La “depre”

Augusto Merino M. | Sección: Sociedad

Una de las plagas de la vida moderna consiste en que todo el mundo se siente psicólogo. Cada día uno encuentra no menos de tres o cuatro especímenes que “psicologizan” sobre tal o cual cosa que le ha pasado. Y la influencia de las películas de la televisión ayuda su buen poco: en ellas vemos que las personas con el más mínimo problemita espiritual corren a buscar “ayuda profesional”. Es decir, corren al psicólogo. Cuando no al psiquiatra, que los calma y esquilma.

No quisiera pisar los callos de nadie, pero la mayor parte de las veces que me he topado con psicólogos no he oído más que lo mismo que cualquier persona sensata es capaz de decir. Su ciencia es el mismo “conocimiento de la vida” que han tenido siempre los viejos antes de ponerse gagás. Y cuando no es así, cuando salen con teorías realmente desconocidas, es cuando de ser simplemente inofensivos, se ponen decididamente peligrosos. Repito, no quiero pisar los callos de nadie. Claro que los estoy pisando…

Para escaparme de los reclamos que todo esto suscitará de parte de los interesados, me apresuro a decir que la psicología ha ayudado al conocimiento científico del hombre en más de un aspecto. Pero hay que reconocer que lo que ha hecho ha sido, casi siempre, sistematizar lo que ya todos más o menos sabíamos. El inconveniente mayor de la psicología vulgar (que a ella me refiero) consiste, a mi modo de ver, en que transforma en un problema “científico” lo que no es sino una cuestión “espiritual”. Claro: lo espiritual no goza del favor popular, en cambio lo científico sí. Pero, esto no hace sino confundir las cosas. ¿Está Ud. atravesando un momento de pereza vital, de falta de sentido en lo que hace, de falta de proyectos o de entusiasmo? Pues bien: no es que haya perdido Ud. de vista las grandes realidades de la vida (somos hombres pecadores, somos hijos de Dios, y aunque dejamos la grande en muchas partes, tenemos un Padre que nos perdona); no, lo que ocurre es que tiene Ud. “la depre”. Y para eso, le recomiendan terapias de este tipo o del otro. No faltan las terapias orientales, que como nadie entiende, tienen el prestigio de lo que nos sobrepasa. Algo así como la acupuntura.

¡Cuántas “dolencias” psicológicas que la gente se descubre no son sino faltas de temple, o de virtudes, o de fe, o de esperanza, para no mencionar las faltas de caridad! Si se hablara más entre nosotros de cultivar las virtudes humanas, partiendo por las cardinales (que ya nadie conoce ni de nombre: templanza, fortaleza, prudencia, justicia), o si se hablara más de corregir los pequeños y grandes egoísmos cotidianos, se vería que, en medio de las renuncias y esfuerzos que todo ello exige, la gente andaría más contenta y menos necesitada de “ayuda profesional”.

Pero el mundo moderno nos tiene ahogados con el hedonismo. Si sufro porque mi insoportable vanidad es humillada, a nadie se le ocurre decirme que tengo que hacer el esfuerzo de superar mi defecto. ¡Eso cuesta, y duele! No: se me aconseja “ir al psicólogo”. Lo cual es un placer. Lo malo es que los defectos morales no se extraen verdaderamente, como las muelas, con anestesia.