El problema universitario chileno

Patricio Domínguez | Sección: Educación, Sociedad

El problema de la universidad chilena es el pésimo nivel de sus alumnos, que llegan deformados desde el colegio. Por lo tanto el problema de la universidad chilena está en el colegio. ¿Qué pasa en los colegios? Simplemente no pasa nada, ése es el mayor problema. Un alumno puede pasar diez años de su vida yendo todas las mañanas a un establecimiento, aprobar todo con un cómodo promedio 5,8 y simplemente salir de ahí a los dieciocho años sin saber qué diablos hacer, perdido en el planeta tierra, sin los conocimientos básicos de un ciudadano con derecho a voto, sin una cultura que le haga situarse en la línea de la historia, con mala ortografía y una pobre capacidad de expresarse en su idioma materno, ignorante total en inglés o el idioma extranjero que le tocó (pudo ser el chino mandarín de los colegios del ministro Bitar)  incapaz de estudiar, esto es, de poder sentarse frente a libro por algunas horas e intentar aprehender una idea, y lo que es peor, la falta de interés y afán por aprender cualquier cosa. Y no deja de tener razón: si la historia o la ciencia es lo que le enseñaron en el colegio, entonces no vale la pena dedicarles mucho tiempo.

Este alumno ha sido estafado. Durante diez largos años de su vida, cada minuto y cada segundo, ha sido estafado. Desde que la parvularia no lo obligó a comerse la colación a su hora, desde que el profesor de básica se le ocurrió enseñarle a leer y a escribir con métodos más “amigables e intuitivos”, desde que en la adolescencia no le sacaron trote, sino que lo dejaron a merced de su “propia creatividad”, desde que los propios profesores, ya por tedio, por temor o simplemente por un arranque inexplicable de ternura le perdonaron, una y otra vez, sus atrasos, travesuras y faltas de respeto (“es un chiquillo, qué le vamos a hacer, hay que darle una quinta oportunidad”). Desde que el director decidió no dejarlo repitiendo de curso aunque tuviera muchas materias sin aprobar, desde que el profesor de castellano consideró que la ortografía no era importante o que La Ilíada era un libro demasiado largo. Todos los días una estafa nueva. El estafado va creciendo sin hábitos, sin exigencias, sin deslumbrarse con la ciencia o el arte, y por lo tanto sin proyectos personales. Esos profesores que le perdonan todo se han transformado en seres ridículos, útiles para hacer bromas: rara vez un ser ridículo podrá ser modelo. El estafado cree que el conocimiento es algo fácil: tiene un excelente promedio en filosofía, porque en la última clase el “profe” le puso un 7 al “trabajo en grupo” sobre el amor platónico, sacado de internet. En historia le va bastante bien, sacó un 6,5 en la examen final con alternativas, porque se sentó al lado del mateo y pudo copiar. Yo no tiene miedo a que lo sorprendan copiando: una vez lo pillaron y le dieron otra oportunidad, porque su mamá amenazó al colegio de que si le hacían algo, iba a denunciarlos. En inglés todos los años ven las mismas cosas: los colores, nombres de la ropas y los verbos en pasado. De leer algún libro en inglés, ni hablar.

El estafado llega a 4º medio, ocupa casi todo ese año en preparar la prueba de selección académica, rinde dicha prueba y entra a la universidad que le corresponde por su puntaje. Y los profesores universitarios se sorprenden: tienen en frente a un analfabeto. Si fuera un par, sería una anécdota, pero como son un ejército los estafados, entonces para evitar el desastre hay que hacer muchos ramos introductorios, incluso dar cursos de castellano o de cultura general, armar “5º medios” para evitar la fuga masiva de alumnos. ¿Qué puede hacer la universidad si en el colegio no se aprendieron nociones fundamentales? Nada. Quod schola non dat, universitas non praestat, es el dicho que queda como anillo al dedo.

Se habla mucho de la desigualdad social en la educación, de que la cuna determina la calidad de educación, etc. Pero yo veo que los estafados son una clase transversal, los hay ricos y pobres por igual. Incluso se podría pensar que los que desembolsaron millones durante diez años fueron más estafados, porque además de deformarles la cabeza les robaron la plata.

¿Qué está pasando en nuestros colegios? ¿Son todos los profesores malos, como se deja entrever en mi relato caricaturesco, o sólo algunos de ellos? ¿Son éstos a su vez víctimas de un sistema perverso, que los obliga a ser mediocres para poder sobrevivir? ¿Existe alguna solución realista a este problema de la estafa? Todo eso en la próxima columna. Hasta entonces.

 

 

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por Ruleta Rusa Blog, http://ruletarusablog.wordpress.com.