- VivaChile.org - https://viva-chile.cl -

Reglas para dirigirse bien en la vida

El autor, de ochenta años, acude a la solicitud de un muchacho de veinte, lleno de dudas y fervientes deseos, que le pide consejo para dirigirse bien en la vida:

“Le recordaré para comenzar algunas reglas muy antiguas que siguen siendo verdaderas a pesar de las nuevas técnicas y las filosofías nihilistas.”

“La primera es que es necesario vivir para algo más que para sí mismo. El hombre que medita sobre sí encontrará miles de razones para ser desdichado. Nunca habrá hecho todo lo que quiso y debió hacer; jamás habrá obtenido todo lo que, según él, merecía obtener; muy raro es que haya sido amado como soñó serlo. Si se pone a rumiar su pasado sentirá en vano nostalgia y remordimientos. ‘Todo lo que merecen nuestras faltas es ser dadas al olvido’. En vez de querer tachar un pasado que nada ni nadie puede anular, intente construir un presente del que después estará usted orgulloso. El desacuerdo consigo mismo es el peor de los males. Todo ser que vive para los otros, para su país, para una mujer, para los desheredados, para los perseguidos, olvida de manera maravillosa sus angustias y sus mediocres preocupaciones. El verdadero mundo exterior es el verdadero mundo interior.”

“La segunda regla es: hacer, actuar. En vez de lamentarnos sobre lo absurdo del universo, tratemos de transformar la pequeña comarca en la cual nos tocó caer. No podemos cambiar el mundo, pero ¿quién puede pretender cambiarlo? Nuestros objetivos son más limitados y simples: desempeñar una tarea, elegirla bien, hasta dominarla con maestría. Cada uno tiene su radio de acción; yo escribo libros, el mueblista ensambla los estantes de mi biblioteca, el agente dirige el tránsito, el ingeniero construye, el intendente administra la comuna. Todos, aunque estén sobrecargados de trabajo, si saben hacerlo bien, son felices en el momento de la realización. Esto es de tal modo verdad, que en sus momentos de ocio se imponen tareas en apariencia inútiles, tales como los juegos y los deportes. El jugador de rugby a quien el adversario arroja sobre el barro, es feliz. En cuanto a las tareas inútiles, nos hacen gozar con su eficacia: un intendente activo mantiene limpia una ciudad; un sacerdote activo crea una parroquia llena de vida y estos éxitos los mantienen contentos.”

“La tercera regla es: creer en el poder de la voluntad. No es verdad que el porvenir esté determinado por entero. Un gran hombre puede modificar el curso de la historia. Cualquiera que tenga el valor de quererlo, puede modificar su propio destino. Nadie, por supuesto, es todopoderoso; la libertad de cada hombre tiene límites. La libertad vive sobre la frontera de lo posible y la voluntad. No depende de mí impedir la guerra, pero puedo ejercer por la palabra hablada y escrita una acción que, multiplicada por millones de palabras de otros, la hagan menos probable. Puedo abstenerme de decir a mis compatriotas, en toda ocasión y sin motivo, que han sido ofendidos y que el honor exige que se suiciden con nuestro país. No depende de mí ganar las batallas; depende de mí ser un soldado valiente, en mi lugar y ‘situación’. Y como ‘el límite de la voluntad depende de lo que se ose’ será necesario siempre, sin preocuparse del límite, gobernarse a sí mismo lo mejor que se pueda. La pereza, la cobardía son abandonos; el trabajo, la energía son actos voluntarios. Quizá la voluntad sea la reina de las virtudes.”

“Le propondré, sin embargo, como cuarta regla otro valor tan preciado como la voluntad: la fidelidad. Fidelidad en las promesas, en los contratos, con los otros y consigo mismo. Se debe ser de aquellos que no decepcionan nunca. La fidelidad no es una virtud fácil. Miles de tentaciones se oponen al compromiso adquirido. Ud. dirá: ¿por qué si he escogido a una mujer coqueta, desleal y tonta, debo serle fiel? ¿Si he escogido un oficio y me doy cuenta de que no responde a lo que esperaba de él, voy a prohibirme ensayar otro? ¿Si me he afiliado a un partido y descubro que está formado por un montón de negligentes ávidos, he de rehusarme a entrar en otro que, mejor informado, reconozco como más honesto? No. Fidelidad no es ceguera. Solamente que debe cuidarse de no atribuir a una mala elección infidelidades que constituyen más bien falta de generosidad. La idea justa, por el contrario, dice Alain, es que todas las elecciones son malas si se las abandona, mientras que pueden transformarse en buenas con buena voluntad. Nadie escoge su oficio por simples razones, puesto que es necesario haberlo escogido para conocerlo. Nadie escoge tampoco sus amores. Pero es (a menudo) posible remodelar una mujer, realizar bien el oficio escogido y transformar un partido. La fidelidad crea aquello que la justifica.”

“Me imagino que estas reglas de vida le deben parecer a la vez severas y sumarias. Pero no hay otras. No le exijo que atraviese la existencia como un estoico huraño. Tenga sentido del humor. Sea capaz de reírse de usted mismo y de mí. Acepte sus flaquezas, si no puede dominarlas, pero trate de mantener, a pesar de ellas, una armadura fuerte. Toda sociedad en que los ciudadanos no viven sino para sus ambiciones e intemperancias, toda sociedad en que los hombres no se tengan la menor confianza los unos a los otros, toda sociedad en que ha muerto el deseo, es una sociedad condenada. Mientras Roma fue la Roma de los héroes, se mantuvo floreciente; en cuanto cesó de respetar los valores que la crearon, pereció. Las nuevas técnicas cambian las modas, pero no cambian ni el valor de los actos ni las razones para obrar. Así ha sido en el principio y así será hasta el fin.”

Ver más en la sección de Recomendados.