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Defendamos la constitución

La Constitución Política de la República de Chile está en riesgo. Distintos actores políticos han recurrido a la “calle” o a encuestas de dudosa legitimidad para justificar al unísono que lo que Chile busca es un cambio constitucional. Los más osados se arrogan el derecho a imponernos la Asamblea Constituyente como único mecanismo para resolver ese desafío.

Primero, alegan algunos, tiene problemas de legitimidad en su origen. Arguyen que Chile está con una suerte de camisa de fuerza que le ha impedido desarrollarse y avanzar en temas sustantivos para la gente. Todo lo contrario, la Constitución chilena, aprobada en los 80 y ratificada por Ricardo Lagos el 2005, es la responsable del exitoso desarrollo de Chile en los últimos 40 años. Es la que nos permite diferenciarnos del fracaso de países como Venezuela, Bolivia o Argentina; la que ha asegurado la estabilidad que otros no han tenido como Perú o Ecuador; la que nos permite sobresalir en Sudamérica e incluso incorporarnos al liderazgo mundial en organismos como la OCDE o la APEC. Lejos de ser una camisa de fuerza, ha sido una herramienta fundamental. No es una Constitución perfecta, sin duda, pero ¿existe esa Constitución perfecta?

En segundo término, más que preguntarnos si queremos cambiar la Constitución, la pregunta debe ser si es necesario hacerlo y si los problemas y demandas sociales de Chile se resuelven cambiando ese instrumento. Algunos justifican este deseo afirmando que cambiando la Constitución van a mejorar todas las cosas y los derechos van a poder ser asegurados. ¡¿Cómo no se nos ocurrió antes?!

Populismo, puro y duro. No porque los derechos estén asegurados por ley vamos a resolver todas las urgencias sociales de Chile. Chile ha avanzado y ha avanzado mucho más que sus pares, porque ha podido hacerlo de manera gradual y estable. Las soluciones mágicas no existen y la utopía de que las leyes van a resolver los problemas sociales de las personas es falsa. Todavía tenemos mucho que avanzar y urgencias que resolver, pero solo fortaleciendo nuestras instituciones y ajustándolas a la realidad que cambia vamos a poder hacerlo correctamente.

Tercero, afirman los que dirigen las marchas, solo mediante una asamblea constituyente vamos a poder incorporar realmente las opiniones de las personas. Eso no es así y ellos lo saben perfectamente. Las asambleas en todo el mundo han sido capturadas por los ideólogos de la izquierda para definir los términos, alcances y reformas futuras de los temas que ahí se plantean.

Es un atajo antidemocrático que busca limitar el poder de los Gobiernos y del Congreso para secuestrarlo en favor de sus ideas. Chile ya vivió un ejercicio similar, con muy poca participación de las personas y las conclusiones fueron exactamente las que rechazaron millones de personas al votar en contra de Guillier y sus propuestas de reformas. Solo representaban a una minoría que participó y que busca imponerle su ideología al resto que no participa. Nueva Constitución, No + AFP y Alzas de Impuestos fueron rechazadas categóricamente por la gente. Para eso hubo una elección y para ello se eligieron representantes que validaran ese mandato.

Chile hoy necesita que el Gobierno no ceda ante la presión de la izquierda antidemocrática que quiere aprovechar esta coyuntura social para imponer a la fuerza sus términos. Necesita Ministros empoderados que defiendan el mandato que la ciudadanía chilena impuso al elegirlos para gobernar; necesita parlamentarios que defienda con firmeza la institucionalidad republicana que existe y que ha permitido impulsar el desarrollo de Chile. Si hoy solo un 14% de los chilenos dice apoyar al Presidente, es porque el 40% restante está decepcionado de su falta de carácter y de la debilidad para enfrentar las mentiras de la izquierda. Llegó la hora de recuperar ese mandato, con liderazgo y fuerza, antes que sea muy tarde.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Líbero, el martes 5 de noviembre de 2019.