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El Padre Berríos y Crecer UC

No empecemos de nuevo con eso de que “el problema de este sacerdote es que dice verdades, pero en un tono que no corresponde”. Porque hoy no estamos frente a una verdad dicha en mal tono, sino frente a una falsedad dicha en buen tono.

Cuando un sacerdote presta apoyo público a un determinado movimiento o partido político, además de correr el riesgo de caer en un dañino clericalismo [1] (punto en el que no nos detendremos en esta ocasión), está implícitamente afirmando que tal opción política es, al menos, compatible con el Cristianismo. Veamos, pues, diversos puntos sobre los que se pronuncian tanto el Cristianismo como Crecer, para que cada lector saque sus conclusiones sobre la compatibilidad o incompatibilidad [2] de estos:

  1. Marxismo: Crecer se autodefine como una “plataforma política amplia de izquierda (…) a la que pertenecen compañeros y compañeras independientes y que militan en movimientos como el Frente de Estudiantes Libertarios (FEL), la Unión Nacional Estudiantil (UNE), el Frente de Acción Socialista (FAS) y Trazo Común”. Para no extendernos demasiado, detengámonos sólo en el primer movimiento mencionado por Crecer: el FEL. Éste cataloga su ideología como “comunista libertaria”, término con que hace referencia a una unidad entre anarquistas de izquierda y marxistas libertarios.

Así, mientras Crecer acepta y promueve dentro de sí la ideología marxista, el Magisterio de la Iglesia lo condena enfáticamente en diversas encíclicas y exhortaciones, entre las que se encuentran Quadragesimo Anno, Divini Redemptoris y Centesimus Annus.

  1. Dignidad humana y derecho a la vida: Crecer se ha mostrado en más de una oportunidad como partidario de regímenes que violan la dignidad humana y el derecho a la vida. En un video que capta los cantos de sus militantes durante el conteo de la primera vuelta en el Campus San Joaquín, se escucha claramente: “Somos los hijos de Guevara; hijos de Chávez y Fidel”. Días antes, además, el Presidente estaría afirmando sobre Cuba que allá se viven “altos grados de desarrollo humano”, y que “se dice que es dictadura, que no tiene elecciones, cuando sí tiene métodos de participación, como asambleas”.

A lo anterior se suma el hecho de que la “Plataforma” ha manifestado en reiteradas ocasiones su postura pro aborto (argumentando con consideraciones de salud pública).

La Iglesia, por su parte, siempre ha sido clara en el sentido inverso: Ha reconocido desde siempre la dignidad inviolable del ser humano (doctrina que se recoge también claramente en los textos del Concilio Vaticano II, como Dignitatis Humanae), condenando los regímenes políticos que la atropellan, así como los crímenes contra los inocentes, dentro de los que reviste especial gravedad el crimen del aborto (condenado por diversos actos y documentos magisteriales, entre los que destaca Evangelium Vitae). Así, una organización política que busca, al menos, no contrariar el Cristianismo, no puede pasar por alto que “Se le pedirá cuentas de la vida del hombre al hombre” (Génesis 9, 5).

  1. Libertad de enseñanza y proyecto educativo de las universidades católicas: Crecer ha criticado en su discurso público la confesionalidad de la Universidad Católica, además de cuestionar, expresamente hasta 2014 e implícitamente en 2015, la asignación de recursos del Estado a las instituciones confesionales.

La Iglesia, por su parte, defiende firmemente el proyecto educativo de las universidades católicas (y el respeto a los diversos proyectos educativos dentro de una sociedad con pluralidad de visiones), por la convicción de que el Cristianismo es un bien para las sociedades, y por la conciencia del indispensable derecho de asociación entre los miembros de la comunidad política que anhelan reunirse en torno a un ideario común. Sostiene, así, la importancia de velar por la “autonomía institucional” de las universidades y demás establecimientos educacionales, como puede verse claramente en textos del Concilio Vaticano II (concretamente, en Gravissimum Educationis), y en documentos como Ex Corde Ecclesiae.

