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Deslealtad, víbora venenosa

Patrick Deneen ha afirmado que “el cultivo de capacidades como la confianza y la fe, pueden reemplazar cuanto negativamente caracteriza a nuestra era: la desconfianza, el distanciamiento, la hostilidad y los odios”. 

¿Y qué causa este clima de desconfianzas de ida y vuelta en que nos encontramos capturados? ¿Qué produce esos distanciamientos que terminan a veces en hostilidades y odios?

En gran parte, esa siniestra víbora que es la deslealtad. Tantas son sus manifestaciones que parecen gorgonas, o sea, múltiples serpientes en la cabeza humana, cada una con su lengua bífida.

Por ejemplo, esta secuencia, una entre tantas.

Se acepta un trabajo con la plena conciencia de que se lo dejará pronto  -en cuanto aparezca una oferta mejor o una lata insuperable-  a pesar de que se ha jurado fidelidad eterna en la entrevista decisiva.

Se oculta información relevante para éste o para aquel compañero de trabajo, porque conseguir que el otro se estanque podría facilitar el ascenso propio.

Se escribe en difícil, en incomprensible, todo lo que no conviene que se entienda. Las cartolas de las tarjetas de crédito resultan diáfanas al lado de ciertas minutas redactadas para que no se comprenda nada… y se pueda hacer todo.

Se formula una denuncia mentirosa  -a veces, incluso, de modo anónimo, colectivo o por las redes-  con la plena conciencia de que es el modo de liquidar a alguien, porque desde un comienzo será validada, acogida, investigada y divulgada, casi sin respeto alguno por la presunción de inocencia y por la dignidad del denunciado.

Se abandona al maltratado, al perseguido, al denunciado, a pesar de que se tiene claridad total de la injusticia que sobre esa persona recae. Siempre se piensa que el obús que está estallando a cinco metros del propio escritorio es el último y que jamás la artillería enemiga dará en el blanco personal.

Se pela, y se pela, y se pela, y se pela.

Y cuando ya “el ambiente no da para más”, se abandona el trabajo y se usa la información reservada obtenida, a pesar de que con ella se beneficia a la competencia, para la que ahora se comienza a trabajar…  jurándole fidelidad, aunque ya se sabe que…

¿Cómo romper estas cadenas de pobreza humana?

La lealtad se aprende; es virtud que tiene contornos perfectamente aprehensibles por el corazón humano si se la explica bien, tanto en sus expresiones generales como en las manifestaciones específicas para cada tipo de trabajo.  ¿En cuántas organizaciones los recién incorporados tienen que pasar por un ciclo formativo en que la lealtad sea tema muy importante? 

Pero, también la lealtad puede formar parte de los compromisos contractuales: en letra grande se pueden exigir esas transparencias y esos respetos que antes formaron parte de nuestra cultura, pero que una vez perdidos en nuestra actuación práctica, deben quedar normados y aceptados expresamente. Si su denuncia es falsa, por mentir, usted se expone a esto y a aquello. Clarito todo, y así veríamos disminuir las agresiones sin fundamento. 

Por último, si se sumase el afán por corregir toda pequeña deslealtad, todo pelambre, toda suspicacia venenosa, quizás ni las charlas formativas ni los contratos explícitos harían falta. Bastaría con percibir el buen ejemplo de personas maduras, leales y que, por eso mismo, se esfuerzan por ayudar a enderezar la rama torcida de la humanidad, por matar, una tras otra, esas víboras repugnantes.