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Confusión y crisis de fe en el catolicismo actual

Seguro que no soy la persona más indicada para abordar el tema. Sólo soy un pobre sacerdote de pueblo, sin más títulos académicos ni eclesiásticos que mi amor a Cristo y a su Iglesia, pero que no puedo ni quiero quedar indiferente ante el panorama que contemplo dentro y fuera de mi entorno.

Millares de almas sencillas están “como ovejas sin pastor”, sumergidas en un confusionismo galopante, que les afecta seriamente a su vida de fe y les lleva al abandono de su práctica cristiana o al indiferentismo religioso. Me quema el alma el ver y constatar la situación de grave crisis de fe, que atraviesa la Iglesia en general, a nivel de casi todos los estamentos de la misma, ante la pasividad de muchos, el silencio de otros y la inhibición de bastantes responsables.

De antemano pido perdón, si este escrito puede herir –no es mi intención– la sensibilidad de algún lector. Mi única pretensión es concienciar a quien me lea y poner remedio, entre todos, en la medida de nuestras posibilidades, a la avalancha de increencia, indiferentismo y materialismo, que amenaza anegarnos a todos. No quisiera pecar de pesimismo, pero sí de denunciar como muy grave la situación actual.

I. Situación anterior al Concilio Vaticano II

En breves notas resaltaré:

1- El Magisterio de todos los Papas, hasta Pío XII, refrendado por la Sagrada Escritura y la Tradición de los santos Padres, había sido rectilíneo y unánime en cuestiones fundamentales de fe y de moral. Era como un faro luminoso que iluminaba la oscuridad, y sombras que aparecían en la vida de los pastores y fieles católicos.

2- Todos sabían bien a qué atenerse en cuestiones dudosas y problemáticas, teniendo seguridad y certezas en el campo de la fe y de la moral. La autoridad del romano Pontífice era indiscutible y aceptada plena y unánimemente, sin contestación ni divergencias de ninguna clase.

3- Había en los fieles un sentido reverencial y obediencia fiel y filial a todo cuanto el Papa enseñaba o proponía, tanto en su magisterio ordinario, como extraordinario. Dígase otro tanto respecto de la Jerarquía eclesial: Obispos y sacerdotes.

4-Se ejercía con naturalidad la autoridad a todos los niveles, enseñando, amonestando y corrigiendo las desviaciones o comportamientos no conformes al Evangelio o a la praxis establecida.

II. Situación después del Concilio Vaticano II

Al abrirse de par en par las ventanas de la Iglesia a los aires seculares, nuevas corrientes de pensamiento, contestación y crítica, penetraron en la misma, inficionando a multitud de sus miembros con el virus de la rebeldía, la autosuficiencia y desobediencia. Consecuencias de esto:

1- Se empezó a cuestionar casi todo lo referente a la fe y la moral.

2- La Biblia, por influjo del “libre examen” del protestantismo centroeuropeo, se empezó a interpretar liberalmente y su mayor influjo se hizo notar en la génesis y desarrollo del mismo Concilio con los llamados observadores y teólogos protestantes.

3- El Magisterio oficial de Papas anteriores, fue cuestionado, preterido, mutilado, ignorado y contestado abiertamente por coyuntural y no conforme a los tiempos actuales.

4- Se empezó a reformular los dogmas y el depósito de la Revelación bajo claras influencias modernistas.

5- La jerarquía dejó de orientar, corregir y ejercer su deber de autoridad, dando pie a incontables abusos.

6- Los teólogos cobraron un relieve inusitado en la Iglesia, ocupando y supliendo el papel de los obispos, como “maestros de la fe”.

7- Tanto el clero como los fieles se dividieron entre “progresistas” y “conservadores”.

8- Se arrinconó, como algo caduco, el gregoriano, el latín, –la lengua universal de la Iglesia–, la sotana. Otro tanto pasó con la escolástica y el tomismo.

9- La reforma litúrgica dió pie a arbitrariedades sin cuento, y el Novus Ordo Missae de Pablo VI, suplantó a la misa tradicional de S. Pío V, con consecuencias serias para la espiritualidad de ministros y fieles.

III. Panorama actual

Tras el Concilio, se ha obrado en todo el catolicismo una revolución de ideas, actitudes y comportamientos, cuyos efectos, como fuerte seísmo, han repercutido en toda la Iglesia y aún perduran. Para ser justos hay que señalar que el epicentro de esta convulsión ha sido el progresismo centroeuropeo de claras influencias protestantes. Se puede afirmar, sin exageración y no siempre para bien, que la subversión ha sido casi total en los campos de las ideas, criterios y comportamientos.