A diferencia de lo que algunos han sostenido en las discusiones que ha suscitado este asunto, lo anterior no sólo no se opone, sino que además da razón de ser, a las palabras del Vaticano II en Gaudium et Spes: “La Iglesia, al vivir durante el transcurso de la historia en variedad de circunstancias ha empleado los hallazgos de las diversas culturas para difundir y explicar el mensaje cristiano en su predicación a todas las gentes, para investigarlo y comprenderlo con mayor profundidad”. Y es que sin un mensaje propio que transmitir, se volvería superfluo e innecesario tal esfuerzo de la Iglesia y de las universidades católicas de buscar los modos adecuados de transmitirlo.

En los puntos hasta aquí mencionados -y en otros que no abordaremos, para no extendernos demasiado, como la familia, la justicia social, la ideología de género, y la noción de la autoridad– habrán saltado a la vista del lector importantes divergencias de Crecer con el Magisterio de la Iglesia y, por tanto, con el Cristianismo. Así, no nos parece sensato que un sacerdote católico aparezca dando su apoyo a una agrupación como ésta.

Con todo, no faltarán (como no han faltado en los comentarios de pasillo y en las redes sociales) quienes digan: “Es que ese Cristianismo incompatible con Crecer es el Cristianismo de las Encíclicas, de los Papas y de los dogmas; es ese Cristianismo conservador que tanto Felipe Berríos como Crecer quieren combatir. Berríos está, simplemente, siendo fiel a su conciencia y a su visión personal del Cristianismo, que se condice, justamente, con la visión que tiene Crecer del Cristianismo”.

A un interlocutor como el anterior cabría responderle lo siguiente: El Padre Berríos, en cuanto sacerdote católico, no sólo debe fidelidad a su conciencia, sino también a la Iglesia. Al menos así se sostiene en la Profesión de Fe que hacen los sacerdotes: “(…) Acepto y retengo firmemente todas y cada una de las cosas sobre la doctrina de la fe y las costumbres, propuestas por la Iglesia de modo definitivo. Me adhiero, además, con religioso obsequio de voluntad y entendimiento, a las doctrinas enunciadas por el Romano Pontífice o por el Colegio de los obispos cuando ejercen el Magisterio auténtico, aunque no tengan la intención de proclamarlas con un acto definitivo”.

Ese Magisterio de la Iglesia al que en algún momento juró fidelidad el Padre Berríos es claro al momento de pronunciarse sobre la dignidad humana, la justicia social, la libertad de enseñanza, la ideología de género y el marxismo, entre otros muchos temas; todos estos, aspectos en los que la plataforma Crecer se pronuncia en un sentido discordante con tal Magisterio, como vimos brevemente en los tres puntos iniciales.

Tal Magisterio, si bien no agota el Cristianismo, es parte esencial del Cristianismo. De un Cristianismo que es Uno. Y es que no hay algo así como “tu Cristianismo” y “mi Cristianismo”; ni algo así como “el Cristianismo de Crecer y de Berríos” y “el Cristianismo de los Papas y de los dogmas”. Existe un solo Cristianismo, que es el Cristianismo de Cristo y de todos aquellos que estén dispuestos a ser fieles a Él sin acomodos; y ese mismo Cristo fue el que fundó la Iglesia, que habría de ser su propio Cuerpo, su propio Pueblo, y el auténtico Depósito de la Fe.

Ahora bien, me parece de vital importancia precisar que ser fieles a Cristo como laicos no se traduce en la participación en tal o cual movimiento o partido político; para ser más explícitos, estas líneas no se tratan en ningún caso de una apología del Movimiento Gremial, adversario político de Crecer durante esta segunda vuelta, al que nunca he pertenecido. Esto porque las Enseñanzas del Evangelio y de la Doctrina Social de la Iglesia admiten diversas concreciones políticas, como sostienen claramente diversos textos magisteriales y el “Compendio de la DSI”. Sin embargo, aunque tal fidelidad de los laicos a Cristo no exija la adherencia a una determinada postura política contingente, sí exige, entre otras cosas, que, de aquel universo de opciones, el laico se reste de aquellas iniciativas políticas que vayan en contra de sus convicciones cristianas y, en cambio, se sume a alguna de las que presenten una razonable consecuencia con éstas (eligiendo de entre todas ellas la que le parezca mejor y más eficaz, en atención a sus criterios personales y prudenciales).

