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Nueva Constitución y responsabilidad personal

Todo parece indicar que nos hemos embarcado, ya sin retorno, en la construcción de una nueva Constitución. Muchos han advertido, con razón, que las soluciones a las injusticias estructurales no se logran con un nuevo texto constitucional, aun cuando en éste se consagre un “nuevo pacto social”. Comparto ese escepticismo.

Es cierto que la Constitución, como se dice, fija las reglas fundamentales del orden jurídico configurando las instituciones y estructuras de la vida en común. Fija el “modelo”, según la expresión habitual. Pero el modelo –sea institucional, político, social, económico-, en sí mismo, no existe. Es una abstracción, un ente de razón. Lo que verdaderamente existe y subsiste son las personas, y desde ellas fluyen sus acciones y las relaciones que éstas constituyen. Si Chile es un país donde existen estructuras injustas, y éstas en razón del modelo imperante –juicio que suscribo en varias materias-, es ante todo porque muchos hemos elegido ser injustos y relacionamos injustamente. El modo de obrar sigue al modo de ser.

Las leyes, en tanto promueven ciertas conductas –y éstas, siempre, desde una específica y nunca neutra teoría sobre la persona humana y su fin-, por cierto que influyen, pero accidentalmente. Esto es, no determinan unívocamente la decisión de nadie.

Pretender que nuevas y mejores normas –por cierto necesarias y urgentes en muchos casos- lograrán automáticamente el cambio conductual es una ilusión determinista que sólo generará mayor frustración, pues “ninguna estructura puede garantizar (…) el desarrollo desde fuera y por encima de la libertad humana” (Caritas in Veritate, 17).

No le echemos la culpa de todos nuestros males a un papel. Ninguna Constitución reemplazará la decisión personal de buscar el bien particular bajo razón de bien común. Por ello, temo que la cuestión de una nueva Constitución sirva para distraer y diluir mi responsabilidad –así, en primera persona- en esta crisis y su remedio. Chile es tal como es por lo que cada cual elige día a día: ser trabajador o flojo; estudioso o mediocre; generoso o egoísta; honesto o mentiroso; respetuoso o insolente; fuerte o cobarde; moderado o desmedido; justo o abusador; prudente o astuto.

El desafío entonces, me parece, está en responder la siguiente pregunta: ¿Qué tipo de persona debo y quiero ser para que el “modelo” imperante sea el que anhelo para la patria que tanto amo? Ésta es la nueva Constitución que Chile reclama: la constitución virtuosa de sus ciudadanos. Y aquí radica el “pacto social”: en el compromiso vital de todos los días, a pesar de mis debilidades, caídas y miserias, de intentar llegar a ser la mejor persona que pueda, con la ayuda de otros

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por La Tercera, el lunes 25 de noviembre de 2019.