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Vía chilena a la corrupción

¿Existirá un padrón histórico que tipifique nuestra relación con la corrupción? No me refiero a abusos y delitos que se repiten, sino a cómo se les exculpa o minimiza, lo más grave. En efecto, lo primordial ha sido la relativa tolerancia de prácticas nocivas que, pasado un muy largo tiempo, desemboca en culpas genéricas antes bien que en responsabilidades concretas. Pasó durante la Colonia con la compra de cargos y el contrabando; con la intervención electoral desde el Ministerio del Interior durante el dominio del autoritarismo presidencial bajo la temprana República; y con el cohecho o compra de votos una vez consolidado el parlamentarismo y proyectada la partitocracia en el siglo XX. Cuestiones que se resolvieron mediante razias y tribunales especializados bajo dominio español, juntas de mayores contribuyentes a nivel municipal desde 1874, la Contraloría en 1927, y la cédula única en 1958.

El problema se vuelve hasta más complicado y nebuloso en el XX. El Estado crece. A principios de siglo se tacha al régimen imperante de plutocrático. Aparece Arturo Alessandri y se habla de su “execrable camarilla”; bajo los radicales, de “empleomanía” que luego hubo que “barrer”; y se sabe de “powerbrokers” o favoritismo clientelar involucrando a partidos políticos y lazos ideológicos (agudo bajo Frei padre y los DC). Finalmente, llegamos a nuestra época, en que se maneja el Estado más poderoso, los militares disponen de gigantescas tajadas del presupuesto nacional (secretas además), las municipalidades cuentan con enormes recursos, y está claro que las empresas estatales operan de tal manera que si fueran privadas quebrarían.

Pero, conste, se ha seguido operando bajo el supuesto de que el país es serio. ¿Aun cuando nunca se ha estado más próspero que ahora último, motivo que en América Latina suele corromper? Sí, incluso ahora. En nuestro caso, las instituciones “funcionarían”, de ahí que la máxima autoridad de gobierno se entere “por la prensa”. Cuesta creerlo con todo el formidable poder que desde La Moneda se puede esgrimir. Los índices de corrupción, además, se disparan a partir del gobierno de Lagos (sobresueldos, MOP-GATE…); familiares de presidentes son llevados a tribunales; dos comandantes en jefe están siendo acusados “a la peruana” (aunque en nuestro caso se sindica a militares, no a presidentes); el “lobby” sigue estando igual de turbio; empresas se coluden (y deshacen de sus computadores arrojándolos al vecino canal), mientras otros empresarios financian a congresistas sin distingos; y el Partido Socialista, solo recién, se percata que ha sido infiltrado por el narcotráfico.

Raro que nos creamos puros y castos y, sin embargo, andemos perdiendo sucesivas veces nuestra virginidad. Ocurre con una opinión pública sorprendida cada vez que estalla un escándalo.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por La Tercera en  https://www.latercera.com/opinion/noticia/via-chilena-la-corrupcion/720830/, el sábado 29 de junio de 2019.