Templanza

P. Raúl Hasbún | Sección: Educación, Religión

A mis alumnos universitarios que optan a una Licenciatura para impartir clases en la enseñanza media les encargué, como parte del curso de Etica, un trabajo de observación personal sobre “Las Virtudes más amenazadas y por ello más urgentemente requeridas hoy”.

De 30 trabajos, la mayoría se inclinó por la Templanza: 6 preferencias. Hubo 5 votos para la Fortaleza, 4 para la Prudencia, y otros 4 distribuidos entre la Perseverancia-Paciencia. Estos futuros maestros, todos ellos con título universitario, no consideraron particularmente amenazada la esperanza (2 votos), la generosidad (1 voto) o la caridad (1 voto).

Conviene tomarlos en serio.

La desconocida y menospreciada virtud de la Templanza es una de las 4 virtudes “cardinales”, es decir, que sirven de eje, gozne o quicio a todas las demás. Su importancia viene fundada en su definición: “virtud cardinal que consiste en moderar los apetitos y el uso excesivo de los sentidos, sujetándolos a la razón”. Ya la palabra “virtud”, de “vir”, varón, virilidad denota fuerza creativa, capacidad de vencer las inercias.

Toda virtud es además hábito operativo: no puede adquirirse sino por la constante reiteración de actos cargados de valor. Y la templanza tiene como rasgo específico que su fuerza creativa, moderadora y reiterativa debe someter al control de la razón los apetitos más vehementes y más conducentes a la conservación del individuo y a la perpetuación de la especie.

Sabia como es la naturaleza, ella se encarga de vincular la satisfacción del apetito de beber, comer y procrear con la provocación de un deleite, tan atractivo como para asegurar la ejecución de los actos respectivos. Allí se incuba el desajuste vicioso: el individuo busca el medio y lo convierte en fin.

El placer de la comida, la bebida y el sexo se sustraen al control de la racionalidad y demandan libertad sin límites. Pero la libertad sin límites es por esencia liberticida y finalmente homicida.

Entre las grandes adicciones sobresalen la gula, la intemperancia y la lujuria: tres formas de esclavitud que son otras tantas causas de muerte de millones de personas.

La frenética actividad que despliegan los gobiernos en combatir la obesidad, el alcoholismo, la drogadicción y narcotráfico y la promiscuidad sexual (al menos en sus efectos, ya que no en su raíz) no viene motivada por imperativos religioso-morales, sino por la constatación de que esta destemplada insubordinación de los sentidos contra la razón es amenaza y agresión contra la vida.

Si tantos mueren o hacen morir prematuramente a otros por la irracional cantidad y calidad de lo que comen, por la irracional ingesta de bebidas o sustancias euforizantes o estupefacientes, por la irracional actuación de su genitalidad sin fidelidad y sin responsable fecundidad, es claro que la educación moderna debe reconquistar el primado de la Templanza.




Nota: Este artículo fue publicado originalmente por Revista Humanitas, www.humanitas.cl.