El campo de las certezas ha sufrido un vuelco total, dando origen a las dudas, inseguridad y a toda clase de perplejidades. He aquí sin afán exhaustivo, algunas muestras.

1- El teocentrismo ha sido suplantado, en múltiples aspectos, por el antropocentrismo; es decir, Dios por el hombre; la trascendencia por la inmanencia; la fe por la razón.

2- La verdad objetiva ha sido reemplazada por el relativismo y el subjetivismo.

3- La fe en Cristo, como único Salvador del hombre, ha sido cuestionada y atacada por el agnosticismo, por el racionalismo y por el indiferentismo.

4- El monolitismo doctrinal y dogmático, así como la unidad de fe intraeclesial, se ha cuarteado, cuando no desaparecido. Se ha obrado en la Iglesia una división manifiesta entre progresistas y conservadores, entre tradicionalistas y conciliares, fenómeno que algunos han calificado de “cisma sumergido”.

5- Respecto a la moral, han desaparecido las barreras entre el bien y el mal. Para muchos, el concepto de pecado y hasta de redención vicaria de Cristo ha quedado obsoleto y lo que es más grave, se llama bien al mal, sin tener ideas claras ni criterios nítidos, ni principios seguros de referencia. Parece que vale todo y la única norma aceptable, es la propia conciencia y el propio criterio.

6- Respecto a la valoración de las distintas religiones el confusionismo es mayúsculo y cada día más grande. La gente sencilla se cuestiona: ¿Es la católica la única religión verdadera? ¿Son válidas las demás religiones no cristianas, en orden a la salvación? ¿Siguen en vigencia las misiones católicas? ¿Tienen parte de verdad –revelada– las religiones monoteístas (judaísmo e islamismo)? ¿Son caminos de salvación las religiones orientales (budismo, hinduismo, confucionismo, sintoísmo, etc.) ¿Qué decir de las demás religiones animistas, tribales? ¿Hay o no salvación fuera de la Iglesia católica? ¿Los ortodoxos han aceptado el primado del Papa? ¿Los protestantes (luteranos, calvinistas, episcopalianos etc.) cómo y cuándo han abjurado de sus pertinaces errores, llamados “herejías”? ¿Qué decir de los anglicanos, aceptando el sacerdocio femenino y la homosexualidad entre el clero? ¿Qué se entiende por verdadero y falso ecumenismo?

7- Pocas, por no decir ninguna de las verdades que constituían el depósito de la fe, han permanecido incólumes e inmutables. Desde la divinidad de Jesucristo, la existencia del más allá, de los ángeles y demonios, el pecado original, la encarnación del Verbo, la Sma. Trinidad, la concepción virginal de Jesús, sus milagros, su muerte, la redención universal, su resurrección, la presencia real en la eucaristía, la fundación de su Iglesia, el infierno etc., todo ha sido cuestionado, cuando no negado abiertamente, sin que haya habido una contundente reacción por parte de la autoridad de la Iglesia, de pública condena de tales “herejías” tanto en el contexto intra como extraeclesial.

TODO ESTE DESOLADOR PANORAMA HA DADO ORIGEN A UN TERRIBLE CONFUSIONISMO.

IV. Causas principales

Sería interminable pretender enunciar y explicar todas y cada una de las múltiples y variadas causas que han producido esta situación, ya que, me atrevería a decir, que el cuerpo entero de la Iglesia ha sido contaminado e infeccionado POR LA MORTAL ENFERMEDAD DEL MODERNISMO.

Bajo capa de libertad de expresión, de tolerancia con el error, de pluralismo, de los derechos humanos, del liberalismo, del ateísmo, del racionalismo, del progresismo; del marxismo, del laicismo, del secularismo, del materialismo, del relativismo, etcétera, se han hecho presentes en la Iglesia toda clase de “herejías”, que han mermado la salud y vitalidad de la misma.

Si a esto añadimos la influencia cierta y perversa del Maligno, los ataques del judaísmo y de la masonería, bien organizados y programados, en tarea de zapa, desprestigio y calumnias contra Iglesia, obra de Cristo, la labor de destrucción ha sido terrible. El enemigo peor ha permanecido DENTRO DE LA PROPIA IGLESIA, tratando por todos los medios y personas aliadas la auto-demolición de la Iglesia.

