La UC y la paz

Gonzalo Rojas Sánchez | Sección: Educación, Sociedad

Cada vez que se entra al portal de la P. Universidad Católica de Chile, se encuentra uno con tres referencias a la paz. “La UC inaugura Plaza de la Paz…“¿Por qué es tan importante el llamado a la paz del papa Juan XXIII?” y “Rector anuncia la creación del centro UC para el diálogo y la paz.”

Y pocos días atrás, ese mismo portal nos decía que la Semana santa en la PUC tenía por objeto central, sí, usted ya lo adivinó, ¡la paz!

Bien por la paz, todos la anhelamos, a todos nos duelen su pérdida y las consecuencias de su ausencia.

Pero, ¿basta con invocarla, con desearla, con promoverla así, en genérico? No. Un pacifismo de buena voluntad que no se pregunte por la causas de los atentados a la paz y busque su corrección, está condenado a pasar por encima de las profundidades que explican las guerras, la violencia, la delincuencia, todas esas graves pobrezas de las sociedades contemporáneas.

Ya vivimos en los años 60 ese pacifismo aguado e ineficiente, que no dejó nada más que románticos frustrados, porque no se abordaron a fondo las causas de los conflictos.

Hoy, Chile está cayéndose a pedazos. Se cae desde abajo, se hunde por falta de fundamentos. Y arriba, por supuesto, pierde la paz.

Por eso, no acierta una universidad que se conforme con quedarse en el ‘arriba de la paz’ e ignore ‘el abajo de la violencia’.

Y en la P. Universidad Católica de Chile ha habido, desde hace al menos cinco años, muchas señales que permiten concluir: no se sabe dónde hay que poner el acento, no se sabe dónde están las causas de la violencia, no se sabe qué hay que defender a todo precio. O se sabe, pero no se quiere ir a fondo, porque cuesta, cuesta mucho y es muy impopular en el Chile de hoy.

Ir a fondo significaría alinear la Universidad Católica de Chile, de una vez por todas, con la antropología cristiana, nucleando a sus cuerpos de profesores con esa mirada que se debe asumir como institucional. Pero hoy, priman los rankings, criterio que ha llevado a incorporar a las plantas académicas a quienes nada comparten de la mirada cristiana de la vida. La paz, por supuesto, es una buena pomada para que se sientan a sus anchas.

Ir a fondo significaría volverá deslindar los campos de lo permitido y de lo prohibido en los comportamientos estudiantiles, renunciando a tantas políticas supuestamente inclusivas, que solo han generado disolución, pérdida de identidad.

Ir a fondo significaría alinear los currícula y los programas con la recuperación del sentido cristiano de la vida, hoy amagado en el derecho y en la educación, en la psicología y en las ciencias de la salud. Y al que no le guste… ¿no hay acaso decenas de otras universidades que podrían acoger sus estilos de vida y sus tesis tan distantes del cristianismo?

Ir a fondo permitiría darle una señal a la sociedad chilena: la P. Universidad Católica de Chile ha entendido dónde están la causas de la falta de paz en el país y trabajará arduamente en los próximos 20 años para superarlas.

Un próximo y distinto rector será necesario para darle ese rumbo a la Universidad.