estrecho que lleva su nombre en 1520. Una verdadera empresa, liderada por un hombre cuyo desafío fue cambiar el mundo. ¿No es acaso eso lo que hacen los emprendedores?

El historiador Carlo Cipolla, en su libro “Máquinas del tiempo y de la guerra”, plantea que si el progreso tecnológico se hubiese confiado solo a los artesanos, habría sido demasiado lento como para que todos nos beneficiemos de él. Gómez demuestra que el emprendedor–empresario, sin distinción del momento histórico, ha actuado de manera creativa, tenaz, innovadora, persiguiendo un sueño, triunfando sobre los obstáculos y sobre todo siendo capaz de superar las crisis.

Una lección importante para los tiempos actuales de pandemia y malestar económico. ¿Acaso nuestra esperanza en la vacuna para el Covid19 no está en que alguien no solo la invente, sino que se produzca masivamente, se comercialice y que llegue al menor precio posible a la mayor cantidad de rincones del mundo? No será un milagro el que permita que las dosis estén en cada uno de los vacunatorios o farmacias del planeta, sino que la acción concertada entre lo público y la empresa privada.

Se equivocan quienes ideológicamente le endosan a la actividad empresarial los males del “capitalismo”. Es cierto que han existido, existen y existirán algunos inescrupulosos carentes de ética. Otros son esclavos de ansias de poder que con su actuar corrompen todo lo que tocan y enlodan una acción más pública que privada. A ellos, que caiga todo el peso de la ley y la sanción social.

En el documental “The call of the entrepreneur”, producido por Acton Institute, se observa cómo el espíritu de superación, el deseo de ser grande, pero sobre todo la confianza en la libertad del individuo no solo permite salir adelante, sino que le entrega al empresario la posibilidad de aportar con responsabilidad social.

No en vano, el propio Michael Porter afirmó que las empresas y la sociedad deben unir sus esfuerzos para obtener un beneficio común. Lo que es bueno para la comunidad es bueno para los negocios; en tanto que la eficiencia económica no está reñida con el proceso social.

El valor compartido no es caridad, sino que surge de la generación de beneficios entre empresa y sociedad.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Líbero, el miércoles 11 de noviembre de 2020.