¿Por qué estaría dispuesto a dar la vida?

Mario Correa Bascuñán | Sección: Historia, Sociedad

Como cada 21 de mayo, no puedo dejar de vibrar con la gesta heroica de Arturo Prat, aunque cada vez al común de los chilenos esta efeméride pase más inadvertida.

Dicho sea de paso, me ha llamado profundamente la atención que, al menos en los principales periódicos, no se dio siquiera cabida a la conmemoración del Combate Naval de Iquique. En El Mercurio se publicó un inserto de la Armada Nacional, con motivo de las Glorias Navales. No obstante, ni un recuerdo al referido combate. Sólo se publicitaba el estado actual de la Armada y cómo había colaborado a la filmación de dos películas sobre Prat para la televisión.

Entonces, casi nada se ha dicho de este hombre ejemplar que, con absoluta conciencia de lo que estaba haciendo y de lo que iba a hacer, guarda en su guerrera la fotografía de su familia, su relicario, el escapulario de la Virgen del Carmen, que siempre llevaba puesto (que se expone en el Museo del Carmen de Maipú), y dirige a los tripulantes de La Esmeralda a su cargo la famosa arenga que ha pasado a la historia militar universal como una de las más impresionantes que se ha dicho jamás.

Ni un titubeo, ni una duda, ningún acomodamiento a las circunstancias, ningún esquivamiento a la responsabilidad que asumía ni al peligro que, con toda certeza, debía enfrentar. Es que tiene muy claro que hay cosas por las que uno tiene que estar dispuesto a dar la vida. No son muchas, sólo tres: Dios, la Patria y la Familia.

Don Arturo Prat era católico ferviente, de manera que no puede extrañar su devoción al Sagrado Corazón y a la Santísima Virgen, bajo la advocación del Carmen. No en vano se encuentra en proceso de beatificación. No cabe duda que tuvo presente a Dios en el momento de la decisión suprema: “al abordaje muchachos”.

La Patria es para él, como para todo buen miembro de las Fuerzas Armadas, la razón de su vocación de vida y juró por Dios y por la Bandera, defenderla, hasta dar la vida, si fuere necesario. Por eso, mientras él viviera, la bandera flamearía en su lugar; y si muriera, sus oficiales sabrían cumplir con su deber… y cumplieron. Y su arenga termina con un ¡Viva Chile!

Su familia fue su preocupación preponderante en los largos días de ausencia. Su querida Carmelita y sus hijos lo acompañaron en el combate junto a su corazón, en esa fotografía que con tanto celo había guardado en la guerrera antes de comenzar la acción.

¡Qué ejemplo de buen católico y buen chileno! ¡Qué claridad de ideas! ¡Qué bien construida su escala de valores! ¡Qué bien fijadas sus prioridades!

01-foto-22Es el modelo del hombre que supo estar ahí, a pesar de las adversidades y a pesar de haber tenido la oportunidad de no participar en las acciones bélicas.

Este ejemplo de hombre virtuoso me lleva a reflexionar acerca de si hoy, en circunstancias similares, habría quién estuviera dispuesto a tener una actitud similar.

Cuando uno ve hoy en día a los jóvenes, y a los no tan jóvenes, preocupados sólo de un eufemístico “pasarlo bien”, que no sé por qué, sólo se asocia con el gozo desenfrenado de los placeres sensuales, y ello en todos los niveles socioeconómicos; la diferencia sólo está en la cantidad de dinero necesaria para obtener tan elevado logro…; y piensa en que un joven marino y abogado pudiera verse enfrentado a una situación similar, se pregunta si la reacción sería la misma. Y eso que, si nos estamos planteando la posibilidad de encontrar a un joven marino que además es abogado, ya nos estamos planteando encontrar a un joven excepcional, de esos que no se encuentran fácilmente y desde luego, no en los “carretes” de fin de semana o de varias veces en la semana. No obstante, pienso que muy probablemente, buscaría una salida “inteligente” o “prudente”, para no asumir frontalmente la responsabilidad de enfrentar una batalla en tan desfavorables condiciones.

¿Qué nos ha pasado? Un antiguo sacerdote y profesor decía que los últimos valientes que esta patria nuestra había producido murieron en la Guerra del Pacífico; y quedamos los demás. Es una exageración, lógicamente; pero la realidad es que costaría hoy encontrar a alguien dispuesto a jugarse por entero por lo realmente importante.

¿Por qué ha ocurrido esto? Pienso que el materialismo que nos consume, ha trastocado la escala de valores. Hoy en día, para la inmensa mayoría de las personas, lo importante es el bienestar material, obtenido ojalá con el mínimo esfuerzo y el máximo de retribución. ¿Y las cosas superiores del espíritu? No, esas son cosas obsoletas de los viejos.

