Los bichos colorados

Gonzalo Rojas Sánchez | Sección: Historia, Política

Han invadido nuestras casas, nuestras oficinas, nuestra tranquilidad. Son los bichos colorados –con mucho de negro, también– que bajo la denominación de “chinches del arce” comenzaron a manifestarse pocos meses atrás. Ahora, con las primeras lluvias y los primeros fríos, parecen batirse en retirada.

En mi oficina de Vitacura ingresaban por rendijas minúsculas entre 20 y 30 al día, pero ahora no son más de 5 o 6 los que necesito enfrentar cada mañana de trabajo. Los paralizo con limpiavidrios: quedan estáticos, pero si me descuido, se recuperan.

Son los bichos colorados.

Llegaron hace poco de Argentina, pero sus hermanos mayores –los bichos colorados de plataforma internacional– llevan ya más de 110 años tratando de colarse por todas las rendijas de la vida nacional.

Han estado en el Gobierno con González Videla, con Allende, con Bachelet y con Boric. Han ganado asientos parlamentarios y se han multiplicado en los municipios. Se han introducido en todas las estructuras de la administración del Estado. Han copado puestos e infestado el Poder Judicial y las Universidades. Se han infiltrado en la Iglesia Católica, en otras confesiones religiosas y en las Fuerzas Armadas.

Cada vez que alguien los ha rociado con líquido limpiavidrios –Ibáñez el 27, González Videla el 48, Pinochet el 73– han pasado las penurias propias de los insectos invasores. Pero se han recuperado. Patalean, se reproducen y vuelven a aparecer.

A varios de los bichos que les he aplicado el limpiavidrios he tenido que darles una segunda dosis para evitar su molesta presencia. Pero, una y otra vez, se recuperan.

Si alguien piensa que ésta va a ser la última temporada de los bichos colorados, está equivocado. Habrá siempre que seguir cerrando las ventanas, atentos a su molesta presencia, porque no son una plaga regional. Hace más de un siglo que son una plaga universal.