- VivaChile.org - https://viva-chile.cl -

En la fiesta de la Hispanidad

El 12 de octubre celebramos la Fiesta Nacional de España, coincidiendo con la fecha del descubrimiento de América por Cristóbal Colón y con la festividad de la Virgen del Pilar. En otros tiempos o en otras latitudes se hablaba y se habla de la fiesta de la raza o la fiesta de la hispanidad. En realidad, es la fiesta de los españoles de la Península Ibérica y también de los españoles de América. Todos juntos hablamos, leemos, soñamos y rezamos en un mismo idioma: el español, lengua universal donde las haya. Por eso allí donde odian a España, odian igualmente el español y hacen cuanto pueden por marginar, prohibir y perseguir nuestra lengua. Dios los confunda.

Hoy en día, hablar de “descubrimiento” no es políticamente correcto. Los progres son multiculturales y a ellos no les gusta lo del descubrimiento. Les gusta hablar del encuentro de culturas o se preguntan quién descubrió a quién, como en la canción de Juan Luis Guerra.

Los pijos progres dicen que España fue una potencia invasora que impuso su lengua, su civilización eurocéntrica y su religión a los pueblos americanos, acabando con sus culturas y religiones autóctonas. Para esta banda de marxistas patéticos y de masones pretenciosos, los españoles fuimos unos bárbaros colonialistas, asesinos invasores de unas culturas que eran maravillosas y que nosotros, los españoles, destruimos. Se olvidan de que España fundó pueblos y ciudades; creó vías de comunicación y llevó las universidades al nuevo continente. Se olvidan de que España aprobó leyes para proteger a los españoles indígenas de América. Se olvidan de que, para los españoles, América es España: no una colonia. Los americanos eran españoles de pleno derecho y hoy en día muchos de nosotros seguimos considerando a nuestros hermanos americanos como españoles.

La única civilización que realmente se puede calificar como tal es la civilización cristiana: en nuestro caso, la Hispanidad. Todo lo demás es barbarie. Las culturas precolombinas vivían en la ignorancia; en la crueldad del infanticidio, de los sacrificios de seres humanos a los ídolos; en guerras inhumanas entre unas tribus y otras. El mito del buen salvaje es falso, es una gran mentira.

¿Que se cometieron injusticias y abusos durante la conquista de América? Pues claro que sí. ¿Qué sociedad no comete injusticias y abusos? ¿Miramos los que sufrimos todos hoy en día? Toda empresa humana está lastrada por nuestra condición de pecadores. No somos perfectos. Pero negar la grandeza de la gesta española en la conquista, civilización y evangelización de América ofende a la razón.

Y es que a los progres marxistas les encanta la dialéctica de buenos y malos, opresores y oprimidos, explotadores y explotados. Viven de eso: de propagar el odio desde una ideología simplista y maniquea que ofrece una pseudorredención puramente inmanente, in-transcendente, puramente materialista; porque para ellos no hay Dios ni “más allá”. Ellos quieren la felicidad de cortos vuelos en el “solo acá”; la felicidad del orgasmo y del lujo decadente. Engañan y estafan a la gente ofreciendo una felicidad falsa para así alcanzar el poder e imponer su ideología totalitaria a todos: a los que esperan ser redimidos por los ecocomunistas y a los que no. Y a los que no queremos ser redimidos por estos tipos nauseabundos ya sabemos lo que nos tienen reservado: los campos de reeducación y de trabajo para redimirnos de nuestra condición contrarrevolucionaria. Tienen ustedes una buena muestra de lo que les cuento en China, Corea del Norte, Cuba, Venezuela… Ese es su paraíso. Todo para ellos.

Los ecocomunistas odian España. Aspiran a destruir nuestra patria. Odian a España como odian a Dios. Son dos conceptos que para ellos van indisolublemente unidos. Quieren acabar con Dios y con España. Son los mismos: fíjense bien. Y a los que amamos a Dios y a España nos odian sobre todas las cosas: somos los “fachas”, la “extrema derecha”, los “franquistas”… Lo peor de lo peor.

También trabajan por la destrucción de España los liberales masones, paganos y enemigos de Dios; liberales agnósticos o ateos; la derecha pagana que igual defiende el aborto que la ideología de género. Son globalistas, títeres de Macron y de Soros y del Bilderberg y de todas las agencias internacionales controladas por los gerifaltes del Nuevo Orden Mundial. Los masones llevan trescientos años tratando de destruir España. Y no se cansan: siguen. Estos son tan dañinos como los ecocomunistas, aunque por lo general son más aseados. Unos llevan rastas y coletas; los otros mandiles, compases y escuadras. Su factor común es el odio a Cristo. Para estos, quienes amamos a Dios sobre todas las cosas y a la Patria somos simplemente “meapilas” despreciables. Ellos pisan crucifijos, adoran a Lucifer y hablan de un Gran Arquitecto: apóstatas despreciables.

