La base de una buena educación universitaria

Patricio Domínguez | Sección: Educación, Familia, Sociedad

#05-foto-1En una diatriba anterior afirmaba yo que el “problema universitario” chileno viene incubándose desde el colegio, en donde a los alumnos literalmente poco o nada se les enseña. Esta tesis algo gruesa y generalizadora intenté mostrarla a partir del hecho de que una gran mayoría de los alumnos que entran a la universidad vienen con vacíos tremendos porque simplemente los habían tratado como tontos, sin rigor y sin desafíos en sus respectivas escuelas.

Alguien podría pensar: ¿es ese “el” problema universitario chileno? ¿No es acaso más problemático el lucro, los aranceles abusivos, las injusticias de la PSU?

Sí, esos son grandes problemas, nadie lo duda. Pero parece que nadie se ha puesto a pensar que detrás de todos estos problemas “sistémicos” subyace un problema más grave aún: no sabemos qué es y para qué es la universidad. Podríamos solucionar el problema de los créditos, cerrar las universidades lucrativas y terminar con la PSU. Aún así, nuestra profunda crisis universitaria permanecería tan viva como siempre. ¿Qué crisis es esta? La crisis es que los alumnos tienen un pésimo nivel intelectual, y que por lo tanto, no saben para qué van a la universidad.

Pero detengámonos un poco. Así como la universidad no tiene la culpa del mal nivel de los alumnos que aterrizan en ella, el colegio tampoco se lleva todo la culpa. ¿Y de quién es la culpa entonces? ¿De la sociedad, del “sistema”? Sí, de un sistema muy concreto, llamado familia. Un alumno ignorante puede tener buenos profesores en la universidad y no aprender nada, porque le faltaron buenos profesores en el colegio. Pero un alumno pudo haber tenido buenos profesores en el colegio y no haber aprendido nada, porque en su casa le faltó un padre, una madre, un tío, un abuelo, que le enseñara lo fundamental: la tan vilipendiada “cultura general”.

Sin entrar en definiciones especulativas sobre qué es cultura, yo diría que la cultura general es aquella red mental de datos, imágenes, razonamientos, impresiones y afectos, que posibilita la comprensión básica de nuestra situación como seres que vivimos un entorno histórico-cultural concreto. La cultura general es aquel conocimiento que nos permite leer el periódico, ver un noticiario internacional, ubicarse en el mapamundi, explicarle a un extranjero cómo funciona a grandes rasgos la vida política del país o poder disfrutar algún clásico de la literatura o de una buena pintura.

Evidente: no hace falta ir a la universidad y ni siquiera al colegio para gozar de una buena cultura general. La cultura general es un tipo de enseñanza muy interesante: es totalmente gratis y no necesita de estudios formales. Requiere constancia y gusto, nada más. Si Gabriela Mistral no hubiese tenido esa abuela que le leía historias de la Biblia todas las tardes en el lejano pueblo de Vicuña, probablemente no hubiese sido quien fue. Son muchísimos los casos en la historia en que personas de la clase obrera o campesina llegan a ser grandes genios o intelectuales. No tiene nada de extraño: un padre atento que lleva a su hijo a ver una obra de teatro o una madre que les pone a sus hijos un disco de Mozart, es por lo general, el comienzo de una carrera genial. Como diría un tecnócrata de think-tank: es el mejor “capital cultural”.

Pero esta pirámide de hogar-colegio-universidad está trastocada. En las casas, lo que muchos niños escuchan hablar es únicamente de fútbol. Los momentos de conversación se los toma la telenovela de turno. Los domingos no hay visitas a museos o paseos con los abuelos, que son fuentes vivas de cultura general, porque ellos han vivido la historia. Pero no: el tiempo libre se lo come el consumo (mall, supermercado, feria), según sea el presupuesto de cada cual.
#05-foto-2Segundo estrato de la pirámide, que podría eventualmente suplir el primero: el colegio. Acá reina la anemia cultural. Profesores con malos sueldos, sobrecargos de trabajo. Como dice Parra: “Soy profesor en un liceo obscuro, / He perdido la voz haciendo clases. / (Después de todo o nada / Hago cuarenta horas semanales)”. Y tanto mediocre, que no enseña filosofía, ni historia, ni castellano, sino que se guarece en unas “actividades grupales” y “trabajos para la casa” (es decir: copiar-pegar de internet). Cuando me cuentan que en colegios se sigue leyendo la “Odisea” de Homero o El Quijote en versión resumida o que los alumnos de historia no saben diferenciar entre Alejandro Magno y Carlomagno es que estamos hablando de una estafa a todo nivel. Esta estafa la viven a diario nuestros estudiantes, desde el más pobre al más rico. En concreto: hay colegios que cuestan más de 350 mil pesos al mes, cuyo producto es un hombre que no sabe dónde está parado en el universo. Y muchos caraduras se esconden en teorías pedagógicas de dudoso pedigrí, que supuestamente pondrían el énfasis en la creatividad y en la comprensión y no en la memoria. Me quedo con la frase del filósofo alemán Viktor Ehrlich: “El desprecio de la memoria es una de las grandes tragedias pedagógicas de la historia. Sin memoria no se puede comprender ni crear.

Hay una historia famosa de un estudiante universitario que trató de convencer a don Héctor Herrera Cajas de que su abuelo había peleado en las cruzadas. Como ayudante de una universidad privada me tocó ver casos similares, aunque no tan espectaculares. Me acuerdo muy bien de uno que escribió que “Mahoma había fundado el judaísmo” (sic). Es para llorar de risa y de pena, porque los padres de ese pajarito probablemente se desangraron pagando un colegio carísimo, para algo que se puede aprender leyendo el “Icarito” o yendo a la iglesia el domingo. La pregunta urgente es entonces: Si un alumno no posee la mínima cultura general, ¿debería ir a la universidad? ¿Debería la universidad dejarlo entrar? ¿Qué le cabe hacer a las universidades? ¿Simplemente aceptar esta triste realidad y exigir bachilleratos y ramos introductorios para todos? ¿Habría que salir a marchar a la Alameda para que el estado nos dé cultura general? Le dejo la palabra a los fieles lectores.

 

 

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por el blog Ruleta Rusa, http://ruletarusablog.wordpress.com.