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Mártires en la India

En estos días, en los que la crisis económica en el mundo, por una parte, y las elecciones en nuestro país, por el otro, parecen monopolizar la prensa, es bastante poco lo que se sabe y se habla sobre la dramática situación por la que están pasando los católicos perseguidos en la India. Algunos son misioneros, cumpliendo con el deber de predicar la palabra de Dios en los lugares más remotos del mundo, otros son personas que se han convertido al catolicismo. Todos ellos han debido sufrir, en carne propia, la violencia y el odio de grupos extremistas religiosos.

Diversas son las causas a las que se le pueden atribuir esta creciente ola de odio y persecución religiosa en la región. Entre ellas se pueden nombrar las siguientes:

1. El asesinato, el 23 de agosto, de Swami Lakshmananda Saraswati, líder de la asociación fundamentalista hindú Vishwa Hindu Parishad, al parecer a manos de grupos armados maoístas. Sus seguidores inculparon de dicho asesinato a los cristianos. Cuestión que fue negada rotundamente por los obispos católicos del país, quienes condenaron el asesinato de Saraswati. Sin embargo, la reacción de este grupo fundamentalista fue la de llamar a perseguir a los cristianos.

2. Existencia de un fuerte nacionalismo hindú en algunos estados, especialmente en Orissa, donde se impide a los hombres practicar libremente su fe católica, por encontrarse ella en pugna con los intereses políticos de la mayoría hinduista. Ya son seis los estados que han aprobado leyes anti-conversión, con el objeto de disuadir a los católicos de continuar con su evangelización.

3. La lucha de los cristianos en contra de la esclavitud de las castas. El hecho de que los católicos prediquen y practiquen que los hombres son iguales en dignidad, pugnaría con la forma como se organiza la sociedad india. Que el cristianismo haya tenido mayor acogida en la población tribal sería mirado con malos ojos por parte de las clases superiores.

Respecto a esto el arzobispo de Chuttack-Bhubaneswar, Rápale Cheenath, afirma que “Antes eran como esclavos. Ahora una parte de ellos estudian en nuestras escuelas, ponen en marcha actividades en los caseríos, reivindicando sus derechos”.

El clima anti-católico ha ido recrudeciendo, extendiéndose a otros estados del país y amenazando con transformarse en una situación de carácter nacional.

Las cifras son elocuentes; al menos 80 cristianos han sido asesinados en dicho país en los últimos meses. Entre ellos se encuentra la religiosa responsable de un orfanato en Bargarh, quien fue quemada viva por miembros de grupos fundamentalistas que asaltaron el local.

Otras han sido violadas, como el caso de una religiosa del Centro Social de Bubaneshwar (lugar que también fue destruido). Incluso las herederas de la Madre Teresa de Calcuta fueron atacadas a pedradas por militantes hindúes. Decenas de iglesias han sido profanadas y quemadas. En muchas ocasiones, las turbas han entrado en ellas durante la celebración de la Misa, golpeando a sacerdotes y sembrando el pánico entre los presentes.

El martirio del padre carmelita Thomas Pandippallyil, resulta muy gráfico respecto de los grados de odio que se están alcanzando en la India. Su cadáver fue encontrado con heridas en su rostro, sus ojos arrancados y sus manos y pies cortados. Al momento de ser atacado, el sacerdote se dirigía a celebrar la Misa dominical.

La iglesia católica de la India ha hecho constantes llamados para terminar con la violencia y persecución contra los católicos. Como gesto, cerró por un día las 25 mil escuelas y centros que tiene en el país, para así llamar la atención sobre lo que está ocurriendo. También ha pedido a sus fieles que sean fuertes y mantengan su fe, recordándoles que en los momentos de persecución es posible alcanzar la santidad.

Tampoco la Santa Sede se ha quedado de brazos cruzados frente a la persecución religiosa. El Papa Benedicto XVI encomendó “al cuidado providencial de Dios todopoderoso a todos los que luchan por la paz y la reconciliación”. Junto con ello llamó “a los autores de la violencia que renuncien a estos actos y se unan a sus hermanos y hermanas en la construcción de una civilización del amor”.

Ante la gravedad de estos hechos y su recrudecimiento, son muy débiles las acciones de los países occidentales y los organismos internacionales de defensa de los derechos humanos para detenerlos. Parecieran estar adormecidos, cuando lo que está en juego son las vidas y derechos de hombres concretos, carentes de ideologías y fieles predicadores de la Verdad. En Occidente, donde muchos han buscado eliminar a Dios de la sociedad, es como si no importara lo que les ocurra a los católicos en la India. Ni siquiera parece causar gran conmoción el hecho que estén siendo masacrados por sus creencias. Estos hombres y mujeres que quieren vivir el evangelio de Cristo en la India, día a día están sufriendo del martirio, al igual que como lo hicieron los primeros cristianos y tantos otros a lo largo de la historia de la Iglesia.

Ellos, como tantos otros, son los modernos mártires de la Iglesia, quienes a través de un seguimiento heroico al Señor dan sus vidas por amarlo. Como diría Tertuliano: “La sangre de los mártires es la semilla de la iglesia…”

Pidamos para ellos la fe para seguir luchando y la esperanza, sabiendo que esta batalla ya fue vencida por Cristo, quien la ganó con la cruz. Para nosotros, la misión de hacer un llamado para detener estas persecuciones que están sufriendo nuestros hermanos, y el deber de agotar todos los medios para terminar con esta situación.




Juan Sebastián Squella es estudiante de Derecho en la Pontificia Universidad Católica de Chile.