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Cambiando El Salvador, día a día

Son muchos los que piensan que el progreso de un país debe hacerse por medio de grandes campañas a bombo y platillo. También quedan todavía, en nuestro medio, los que siguen soñando con revoluciones violentas donde hay que destruir casi todo, para empezar de nuevo sobre las ruinas de lo anterior. Yo confío poco en esos modos de actuar.

Hace años, allá por la década de 1960 o 1970, cuando ya la decadencia en valores de la cultura occidental empezaba a ser evidente, recorrió el mundo una campaña titulada EL REARME MORAL, con abundancia de dólares y con anuncios a páginas enteras en los principales diarios del mundo. Sus declaraciones eran altisonantes y triunfalistas. Con ellos, decían, llegaba la solución total para todos los males de nuestra cultura. ¿Qué fue de ello? Todo, al final, quedó en nada.

Prefiero la eficacia de los crecimientos silenciosos, pero tenaces, día a día. Así actúa la sabia naturaleza. De una semilla de ceiba o de conacaste, hasta transformarse en su espléndida grandeza de verdor y sombra ¿cuánto tiempo se necesita? Yo no lo sé, pero es cierto que no surge de repente y que su crecimiento es silencioso, poco a poco, y tenaz. Para que abriéramos nuestros ojos al mundo, fueron necesarios nueve meses de crecimiento oculto, silencioso y constante, dentro de nuestras mamás.

Podría decirse que, al contrario, en la historia universal, los grandes cambios nacieron de revoluciones explosivas y violentas. Pero, aparte de que esas revoluciones dejaron frutos amargos y muy contrarios a los que soñaron sus principales protagonistas, ellas fueron consecuencia de cambios sociales, a veces imperceptibles y de ideas largamente gestadas en la mente de tranquilos intelectuales.

Además, la cultura occidental, la gran revolución que cambió todo el panorama del mundo antiguo, ha necesitado más de diez siglos de cristianismo. Es cierto que nació con la tragedia y el escándalo violentos de la pasión y muerte de su fundador, Jesucristo, y es cierto también que pronto se siguió con las matanzas de los miles de mártires cristianos. Pero su crecimiento y sus frutos se fueron extendiendo, día a día, a lo largo de todos esos siglos, fundamentalmente con el ejemplo y la palabra de muchos cristianos corrientes, gente normal que no hacía nada extraordinario, solo vivir con honestidad, honradez y laboriosidad, cumpliendo los mandamientos de su fe.

Por eso cuando hace dos semanas tuve la alegría de poder asistir a la presentación a los medios informativos del programa “UNO a UNO” de la Fundación “¡ACTÚA!” -una fundación apolítica, aconfesional, abierta a todos los hombres de buena voluntad- capté enseguida su importancia y su eficacia, porque se trata de una labor callada y constante, basada en algo muy sencillo: la amistad.

El programa “UNO a UNO, cambiando El Salvador” consiste, en esencia en que jóvenes estudiantes, de colegio o de universidad, trabajan, como voluntarios, ayudando a superarse a niños de colegios estatales. No son profesores, ni psicólogos, ni sociólogos, sino guías, “Tutores”. Cada Tutor trabaja con un solo colegial. Por eso el programa se llama “Uno a Uno”. Una atención directa, personalizada, donde se van conociendo mutuamente, se establece entre los dos una amistad y el Tutor va orientando en los estudios y en la vida a su “tutorado”.

Una tarea de base sencilla, pero a la vez paciente, delicada, ajustada a cada modo de ser del pequeño colegial. Para esos niños, creciendo muchas veces en una familia incompleta, desunida o conflictiva, el Tutor con frecuencia pasa a suplir, con su amistad y sus consejos, al padre desconocido o al hermano mayor ausente o desinteresado en la formación de su hermano pequeño.

La presentación fue en la escuela pública “Jardines de la Sabana” y su directora, Ana Raquel de Payés, dio testimonio de como el programa es eficaz. Los niños que participan en ese programa, superan, poco a poco, su rendimiento escolar. Además van adquiriendo valores positivos en su conducta, que los aleja de las maras, les hace sobresalir en su medio ambiente y les prepara para ser después una personalidad que influya en la sociedad de manera beneficiosa.

Uno a Uno trabaja desde hace cuatro años en una escuela de Santa Tecla, en otras tres de San Salvador y en una de Santa Ana, pero piensa irse extendiendo, sin prisa pero sin pausa, a otras muchas, en la medida que encuentren la ayuda personal, académica y económica que lo permitan.
Yo creo que este programa, con ese modo de trabajar, día a día, atacando la ignorancia profunda en la que se debate tanta de nuestra gente, puede ir mejorando nuestro país de modo muy profundo.