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El matrimonio no puede darse entre homosexuales

Se comienza otra vez a discutir en Chile la creación de lo que Michelle Bachelet llamó falazmente el “matrimonio igualitario”. Algunos dicen que las palabras pueden cambiar de significado con el correr de la historia. Otros sostienen que hay que cumplir el Acuerdo de Solución Amistosa al que llegó el Estado de Chile con el Movilh y por ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Finalmente, otros sostienen que sería discriminatorio negar el matrimonio a los homosexuales.

Examinemos brevemente cada uno de estos puntos. En primer lugar, las palabras tienen dos dimensiones, una es la voz y otra el significado. Éste originariamente es un concepto que constituye la semejanza inteligible de una realidad, sea ésta substancial o accidental. La voz es convencional o institucional, y cambia con el tiempo y el espacio. Pero el significado no lo es. Por esto es posible la traducción de una lengua a otra. “Dog” y “perro” son dos voces que significan el mismo concepto. Las discusiones serias tienen que versar sobre las cosas significadas por los conceptos, no sobre las voces: “de nominibus non est disputandum!”, ¡No debe disputarse sobre meros nombres!.

Pues bien, la realidad llamada “matrimonio” es una institución natural y constituye el marco adecuado para la procreación, crianza y educación de los hijos. Por ser el marco adecuado, es también el origen canónico de la consanguinidad. Nuestros tíos, hermanos, abuelos, etc. proceden todos de la unión de un hombre y una mujer. El mejor marco para que se haya dado esa unión es el matrimonio, porque sólo un compromiso serio de permanecer juntos por toda la vida garantiza el ambiente en el que los niños pueden ser recibidos y criados con la colaboración de los dos progenitores, además de que garantiza también el respeto a la dignidad de los cónyuges y su maduración en el amor. En efecto, el amor conyugal es una tarea difícil que llega a su madurez precisamente cuando se superan las muchas dificultades que se le van planteando durante la vida.

El Acuerdo de Solución Amistosa a que llegaron Bachelet y el Movilh por ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos no es sino un fraude a la Constitución de Chile. Bachelet pretendió comprometer al Estado Chileno sin la aprobación del Congreso en asuntos en los que ni siquiera un tratado internacional habría podido cambiar el ordenamiento jurídico porque consistían en materias constitucionales pertenecientes a la estructura básica del Estado. Gústele o no a Bachelet, la Constitución chilena dice que “la familia es el núcleo fundamental de la sociedad”. Cierto que ella quiere cambiar eso, y tiene escrito un proyecto de pseudo-Constitución en que propone cambiarlo. Pero no puede ella consagrar su espurio proyecto por la vía de un fraude a la Constitución y a la ley. Si el Movilh quiere demandar al Estado de Chile por incumplir ese Acuerdo, que lo haga. Chile tiene que pensar si va a seguir acatando órdenes de organismos internacionales que claramente sobrepasan por entero el marco legal internacional que dio competencias a esos organismos, y que violan los principios estructurales más básicos del Estado chileno.

Claro que, como ha dicho el profesor Cristóbal Aguilera, a nadie extrañaría ya que el presidente Sebastián Piñera continuara llevando adelante el fraude a la Constitución perpetrado por Bachelet. Él ha demostrado ser un revolucionario de corazón. Pero, si lo hiciera, estaría traicionando a la mayoría de los chilenos que confiamos en él cuando votamos por él en la última elección. Perdería así el único apoyo que impide que caiga miserablemente antes del término de su mandato. Y pasaría a la historia como el hombre que puso las bases para la abolición legal de la familia chilena. Así, la abolición legal. Porque toda institución tiene que tener una estructura que la diferencie de otras realidades. Si cualquier unión “amorosa” puede llamarse “matrimonio”, entonces la palabra ya no significa ninguna institución, sino un puro engaño, que es lo que quieren los marxistas, interesados en la abolición legal del matrimonio y la familia. Que se lo piense bien Piñera.

En toda sociedad hay diferencias, y la justicia exige que se trate de manera diferente a los diferentes y de manera igual a los iguales. Por supuesto que esta “igualdad” se mide en relación con la estructura de las instituciones respecto de las cuales se juzga y en relación con el bien común. Dos hombres no pueden formar la estructura llamada “matrimonio”, que es el origen canónico de la consanguinidad. Tampoco dos mujeres. –A menos que usen un método artificial como la clonación, para satisfacer su “derecho” a tener hijos. ¿Se dan cuenta de que son las feministas del estilo de Judith Butler y el lobby homosexual los que quieren convertir a los niños en objetos de derecho?

Frente a las hordas revolucionarias e ignorantes que se creen, sin embargo, el culmen de la historia, todos los chilenos sensatos deben defender la justicia, la sensatez, el matrimonio, la familia y la Constitución que los protege.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por el autor en su blog  El Abejorro, el martes 20 de octubre del 2020.