Escarmentar en cabeza ajena

Gonzalo Rojas Sánchez | Sección: Política

Para el Partido Republicano, esa “cabeza ajena” es la UDI. Esa UDI que desde el lavinismo y con la conducción de los “coroneles”, fue perdiendo su talante de partido nuclear y confiable. Hay que escarmentar, o sea, anticipar los posibles errores, aprendiendo de las equivocaciones del pasado… en la cabeza ajena.

Puedo hablar del tema con algo de conocimiento de causa. Perdón por la primera persona: me tocó estar en la lista de fundadores del movimiento en 1983 y del Partido en 1988-9; fui miembro de su primera Comisión Política, director de la Revista Realidad y, desde 1997 a 2016, pude viajar tres veces al mes por más de veinte ciudades de Chile en tareas de formación, desde Copiapó hasta Puerto Montt, desde marzo a diciembre. 

Fueron veinte años –hasta mayo de 2016, cuando renuncié a la UDI, junto con otros 31 militantes, que nos incorporamos al proyecto de José Antonio Kast– en los que más de 1.300 jóvenes asistieron a un promedio anual de 100 sesiones de formación en sus ciudades, y 8 encuentros de verano en Santiago, a los que acudían cientos de ellos. Algunos siguen militando en la UDI; otros, como yo, están en Republicanos, ya adultos.

Conocí las sedes de la UDI o parlamentarias en lugares tan distintos como Copiapó o La Serena, Ovalle o La Ligua, San Bernardo o Concepción, Rancagua o Talca, Hualpén o Valdivia, Valparaíso o Quilpué, Quillota o Viña del Mar, Osorno o Temuco, Puerto Varas o Talcahuano, o muy variadas comunas de Santiago, como La Florida y Maipú. En todos esos lugares –y en varios otros– tuvimos grupos estables de formación.

¿Qué fui viendo progresivamente?

El abandono de esas juventudes por parte de algunos –muchos– de los diputados o senadores en cuyas circunscripciones vivían. No los voy a mencionar, pero algunos de ellos siguen siendo importantes líderes en la UDI… líderes que jamás asistieron a una sesión de formación de sus jóvenes, durante años. (Por supuesto las excepciones son dignas de recordar: el mismo José Antonio Kast, Enrique van Rysselberghe, Jorge Ulloa, y algún otro, estaban siempre atentos a la formación de sus muchachos).

Ese abandono, me decían los propios jóvenes, se debía a varias razones: celos antes la posible competencia electoral que les pudieran plantear a mediano plazo; pérdida de convicción en la necesidad de la formación; abandono de los principios; preferencia por los operadores políticos.

Si se puede aprender de esa mala experiencia, habrá por lo tanto que abrir espacios a todos, y especialmente a los más talentosos; incentivar el crecimiento de la Academia Republicana y de los grupos de formación de Foro Republicano; insistir en que los principios dan vida a un Partido y desechar la ayuda de quienes sólo quieren operar y apitutarse.