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Pasito a pasito se derrumba el castillito

Hace rato que gran parte de la clase política perdió el foco. Había que acabar con el Estado subsidiario (y reemplazarlo por el solidario), terminar con las políticas focalizadas y garantizar derechos universales.

En 2017 teníamos 40 mil 501 familias viviendo en campamentos, un millón 115 mil personas en pobreza por ingresos y 412 mil en pobreza extrema, pero en la última campaña presidencial y parlamentaria de ese año, los candidatos de izquierda Alejandro Guillier y Beatriz Sánchez, por mencionar a los principales, no hicieron más que hablar de los derechos garantizados universales y de deconstruir el Estado subsidiario.

Es la lógica que impuso Michelle Bachelet en su última administración. Los pobres dejaron de importar -“dejemos de contar pobres”-, lo que interesaba era la desigualdad que produce un gran malestar en la sociedad e incuba la desconfianza y la violencia. La desigualdad se convirtió en el tópico favorito de sus políticas públicas y se dejaron de mirar a los que se quedan atrás, sobre todo cuando hay largos períodos en que se crean empleos marginalmente, como ocurrió durante su mandato.

Dejamos de mirar la falta de viviendas, el hacinamiento y la pobreza con la que ahora justificamos los incumplimientos de la cuarentena para detener la circulación del coronavirus. Lo único que importaba era la desigualdad. Este nuevo mantra permitió instalar políticas descabelladas para un país donde la mitad de sus trabajadores gana menos de 400 mil pesos mensuales (INE). Quizás el mejor ejemplo es el de la gratuidad en la educación superior. Dejando de lado requerimientos urgentes, como terminar con el hacinamiento o mejorar las pensiones, Bachelet logró convencer hasta a algún parlamentario de derecha que no había nada más importante que financiar en miles de millones de dólares a quienes ingresan a las universidades (inicialmente no incluyó a la educación técnica). Así, la gratuidad universal pasó a ser un derecho para todos, incluso para aquellos que no están calificados porque raspan el puntaje mínimo. Había que “correr el cerco”, se ufanaban, porque era una política sin vuelta atrás.

Y razón tenían, porque lo que se da no se quita y sería muy difícil pensar que el Fisco pudiera cambiar la gratuidad por estudiar con un crédito blando y contingente al ingreso. Por el contrario, ahora parte de la izquierda y de RN quiere condonar el CAE que permitió financiar el acceso a cientos de miles de estudiantes a una educación superior que les significará retornos superiores a los que no tienen la oportunidad de llegar a la educación terciaria.

Este mareo de derechos nos va a “cachetear” con los estragos que producirá la pandemia entre los más vulnerables. Los mismos que sólo se suben al carro de la desigualdad (hijos de padres de la lucha de clases) seguirán proponiendo soluciones como nacionalizar empresas, establecer un alto ingreso universal permanente, no pagar los servicios básicos, los permisos de circulación o créditos, los colegios y los impuestos. O insistirán en financiar post natales por 9 o 12 meses, aunque la moción sea inconstitucional y beneficie a las mujeres más ricas y a 13 mil del total de 21 mil que tienen hijos anualmente, sin solucionar tampoco el problema más amplio de todos los padres que tienen dificultades para volver a trabajar con las salas cunas y jardines cerrados.

Es que seguimos sin mirarnos. Con las empresas, el comercio, la industria y la construcción cerrados, al fisco se le desploman sus ingresos y le suben geométricamente las necesidades que debe financiar, pero seguimos en la lógica que todo se puede. Basta con subir impuestos y crear nuevos al patrimonio para convertirnos en un Estado benefactor sin crear riqueza. ¿Fórmulas para crear riqueza? No se oye ninguna, no es tema cómo hacernos más productivos y crecer para poder repartir después esa abundancia. “Esas son disquisiciones de la derecha”, siempre podremos seguir financiando utopías emitiendo billetes. Total, ¿cuántos lo siguen haciendo en nuestro vecindario?

Pasito a pasito se derrumba el castillito…

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Líbero, el lunes 22 de junio del 2020.