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Carta abierta al Rector de la PUC

En consideración a la gravedad de los hechos registrados recientemente en la P. Universidad Católica, y a las repercusiones que tendrán, reproducimos aquí el texto de la carta que enviara a su rector el profesor Gonzalo Rojas Sánchez.

Carta abierta al sr. Rector de la P. Universidad Católica de Chile, profesor Ignacio Sánchez Díaz

Santiago 28 de mayo de 2018.

Muy estimado señor Rector:

Le escribo de este modo, en carta abierta, porque son muchas las voces dentro de nuestra comunidad universitaria que comparten las consideraciones que me permitiré hacerle, voces que quizás no tienen la misma libertad de la que yo gozo para manifestarme.

Aprovecho la libertad que efectivamente me da el afecto que usted generosamente siempre me ha manifestado, unido al hecho de que durante todos los años de su rectoría no he recibido encargos dentro de las tareas que usted encabeza. A esa falta de ataduras, se suma la evidencia –que también refuerza mi libertad– de que estoy en la parte final de mi vida universitaria y lo hago en ejercicio de la categoría de profesor Titular, desde hace 25 años.

Si todas esas circunstancias me otorgan libertad, ellas mismas me exigen responsabilidad.

Ante todo, quiere agradecerle la energía e inteligencia que Usted y su equipo han puesto en estas horas difíciles. Pero, al mismo tiempo, quiero expresarle mis objeciones al modo en que se ha conducido la crisis, al menos hasta las 9.15 hrs. del día de hoy.

Por eso, paso a expresarle mi posición y lo hago, primero, desde el dominio de mis sentimientos.

Quiero que usted sepa, estimado señor Rector, que desde que un minoritario grupo de alumnas de la Facultad de Derecho firmara una carta generalizando injustamente malos comportamientos específicos de algunos profesores, desde que no viera apoyo alguno de parte de Usted al cuerpo de profesores de la Facultad, desde que se realizaran manifestaciones grotescas y violentas en contra de nuestra institución, y hasta el momento presente, en que una toma de nuestra casa central se prolonga ya por más de 72 horas, el ánimo en que he vivido en estas últimas semanas es de una creciente tristeza, sólo superada por el afán de intentar revertir con paciencia y fortaleza una situación injusta y violenta. Nunca antes –y viví íntegra la experiencia del gobierno de Salvador Allende siendo ya alumno de esta universidad, así como el duro período 1983-89– había experimentado ni compartido con tantos otros profesores y alumnos, tan profunda desolación

Desde esa perspectiva, la de alguien que experimenta un gran dolor por la situación de su querida Universidad, me permito hacerle las siguientes consideraciones sobre la contingencia que vivimos.

1. El grupo de personas que mantiene bajo régimen de usurpación a la Capilla central, la Rectoría y sus dependencias, numerosas otras oficinas administrativas, y más de una docena de salas de clases, pudo haber sido desalojado en cuanto se negó al diálogo racional que, como usted bien lo afirmó, exigía una cara descubierta y –agrego yo– una deposición inmediata de la violencia. Pero, aunque los encapuchados mantuvieron su aspecto y su actitud, usted prefirió no restituir la situación a la normalidad, sino permitir que ya por más de 72 horas se prolongue la agresión. Con su decisión se han visto vulnerados los derechos de miles de profesores, alumnos y funcionarios de la universidad, incluyendo la dejación de los suyos propios. No resulta desproporcionado concluir que el mensaje de debilidad será muy bien comprendido por los actuales violentistas y por otros futuros agresores. Una deposición de la toma o un desalojo en las próximas horas o días no lograrán cambiar esa realidad.

2. El mismo grupo de ilegítimos ocupantes recibió desde el primer momento la seguridad de parte del Rector de que no habría sumarios en su contra. Se les otorgaron plazos breves para quedar protegidos bajo ese manto de impunidad, pero a pesar de que esos límites parecen haber sido sobrepasados, no se ha sabido de una decisión suya que pida el inicio de los procesos. Ciertamente, se mantiene abierta la esperanza de que el señor Rector rectifique esa decisión o de que, al menos, haya otros miembros de la comunidad universitaria que sí pidan el inicio de sumarios relativos a la toma. Resulta difícil de entender cómo en un clima reivindicatorio de sumarios para los comportamientos inadecuados dentro de la Universidad, este suceso –una toma que es una flagrante y continuada agresión a nuestra convivencia interna– pueda quedar sin investigación y sin sanciones.

3. Desde el primer momento, Usted ha manifestado una muy elogiable disposición al diálogo, como debe suceder siempre en nuestra cultura universitaria. Inicialmente, Usted excluyó de las eventuales negociaciones con los ilegítimos ocupantes la demanda relativa a la objeción de conciencia institucional, pero después nos informó que en las conversaciones no quedaba ningún punto excluido de lo que esas personas quisieran presentar. Con independencia de una eventual mala interpretación de sus palabras, lo que realmente está en juego, es si Usted considera o no inaceptables y no susceptibles de negociación alguna, no sólo las peticiones relativas al aborto, sino tantas otras que se refieren a la ideología de género, numerosas veces rechazada por el magisterio eclesiástico. Ese silencio –interpretado por algunos como ambigüedad– a muchos nos ha dejado perplejos. Ciertamente, los acuerdos a los que se pueda llegar con los violentistas serán también motivo de un profundo escrutinio.

Las tres situaciones descritas, como Usted bien comprende, ponen en serio entredicho la efectiva vigencia del principio de autoridad en nuestra Universidad.

Señor Rector: la situación que vivimos excede con mucho un problema de relaciones entre mujeres y hombres. Tiene un declarado y evidente trasfondo contracultural y político. Enfrentar la agresión sólo con la perspectiva de nuestros problemas internos es un enfoque parcial y destinado al fracaso. Por eso, creo muy necesario que Usted constituya un equipo de trabajo con personas que tengan una mirada amplia y bien fundada sobre el tema. Por cierto, si fuera de utilidad mi presencia en esa instancia u otras análogas, me encuentro disponible.

En cualquier caso, aprovecharé todas las instancias públicas de las que dispongo para divulgar los puntos de vista que le he manifestado.

Ciertamente, habría querido entregar estas líneas personalmente en su secretaría. Pero no he podido hacerlo y por eso, se las envío por correo–e. La razón es muy simple: la universidad sigue tomada.

Con mi mayor afecto y gratitud

Gonzalo Rojas Sánchez

Profesor Titular

Miembro del H. Consejo de la Facultad de Derecho