Si hoy nos fuéramos a parar a la entrada de algún elegante centro comercial y le preguntáramos a sus clientes: ¿por qué estarías dispuesto a dar la vida? (con tuteo, por supuesto), creo que nos mirarían con cara de curiosidad o de incredulidad y, muy probablemente, no nos contestarían. Ahora, si fuéremos suficientemente incisivos, al estilo de “noteros” de algún programa de farándula, y lográramos obtener una respuesta, probablemente sería: “por nada”; o quizás: “por la Garra Blanca”, o hasta por “Los de Abajo”, o por algún grupo de rock pesado; pero, ¿por Dios, la Patria o la Familia? No, eso no.

Es que es tal la inversión de los valores, que la gente ya no cree en nada. ¿Dios?, un personaje incómodo, de cuya existencia es mejor no saber; mucho más fácil decirse agnóstico; ¿la Iglesia?, una superestructura dogmática y molesta, que nos atiborra de reconvenciones sobre fe y moral, a menos que aparezcan algunos de esos personajes simpáticos, sólo preocupados de “lo social” y de la solidaridad, ojalá con una cota no muy alta (del Padre Eterno y su Hijo, presente en la Eucaristía, ni hablar); ¿y la caridad? no, tampoco está de moda, no ve que es amor al prójimo por amor a Dios, porque participamos de la misma naturaleza humana por creación Suya; ¿los bienes y principios espirituales y morales? tampoco, pues son relativos. Hoy nada es bueno o malo “per se”. Todo depende…

¿A qué seguir?

01-foto-32Entonces es bueno recordar y resaltar la figura de don Arturo Prat como uno de los más grandes héroes de nuestra historia y como un ejemplo a seguir.

Obviamente, ello está lejos de los contenidos mínimos y de los objetivos transversales de nuestro sistema educacional, que se ha dado maña para tergiversar la historia, pues el materialismo histórico no acepta destacar a personas que nos muestran el deber ser de las personas con visión de lo trascendente. Llevamos bastante tiempo, más de lo que un buen chileno debiera estar dispuesto a soportar, en que a los grandes personajes de nuestra historia se los silencia; en que los grandes hechos se ocultan; en que las conductas heroicas se ridiculizan. Entonces, ¿qué se puede esperar?

Nuestra responsabilidad, de todos los chilenos bien nacidos, es mantener viva la llama de la fe, del amor a la Patria y a la Familia, para que Chile siga siendo Chile, un país de hermanos, un país de fe, un país que esté en condiciones de brindarnos nuevos héroes y mártires. En fin, un Chile en el que, cuando se pueda preguntar ¿por qué estaría dispuesto a dar la vida?, aparezcan muchos que respondan: por Dios, la Patria y la Familia.

¿Será esto imposible? Si nos dejamos llevar por los lugares comunes y por lo “políticamente correcto”, sí. Si nos dejamos avasallar por quienes, desde el dogmatismo materialista, nos quieren imponer una nueva visión de la historia, sí. Si dejamos que el estudio de la historia se dedique a “1) la formación objetiva de los grupos sociales subalternos, por el desarrollo y las transformaciones que se producen en el mundo de la producción económica, su difusión cuantitativa y su origen a partir de grupos sociales preexistentes, de los que conservan durante algún tiempo la mentalidad, la ideología y los fines; 2) su adhesión activa o pasiva a las formaciones políticas dominantes [¿la Concertación?], los intentos de influir en los programas de estas formaciones para imponer reivindicaciones propias, y las consecuencias que tengan esos intentos en la determinación de procesos de descomposición, renovación o neo-formación; 3) el nacimiento de partidos nuevos de los grupos dominantes para mantener el consentimiento y el control de los grupos subalternos; 4) las formaciones propias de los grupos subalternos para reivindicaciones de carácter reducido y parcial; 5) las nuevas formaciones que afirmen la autonomía de los grupos subalternos, pero dentro de los viejos marcos [Enríquez-Ominami, Navarro, etc.], y 6) las formaciones que afirmen la autonomía integral, etc.” (Gramsci, Cuadernos de la Cárcel, Cuaderno XXIII; R 191-193). Entonces, sí, efectivamente, no hay nada que hacer.

Pero si nos dedicamos a formar a la juventud en los bienes espirituales, morales e intelectuales; si promovemos organizaciones tan valiosas como la Misión País; si destacamos a esos jóvenes que no son indiferentes a los grandes principios de lo trascendente; si enseñamos la verdadera historia de Chile e historia universal, llamando las cosas por su nombre, entonces sí habrá nuevos Arturo Prat e Ignacio Carrera Pinto, dispuestos a dar la vida por lo realmente importante.