Hacia una Constitución septiembrista
José Tomás Hargous Fuentes | Sección: Política

Con los resultados en mano, ya podemos ver los aciertos y errores de nuestra proyección de nuestra última columna. Con todo, las nuevas cifras dan una mayor certeza del rumbo que debería tomar el Consejo Constitucional, con el dominio casi absoluto del Partido Republicano. con una histórica votación de más de un 35%, inédita para un partido individualmente considerado desde 1965; la izquierda radical con un segundo lugar que la deja fuera de las pistas; los sectores tradicionales vapuleados –la centroizquierda sin representación y los partidos de Chile Vamos condenados a la irrelevancia–; y un Partido de la Gente (PDG) que no estuvo a la altura de lo que se esperaba de él.
En ese contexto, una estupenda noticia es que ya tenemos todas las condiciones para “una Constitución septiembrista”, por la que hemos clamado en nuestra tribuna durante este año. Veintitrés escaños le dan al Partido Republicano la representación de un 45% del Consejo Constitucional, con la cual puede no sólo liderar a la derecha en el órgano –que suma más del 62% de los votos y más del 66% de los escaños–, sino que no sólo podrá corregir el anteproyecto que despacharán pronto los comisionados expertos, también –si se lo propone– podrá modificar las “12 Bases Constitucionales” que enmarcan la discusión tanto de la Comisión Experta como del Consejo Constitucional.
Esto pone al septiembrismo en una comodísima posición. Naturalmente, y como ya se ha insistido en estos días, no es la idea repetir “el estilo Stingo”, sino que exige la responsabilidad patriótica de asumir con humildad esta posición de liderazgo, y articular la discusión en torno a cómo mejorar el anteproyecto constitucional, de manera que sea no sólo una buena propuesta, sino que una mejor que la Carta Magna que hoy nos rige –desde ya sugiero dos enmiendas concretas: incorporar la defensa del derecho a la vida desde la concepción hasta la muerte natural y garantizar la provisión mixta de los derechos sociales, priorizando la iniciativa privada–.
Esto exige la voluntad republicana y “chilevamista” de tender puentes entre ambos pactos y coordinar el trabajo entre ambas bancadas. Si se interpreta el tono de las reacciones a la votación del domingo 7 de mayo, en el lado republicano pareciera existir ese espíritu, que José Manuel Castro calificó de “mostrarle al país una nueva ruta, más creativa, relacionada con una ‘actualización constitucional’ o una ‘renovación constitucional’ que subraye aquellos elementos valiosos de la tradición constitucional chilena”.
Desgraciadamente, no es claro que Chile Seguro tome esa misma posición. No sólo RN está quebrado, sino que pareciera que en dicho partido el espíritu noviembrista sigue imperando, sin comprender que no pactar con los republicanos los deja fuera de cualquier espacio de decisión o influencia con sus ideas, que son las mismas del Partido Republicano, pero que a unos les ha faltado convicción para defenderlas. Sin embargo, esta crisis interna de Chile Vamos ofrece una oportunidad –o refuerza la que se viene ofreciendo desde la segunda vuelta, pasando por el plebiscito de salida– de rebarajar los límites del sector y cambiar su centro de gravedad, desde el binomio UDI-RN al Partido Republicano.
Si ambas derechas logran limar asperezas y trabajar coordinadamente, lo que se obtendrá no es “una Constitución de derecha” –en el sentido partisano del término–, sino “una Constitución septiembrista”, que se sostenga en la Constitución histórica –incluyendo la Ley Fundamental que hoy nos rige–, mejorándola y no rompiendo con la continuidad de nuestro desarrollo institucional de quinientos años de historia.




