- VivaChile.org - https://viva-chile.cl -

Prat traspasa las diferencias

Las noticias sobre el combate naval de Iquique recibidas en Santiago en la noche del 24 de mayo de 1879 causaron una honda emoción en la ciudadanía y unieron a un país tras un objetivo que, hasta entonces, no despertaba el entusiasmo de todos. El nombre de Arturo Prat, un oficial naval subalterno hasta entonces poco conocido, comenzó a ser pronunciado con veneración. Él y los tripulantes de la “Esmeralda” recibieron el tributo que se reserva a los héroes. Desde entonces, y sin interrupción, en cada pueblo y ciudad, en cada establecimiento escolar a lo largo de Chile, los días 21 de mayo de cada año se conmemora la gesta naval y se rinde homenaje a Prat. La figura de este héroe ha generado y genera una adhesión que traspasa las diferencias, transformándose en un vínculo de unidad entre los chilenos. Y esa adhesión, me atrevo a afirmar, no es producto solamente de la gratitud o del reconocimiento por un acto heroico. La mayoría de los chilenos ha comprendido que de su persona y de su vida emanan los rasgos propios de ese hombre bueno que todos quisiéramos ser.

Arturo Prat no fue un hombre brillante, de personalidad avasalladora o de una inteligencia superior. Fue un chileno normal, pero dotado de unas virtudes que reflejaban a una persona cabal. Los testimonios de sus familiares y subalternos lo consideran como una persona de “natural tranquilo”, “modesto”, “sobrio”, “moderado”, “atento”, “generoso”, “paciente”, “cumplidor del deber” y “constante”. A ello se unía lo que él mismo reconocía como una de sus virtudes: ser consecuente. En carta a su mujer le señalaba: “No cuento entre mis defectos la inconsecuencia (…) No tengo ninguna ambición; los honores ni la gloria me arrastran”. Su única aspiración era servir al país como marino y como abogado. Su gran anhelo era ver crecer a sus hijos en compañía de su esposa Carmela y morir como buen cristiano.

En la hora del combate final, Arturo Prat, “con esa calma que siempre fue el distintivo más característico de su modo de ser” -como reconocería el guardiamarina Vicente Zegers-, fue el hombre que siempre había sido. Sus palabras y sus actos finales daban cuenta de una vida en la que primaron el cumplimiento del deber y el servicio. Casi dos meses antes de su muerte, hablándole de la dolorosa separación a la que los obligaba la guerra, escribía a su esposa: “mi puesto y las circunstancias exigen (…) este sacrificio”. Palabras que bien pueden reflejar la fuerza que lo animó en la rada de Iquique el 21 de mayo de 1879.

La sencillez y coherencia de vida -atributos escasos en la actualidad-, que resaltan en Arturo Prat, atraen y hacen admirable su figura para los chilenos.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Mercurio, el domingo 17 de mayo de 2020.