Así, quien quiere ser honesto consigo mismo o renuncia al Cristianismo o renuncia a aquello que es incompatible con él (de otro modo, no nos extrañemos de estar pronto afirmando con Carlos Caszely que “uno no tiene por qué estar de acuerdo con lo que piensa”). Lo que no nos parece intelectualmente honesto es “estirar” (o “encoger”, según como se mire) el Cristianismo, hasta que “quepa” en las propias preferencias políticas.

Esta última actitud sería poner la carreta delante de los bueyes: sería instrumentalizar a Cristo como un medio para la actividad política, en vez de reconocerlo como el Fin de la actividad política del cristiano; ese cristiano que tiene el imperioso deber de trabajar por la justicia, atendiendo así a la llamada del Evangelio: “Buscad primero el Reino de Dios y su Justicia, y las demás cosas os serán dadas por añadidura” (Mt.6,33). Y porque me consta que hay numerosos cristianos -militantes y simpatizantes de diversos movimientos políticos- que trabajan arduamente por la justicia a partir de sus convicciones, es que me parece gratuita la ofensa encubierta que hace el Padre Berríos a quienes no estamos de acuerdo con Crecer, cuando escribe “¿Qué hace un universitario por los demás, por Chile? Es tiempo de Crecer”; sugiriendo de algún modo que los universitarios con y sin preocupación por el País son, respectivamente, los que sí adhieren a Crecer y los que no adhieren a Crecer.

Por último, nunca está de más recordar la lucidez y el desvelo del Padre Hurtado en lo que respecta al deber que los jóvenes tenemos para con Chile; sus interpelaciones son antídoto tanto contra la indiferencia indolente como contra la ideología materialista (que, a la larga, en algún punto se topan): “¿Podré permanecer inactivo cuando mi acción o inacción tiene un alcance eterno para tantas almas?”. Que la sabiduría del santo nos anime, por un lado, a tener siempre a la vista la dimensión trascendente del ser humano y, en concreto, de cada uno de los chilenos a los que nos debemos como universitarios; y, por otro lado -aunque en razón de lo mismo-, a no caer nunca en la grave injusticia de la inacción,  y, antes bien, a mantenernos siempre activos, trabajando por la justicia en todos los frentes en los que, con urgencia, hoy nos demanda nuestra Patria.

 

 

Notas:

Este artículo fue publicado originalmente por El PUClítico, www.elpuclitico.cl.

[1] Digo “riesgo de caer en un dañino clericalismo” y no “caer necesariamente en un dañino clericalismo”, porque efectivamente los sacerdotes tienen derecho a sostener públicamente posturas políticas contingentes, mientras éstas no contraríen las enseñanzas de la Iglesia, y mientras así lo permita (o incluso lo exija) la prudencia; lo que no quiere decir que una determinada opinión personal de un sacerdote en materias de política contingente sea vinculante para los laicos católicos, toda vez que la Iglesia reconoce y promueve la libertad de los laicos para actuar en política de diversos modos y desde diversas agrupaciones compatibles con la Doctrina Social de la Iglesia (esto se señala expresamente en varios documentos magisteriales, entre ellos el propio Compendio de la DSI).

[2] No está de más señalar un par de discordancias de Crecer, ya no con el Cristianismo, sino incluso consigo mismo:

– Una de las banderas de Crecer ha sido la democratización de la Universidad. Pero, al mismo tiempo, el Presidente de la Lista ha defendido públicamente el régimen político actual de Cuba, que es, a todas luces, antidemocrático.

– Una de las banderas de Crecer ha sido poner en duda el rol público de las universidades con carácter confesional (con el consiguiente no financiamiento de éstas por parte del Estado). Pero, al mismo tiempo, usan como rostro de campaña a alguien que no sólo es de confesión católica, sino que además es sacerdote católico.