V. Efectos desastrosos

Puestas las causas antes mencionadas los efectos no se han hecho esperar. Se han producido lógica e imparablemente. Por enumerar sólo algunos, reiterativamente, que están a la vista de todos:

1- Confusionismo generalizado a todos los niveles: fieles, presbíteros, teólogos, obispos, cardenales.

2- Ambigüedad en doctrina, posturas y comportamientos. Verdades a medias, ideas poco claras, contestación a la autoridad legítima, enseñanzas acatólicas en escritos y cátedras eclesiales etc.

3- Relativismo galopante en todas las materias dogmáticas, morales, litúrgicas etc.

4- Sincretismo entre diversas religiones. Un cocktail religioso y aparición de una extraña religión “universal”, a base de elementos eclécticos, apropiados y aportados por unas y otras.

5- Aparición y multiplicación alarmante y por doquier de SECTAS DE TODO TIPO, que van minando la influencia de la Iglesia católica. Sólo en Hispanoamérica –esperanza del futuro eclesial– abandonan la fe católica cerca del millón de fieles cada año, que engrosan las sectas.

6- Sangría alarmante de vocaciones sacerdotales, religiosas, con millares de secularizaciones y exclaustraciones, con esterilidad en bastantes institutos y órdenes religiosas, obligadas a cerrar sus casas y conventos.

7- Disminución en casi todas partes de la práctica religiosa –las estadísticas cantan– del pueblo fiel.

8- Abandono generalizado del sacramento de la reconciliación. Práctica casi normal de relaciones prematrimoniales entre jóvenes. Aumento escandaloso del número de abortos, divorcios, eutanasia, ensayos con embriones y ­en general– desprecio de la vida en países de raíces cristianas, con leyes laicas, permisivas y acatólicas.

9- Disminución del celo evangelizador misionero, suplido por tareas sociales e inmanentes más bien propias de O.N.Gs.

10- ¿Dónde están los modelos de identificación cristiana de hoy día y dónde los profetas actuales?

11- Desplazamiento del “reinado social de Jesucristo” en casi todo el mundo.

12- Falta notabilísima de coherencia entre fe y vida.

N.b. La relación sería interminable. Cada uno –sin pecar de pesimismo ni cargar las tintas– puede añadir sus propias constataciones.

VI. Todo revelado y anunciado con anterioridad

1- Esta lamentable situación (pérdida de la fe, apostasía generalizada, aparición de falsos profetas etc.) estaba anunciada, siglos antes en la S. Escritura, tanto en el A.T, como en el N.T. antes del final.

2- Santos y Santas de la Iglesia anunciaron estos tiempos postreros de confusión y perdición.

3- Algunos Papas como Pío IX y Pío XII, con larga mirada previsora de fe, anunciaron en sus Encíclicas las consecuencias fatales del mal, que acarrearían a la Iglesia de Cristo, las doctrinas por ellos condenadas.

4- S.S. el Papa Pablo VI, habló claramente, tras el Concilio, del “humo de Satanás, introducido en la Iglesia” y la frase “autodemolición de la Iglesia” es propia suya.

5- El Papa Juan Pablo II en otras ocasiones habló de “negros nubarrones” en el cielo de la Iglesia.

6- Algunas apariciones de la Sma. Virgen María, reconocidas oficialmente por la Iglesia, como las de Fátima, y otras aceptadas no oficialmente como las de la Salette etc., anunciaron esta triste situación eclesial y mundial. También en múltiples partes del mundo, en diversas lenguas, a personas de distinto estado y cultura pero con idénticos y coincidentes mensajes, desconocidos unos de otros, la Sma. Virgen anunció lo que está ahora pasando con todo detalle.

7- El mismo Señor en el Evangelio pronunció una frase terrible, al anunciar su segunda venida: “Cuando venga de nuevo el Hijo del Hombre, ¿encontrará fe en la tierra?”

