Vida ética y antropología filosófica

P. Fernando Pascual | Sección: Educación, Sociedad

Ha sido un reto del pasado, lo es en el presente y lo será en el futuro: enseñar a vivir éticamente.

Todos los pueblos y culturas establecen reglas y normas para la conducta. Muchas de ellas se refieren a la vida social y permiten la convivencia entre los miembros del grupo. Otras van más a fondo: además de normas externas (siempre importantes) miran a orientar las actitudes interiores y los actos que podemos considerar “privados”.

Observamos, sin embargo, una enorme diversidad entre las enseñanzas éticas que se transmiten en un pueblo o en otro, en el pasado o en el presente. Surge, entonces, la pregunta: ¿es posible establecer criterios para distinguir entre códigos éticos mejores y códigos éticos peores?

Pensemos, por ejemplo, en una cultura que discrimine a la mujer. Casi de modo espontáneo surge la reacción: esa cultura enseña normas equivocadas. Pero, ¿lo decimos simplemente porque somos de una cultura diferente, o porque creemos de verdad que existen normas mejores para defender la dignidad de la mujer?

Recurrir a los gustos de cada grupo llevaría a un callejón sin salida, donde un grupo descalificaría al otro, lo cual haría imposible un diálogo serio y un razonamiento profundo para llegar a verdades en el mundo de la ética. Hay que emprender, por lo tanto, una búsqueda de los principios. Pero, ¿dónde encontrarlos?

Una pista para la respuesta viene desde la filosofía: la ética no puede ser algo condicionado culturalmente porque entonces se convertiría en sociología y en historia, y porque llegaría a considerar como correctas normas y leyes que van claramente contra la dignidad humana.

Al contrario, la ética necesita encontrar un fundamento adecuado, que exige la elaboración de un estudio filosófico sobre el hombre. Algunos lo llaman antropología, si bien ese término cuenta con otras acepciones que no permiten entender exactamente de qué se trata.

Para decirlo de modo sencillo, una filosofía sobre el hombre será aquella que permita dilucidar si el ser humano tenga alguna característica específica, si su estructura constitutiva dé pistas sobre cómo deba comportarse, y si la vida ética tenga importancia para conseguir una buena realización personal y social.

Construir tal filosofía antropológica no es fácil, por la divergencia de algunas teorías y estudios sobre el hombre, que van desde el materialismo más radical hasta un espiritualismo desenfocado que conduce al dualismo. El hecho de la diferencia de opiniones no suprime la necesidad de buscar un camino hacia la verdad, sobre todo en un tema de tanta transcendencia.

Por eso, la elaboración de un proyecto para la educación ética exige responder a una de las preguntas más fundamentales de la filosofía de todos los tiempos: ¿qué es el hombre?

 

 

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por Análisis Digital, www.analisisdigital.org.