Cosas que hay que saber antes de salir de la Universidad
Joaquín García-Huidobro | Sección: Educación
Ser profesor universitario es una de las cosas más entretenidas que existen, aunque debo reconocer que cuando estoy corrigiendo pruebas mal redactadas y escritas con pésima caligrafía esa sensación de plenitud desaparece. Afortunadamente las pruebas no aparecen todas las semanas y, lo que es mejor, de vez en cuando toca corregir alguna prueba de esas que uno califica gustoso con un 7. Porque, aunque no lo crean, a los profesores nos gusta poner buenas notas. ¿Por qué es agradable poner una buena calificación (merecida)? Al menos por dos razones: la menos importante es que uno tiene la sensación de haber hecho algo útil, de que el esfuerzo por hacer clases ha valido la pena. Pero hay otra: cuando uno se encuentra con una prueba bien escrita, ordenada, donde las ideas fluyen con naturalidad, uno puede estar tranquilo: a esa persona le va a ir bien en la vida profesional; podrá elegir su trabajo, alimentará a su familia y estará en condiciones de servir en serio a los demás.
Por el contrario, ante una mala prueba, una prueba confusa, en que el alumno no sabe lo que quiere decir ni logra expresarlo, uno se ve afectado por un cierto temor. No se trata simplemente de que el estudiante no sepa algo que puede ser importante. Eso tiene fácil arreglo. La pregunta que me asalta en esos casos es: ¿será consciente esta persona de que tiene limitaciones severas y que le queda muy poco tiempo para corregirlas? ¿qué pasará cuando entregue al directorio de su empresa un informe así de confuso, mal redactado y con estas faltas de ortografía? Probablemente no tendrá el problema, porque ni siquiera podrá llegar a ocupar un puesto de trabajo que exija hacer presentaciones orales o escritas al directorio. No superará la más elemental de las entrevistas laborales.
Adquirir los conocimientos propios de la carrera que uno estudia es importante. Está lleno de abogados e ingenieros ignorantes, que hacen un daño enorme. Pero tanto o más importante que eso es aprender a hablar, leer y escribir con corrección. Hay países en los que esas destrezas básicas se aprenden en el colegio. Hace unos días, leía un artículo de prensa escrito por el hijo de un médico amigo mío, alemán, que está en tercero medio. Pensé: en Chile hay muchísimos profesores universitarios que no son capaces de escribir tan bien como este adolescente. Y todos se quejan de que la educación media alemana está en crisis y dicen que ya no tiene el nivel que tenía hace medio siglo. ¿Qué queda para nosotros?
No se trata de lamentarse, sino simplemente de tomar las cosas como son: un alumno universitario chileno debe saber que está en desventaja y que carece de algunas habilidades elementales. Nos guste o no, las universidades no quieren ni pueden suplirlas, de modo que o uno se esfuerza por paliar esas deficiencias o se consigue un papá millonario que esté dispuesto a subsidiar al niño para que haga como que trabaja.
¿Cómo aprender a hablar, leer y escribir con corrección? Se trata de habilidades que se adquieren por la práctica, pero no con cualquier práctica, sino una bien dirigida, pues de lo contrario uno solo consigue consolidar los defectos que ya tiene. Una buena solución, por ejemplo, puede ser integrarse a un club de debates o a los talleres de teatro que existen en casi todas las universidades. Por otra parte, hay que esforzarse por vencer el temor a hablar en público. Esto se logra realizando pequeños ejercicios, por ejemplo, interviniendo en clases. Basta con responder las preguntas del profesor o consultarle una duda para que uno empiece a vencer una timidez que es comprensible, pero que puede ser muy perjudicial. Un consejo: antes de hablar en público, aunque sea en una sala de clases, es conveniente escribir las ideas que uno quiere transmitir. Un pequeño esquema, que uno consulta sin que apenas se note, evita el desorden o, tanto o más grave, esas preguntas interminables en las que el hablante no sabe cómo acabar.
Hablar bien, por último, exige conocer otros idiomas. Si alguien cree que por saber inglés ya puede estar tranquilo me temo que se equivoca. En un mundo donde casi todos saben inglés es necesario mostrar algún otro rasgo distintivo a la hora, por ejemplo, de postular a un trabajo interesante. ¿Qué idioma elegir? Todos son interesantes y depende de los gustos y del campo laboral en que se va a ejercer. No hay reglas fijas, salvo una: los idiomas abren puertas.
Nota: Este artículo fue publicado originalmente por la Universidad de Los Andes, www.uandes.cl.




