En qué estamos pensando

Pablo G. Maillet A. | Sección: Política, Vida

06-foto-1-autor1No puede ser posible que hayan sido electos diputados y diputadas con tan poco curriculum real, e incluso curriculum de papel. Es impresionante ver a estos triunfantes desconocidos, a no ser por un rostro bonito y un pelo rubio en algunos casos (dos al menos), o un buen apellido, una buena “pinta”, o un par de paseos por poblaciones que nunca más se volverán a pisar, a no ser que queramos la reelección.

No estoy diciendo nada complejo, ni esta apreciación constituye un análisis geopolítico de envergadura y compleja trama, de mano de grandes técnicos especialistas, cientistas políticos, como los que nos llegan por los dos periódicos más “grandes” de la Capital (es ironía por si acaso). No. Esto es la simple constatación de un hecho: ¿En qué estamos pensando?

¿Dónde estaban esos electos antes de su candidatura? (De la que nos enteramos por carteles) ¿Qué acciones políticas relevantes han realizado para que podamos votar por ellos? Nada, absolutamente nada. Lo que más nos hace rabiar es que los sillones ediles que usurparán estos protagonistas de la fama, le corresponden por justicia a los que se van, o a otros anónimos. Estoy pensando puntualmente en una de las comunas del gran Santiago, por ejemplo, porque ejemplos de esto hay miles.

¡Cómo puede ser posible que a nadie le interese saber qué ha hecho tal o cual candidato! Y peor aún, ¡cómo pueden escogerlo si ya saben que no ha hecho nada! –el menos en política–.

Se me dirá que “hay que darle una oportunidad”, esa frasecita cliché que se ha instalado en las mentalidades mediocres. Las oportunidades se le dan a quienes las merecen. ¿Acaso nadie ha estudiado cívica en el colegio y se ha deslumbrado con lo que significa ser diputado?

No puede tener una oportunidad aquella persona que no se la merece, menos en ese cargo, ¿sabrá la gente que voto por estas pinturitas que el diputado de Chile es el que hace las leyes, las redacta, las crea, las propone a contra corriente muchas veces? ¿Sabrán que los Diputados son los representantes de su zona? Esto es, que ellos deben velar por conocer, comprender, resolver y legislar los problemas que atañen a sus jurisdicciones, problemas que interesen a nivel nacional, y no la simple resolución comunal, que ya es bien compleja.

¿Sabrá la gente que votó por estos personajes de merchandising que antes que todo deben tener una mentalidad convencida –ellos mismos– sobre los grandes temas de la humanidad: aborto, eutanasia, educación, justicia, libertad, etc.? ¿Sabrán que ellos deben conocer, fuera de toda ideología, la verdad, y llevarla con valor a la Cámara? ¿Tendrán la suficiencia moral para defender posturas sin miedo al qué dirán, a perder electores? En definitiva, ¿sabrán estos neófitos cómo llegar al Congreso o a Valparaíso? Habrá que explicarles que queda para el lado contrario de Reñaca. Y después habrá que enseñarles cómo ordenar una oficina, cómo disponer de Secretarios, Redactores, etc., del personal que tendrán a su cargo, y finalmente habrá que enseñarles política.

06-foto-21La Política no es un juego de niños, ni una aventura de liderazgo o coaching empresarial, ni mucho menos un ejercicio de representación frívolo, no se trata del presidente de curso (aunque éste incluso tiene su importancia formativa, pero ni a eso alcanzan), ni tampoco se trata de un paso a la fama. La Política es algo muy serio, que deben ejercer sólo aquellos capacitados, por sus dones naturales, inteligencia práctica, pero también teórica; elementos psicológicos mínimos, como empatía; ejercicio de virtudes propias, como la justicia, la magnanimidad y la longanimidad (¿sabrán de lo que estoy diciendo si leen esto?), pro virtudes religiosas incluso, pero por sobre todo, por el conocimiento teórico-práctico, encarnado en la gloriosa virtud de la prudencia.

Por qué se siguen eligiendo este tipo de personajes que serán nuestros representantes, y discutirán –literalmente– los temas más importantes de la vida terrena. La respuesta yo no la sé con claridad. Podríamos esbozar algunas: dinero (son tentadores esos sueldos), fama, caprichos (que se camuflan bajo el slogan: “sueños”), aventurillas personales, pituteo (cuoteo), etc.

Con este tipo de gente no reclamemos después de que tal o cual partido se ha venido a menos, con tan poca formación es abismantemente fácil convencerlos, especialmente en la maquinaria política que se come –o se puede comer– incluso a los mejores, torciéndolos hasta negar sus propios principios. No reclamemos cuando esta misma gente que levantaron los que supuestamente eran los adalides de la tradición cristiana, se vean favoreciendo leyes anti-vida, leyes contrarias a la religión (incluso de la religiosidad), leyes absurdas, y leyes contrarias a la tradición misma de nuestra Patria.

Lo que si nos queda claro a los que nos importa la Política, es que nadie sabe en qué estaba pensando la gente que los eligió, o en qué estamos pensando como para tener este tipo de representantes.