Los ecocomunistas y los masones tienen razón en una cosa: la identidad de España está intrínsecamente ligada a la fe católica. España es la Cruz frente a la media luna de los mahometanos que nos pretendieron imponer por la fuerza de las armas su religión y su tiranía durante casi ochocientos años. Si antes nombrábamos a Cuba o a China, ahora es obligado mencionar como ejemplos de estas teocracias tiránicas, bárbaras y despóticas a Arabia Saudí, a Irán, a Afganistán, a Pakistán, a Libia, a Argelia, a Marruecos… ¿Les gusta este tipo de sociedades? Pues váyanse ustedes a vivir allí.

España es la Cruz. Y sin la Cruz, España no es nada. Por eso todos los enemigos de España son enemigos de la Cruz. Lo vemos ahora con el caso de la tumba de Franco. Después de cuarenta años, los que perdieron la guerra civil han aprobado una ley – la Ley de Memoria Histórica – para ganarla. Franco ha sido derrotado por “la democracia”. Enhorabuena. Felicidades. Lo suyo resulta realmente patético. Están superando al esperpento más grotesco con su odio. Su estupidez resulta ciertamente de dimensiones cósmicas (y ridículamente cómica). Después de cuarenta años muerto, han derrotado a un cadáver y van a humillar sus restos mortales profanando su sepultura. ¡Héroes, que sois unos héroes!

Estos mamarrachos intelectuales creen que pueden cambiar la historia a su gusto a base de leyes y decretos. Quieren reavivar los odios y volver a enfrentar a los españoles entre sí porque creen que eso les da réditos electorales. Dan mucha leche.

En realidad, del Valle de los Caídos lo que les molesta no es la tumba de Franco, sino los benedictinos, fray Santiago Cantera y, sobre todo, la Cruz. Les encantaría dinamitar la Cruz del Valle, como les encanta rememorar sus hazañas cuando allá en el 34 dinamitaron la Cámara Santa de la Catedral de Oviedo o cuando fusilaron y dinamitaron la imagen del Sagrado Corazón del Cerro de los Ángeles. Odian a Dios y odian a España. Por eso los pijo-progres simpatizan con toda clase de separatistas: con los vascos de Bildu/ETA (con los que han pactado los socialistas en Navarra), con los independentistas catalanes (con los que pactaron para echar a la derecha pagana del gobierno), con los secesionistas valencianos, baleares, canarios… Hay que derribar cruces, incitar a la profanación de iglesias y catedrales, lanzar proclamas de odio como el famoso “arderéis como en el 36”; o esa otra tan sesuda de “la única Iglesia que ilumina es la Iglesia que arde”; y procurar la ruptura de España y la eliminación de la fe católica de sus tierras y sus gentes. Eso es lo que pretenden.

Pero algunos – pocos es verdad – resistimos.

Pues bien. En el día de la Fiesta Nacional, proclamo públicamente mi amor a Dios y a España. Me siento orgulloso de ser español y católico. No hay nada más grande que ser compatriota de Hernán Cortés y de Pizarro. Soy español como Juan Sebastián Elcano. Soy español como Cervantes, como Quevedo, como Góngora; católico como Santa Teresa de Jesús o San Juan de la Cruz; español como el Marqués de Santillana y como Jorge Manrique; como Velázquez y Zurbarán y Ribera y Picasso y Miró y Gaudí y Albéniz y Falla. Soy español como Ortega y Gasset, como Unamuno, como Miguel Hernández, como Alberti, como Pedro Salinas, como Gerardo Diego, como Jorge Guillén, como Juan Ramón Jiménez, como Azaña, como los hermanos Machado, como Valle-Inclán; católico y español como San Ignacio de Loyola y San Francisco Javier; como San Francisco de Borja y San Juan de Ávila; como la Madre Maravillas; como tantos y tantos poetas, artistas y santos; como tantos militares y tantos héroes que dieron su vida por Dios y por España desde Covadonga hasta el día de hoy. Me siento orgulloso de ser español. Me siento orgulloso de mi bandera. Me siento orgulloso de profesar la fe de mis antepasados: la de la Santa Madre Iglesia Católica, Apostólica y Romana. Me siento orgulloso de mis padres, de mis abuelos (que por cierto combatieron uno en cada bando durante la Guerra Civil), de todos mis antepasados como mínimo desde la época del Rey don Pelayo hasta hoy. Y me siento orgulloso de mis hijos. Y espero que mis nietos hereden intacto el legado cultural, histórico y religioso de España y también se sientan algún día orgullosos de ser españoles.

Estamos en deuda con nuestros héroes, con nuestros militares, con nuestra Guardia Civil y con nuestra Policía Nacional; y yo me siento en comunión con nuestros santos y con nuestros mártires.

Orgullosos de ser españoles. ¡Viva España! ¡Viva Cristo Rey! ¡Viva la Virgen del Pilar!

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por InfoCatolica el sábado 12 de octubre de 2019.