VII. Hechos constatados

Sabido es que los hechos son más convincentes que las palabras. Donde se dan hechos sobran los argumentos. Los hechos son el lenguaje más elocuente. Cualquier católico, interesado en el tema, podrá por sí mismo constatar la veracidad de lo que, sucintamente, expongo a continuación o recabar la pertinente información de los siguientes hechos:

1- En muchos ambientes intraeclesiales se hace clara oposición de un Concilio a otro, de un Papa a otro.
Para muchos, parece no haber existido otro concilio ecuménico que el Concilio Vaticano II, ignorando los demás. No es correcto oponer un Papa a otro, como si uno fuera bueno y otro menos bueno; como tampoco aceptar lo que conviene a cada cual y rechazar lo que no conviene.

2- Aceptación indiscriminada de criterios acatólicos por lo novedoso o por congraciarse con los autores de doctrinas no católicas, en un indignante y vergonzoso pasteleo.

3- Adaptación de criterios y comportamientos mundanos o teorías modernas en oposición al dogma y moral de siempre.

4- Copia de religiones orientales –budismo, hinduismo, brahamanismo, etc.–, despreciando la ascética y mística de la Iglesia católica, experimentada a lo largo de 20 siglos.

5- Cambio de la teología escolástica, tomista, de principios universales… por otra imprecisa y distinta, llamada nueva teología.

6- Cambio descarado de la moral tradicional por otra moral de consenso, humanista, subjetiva y variable.

7- Indefinición teórica y práctica en lo referente al ECUMENISMO, sin conversión y no centrado en la VERDAD REVELADA.

8- Abandono de medios válidos y experimentados para la santificación personal de los católicos en la praxis milenaria de la historia de la Iglesia en el campo de la liturgia, la ascética, la oración etc.

9- Menosprecio del hábito religioso, sacerdotal, del breviario, de los Ejercicios Ignacianos etc.

IX. Unas preguntas comprometidas

1- ¿Tiene futuro el catolicismo, y con él la Iglesia, tal como se vive y presenta hoy día, o necesitará una purificación, una clarificación a todos los niveles o quizás otra reforma u otro Concilio?

2- ¿Existe verdadera unidad dentro de la misma Iglesia, presidida por el Papa?

3- ¿Es un obstáculo o un medio providencial el Primado de Pedro, para la unión de todas las confesiones cristianas?

4- ¿El gobierno de la Iglesia adolece de centralismo, u es objeto de modificación?

5- ¿Las conferencias episcopales, lo mismo que los Sínodos convocados hasta la fecha, influyen positivamente en la marcha de la Iglesia?

6- ¿Pueden y deben ser planteadas dentro de la Iglesia, cuestiones fronterizas: métodos anticonceptivos, sacerdocio femenino, celibato opcional, homosexualidad, etc.?

7- ¿Todo lo que acontece en la Iglesia de negativo, es casual o por el contrario obedece a un plan concreto y detallado de desprestigio de la misma Institución por parte de poderes extraños?

8- ¿Qué remedios se echan de menos para atajar algunos de los males que aquejan a la Iglesia actual?

X. A modo de conclusión

1- Reconociendo mis limitaciones personales, la tendencia a cargar las tintas en algunos hechos o apreciaciones, la falta de objetividad en algunas cosas y cierta subjetividad, no quisiera que algún lector dudase de mi sinceridad y buena voluntad en la exposición que he realizado.

2- Aunque no debería nadie asustarse por lo leído, sí pienso que TODOS LOS CATÓLICOS DEBERÍAMOS COBRAR CONCIENCIA DE LA GRAVEDAD DE LA SITUACIÓN QUE ATRAVESAMOS.

3- Como sacerdote y hombre de fe, me es totalmente imposible SER PESIMISTA. Me fío totalmente de la palabra, la persona y las promesas de Jesucristo, que ha comprometido la especial presencia y asistencia de su Espíritu a su Iglesia hasta el final de los tiempos.»Yo estaré con vosotros todos los días, hasta la consumación de los siglos.”

4- Está, pues, clarísimo y fuera de toda duda que la victoria final está asegurada. Lo que nadie podrá afirmar con certeza es que no se perderán muchas batallas y que muchos tendrán que sufrir también muchísimo.

5- Una última petición a todos los católicos. Mayor exigencia personal de COHERENCIA Y SANTIDAD.

6- La garantía del triunfo final de la Iglesia católica vendrá asegurada con estos tres pilares, testamento de S. Juan Bosco en una de sus visiones:

– AMOR A LA SANTÍSIMA VIRGEN
– AMOR A LA EUCARISTÍA Y
– OBEDIENCIA AL SUMO PONTÍFICE.




Nota: Este artículo fue publicado originalmente por Catholic.net.