Democracia, partitocracia

Augusto Merino M. | Sección: Política, Sociedad

02-foto-1-autor1Ha dicho por ahí el presidente de un partido político (¡era que no!) que los partidos son el canal por medio del cual se debe actuar “en democracia”. No diremos que no, pero sí diremos que la afirmación adolece de lo que se llama “reduccionismo”: reduce a los solos partidos la posibilidad de encauzar la acción política “en democracia”. Y eso sí que no. Más: diremos que ese presidente de partido se equivoca medio a medio.

Los partidos políticos son, de todas las formas de participación política, la más reciente en la historia. Algunos de ellos afirman que son lo más nuevo que se ha inventado. Cierto. Y añaden que es junto con ellos que nace la democracia. Falso: no hubo partidos políticos, en el sentido moderno del término, en Atenas, cuna de la democracia. El asunto requiere, pues, de matices y correcciones.

Partiremos diciendo que los partidos políticos son, hoy, canal de participación política para una muy pequeña –incluso, una ínfima– parte del electorado. Existen, en cambio, muchas otras formas de asociación de los ciudadanos que tienen importancia para casi todas las cosas que los partidos dicen ser importantes: para integrar a las personas a la vida cívica, para ilustrar los debates políticos, para contribuir a designar a los gobernantes, etc. Piénsese, por ejemplo, en los gremios, en las asociaciones profesionales y en lo que se comienza a denominar “movimientos sociales”: grupos que se forman para lograr de los gobiernos determinadas cosas y que, una vez conseguidas, suelen disolverse o transformarse. Todos éstos son auténticos canales de participación en la “cosa pública”. O sea, permiten a las personas integrarse a la discusión y a la toma de decisiones. Tienen, además, la ventaja de agrupar a cantidades de personas inmensamente superiores a las que logran aglutinar los partidos.

Lo que pasa es que éstos han pretendido monopolizar el protagonismo político. Y, en la medida en que la gente no se preocupa de agruparse para las cosas que le importan, lo han logrado. Incluso tienen “reconocimiento constitucional”, que es para ellos una marca de orgullo: no lo tienen, por ejemplo, los sindicatos, que son organizaciones mucho más importantes para la gente y tanto o más importantes, para la política, que los partidos. Es para éstos algo así como la “personalidad jurídica” a que aspiran todos los clubes de rayuela y otras instituciones semejantes, que ven en ella la consagración de su respetabilidad.

02-foto-21No negaremos la importancia actual de los partidos. Pero sí pondremos en duda su carácter democrático. Cualquiera que entienda un poco de política sabe que los partidos se gobiernan, internamente, en forma extraordinariamente oligárquica, o sea, muy poco democrática. Y para afuera, el asunto no es mucho mejor: ¿ha reparado Ud. que, “en democracia”, sólo se puede votar por los candidatos que proponen los partidos? Y como eligen a los candidatos entre los muy pocos miembros que tienen, las alternativas que se ofrecen al público son pobrísimas. Para peor, se elige no siempre a los mejores, sino a los más pateros con la directiva del momento. Así, quienes terminan gobernando el país son las directivas de los partidos. Lo cual se llama “partitocracia”, y no “democracia”. Así de simple.