¿Por qué no escribes de política?
José Eulalio Medianoche | Sección: Política, Sociedad

Estimado babuino bípedo atormentado de infinito:
Usted esperará algunos parrafitos incendiarios acerca de lo que dijo candidadito o diputadito (que dependiendo del momento son lo mismo), con su correspondiente rasgado de túnicas, muro de los lamentos acerca de la moral del país – y la galaxia de pasada, por qué no –, evocación de otros tiempos en donde todo fue más pechocho y cerrar con la mención de algún pensador (europeo, como corresponde) que tendría la solución a este dramón telesérico llamado Chile.
En su defecto, siempre puede ser la alabanza en grado teológico de algún proyecto de ley (“al fin una propuesta que se hace cargo de las necesidades urgentes del país”) o de las palabras de candidatita o diputadita (“una persona con sentido republicano”) que terminen con algunos datos duros – Ciencia que le dicen – de algún organismo internacional escrito en siglas, o sea, de prestigio divino. Genuflexiones y letanías, incienso y amenes: a página completa en los diarios con imagen del columnista en mirada dura y decidida (brazos cruzados, rudos, sesudos, empoderados) hacia el lector. Escribir de política que le dicen.
Esos trotes no le van al Medianochismo exactamente por lo que les falta: política. Si se considera que somos solo un conjunto de regulaciones, producto interno bruto, elecciones, inversiones públicas e individuos intentando maximizar su beneficio económico suena hasta poético que se escriban tantos párrafos al respecto. Algo así como unos ingenieros en robótica discutiendo por la eternidad si la programación tiene que ser en C++ o Java. Pero la verdad es que somos mucho más: sueños, mitos, música, historias, lenguaje, amor, odio, miedo, inseguridades, creencias, naturaleza, muerte, belleza. Y a nuestros columnistas – con nobles excepciones –parece que se les olvida esto y tratan de embutirnos a todos adentro de lo que hizo o dejó de hacer el gobierno, lo que se gritó o retwitteó en la semana. Nos amputan y después vomitan páginas de nuestras versiones mancas. Escriben de una política menor, de un reflejo pervertido de la existencia obsesionado con su propia imagen materialista. Mientras los vecinos seguimos intentando reír, cantar y bailar.
Porque si hay algo de lo que proso es de Política – ese arte dedicado a lo común, a lo público – que supera por todos lados la encuesta de aprobación de turno. Y mis obsesiones son bastante repetitivas (a ratos llega a sorprender lo poco creativo): la belleza de la vida, la importancia del lenguaje y la denuncia de nuestras incoherencias. Porque, oh “mínimos comunes”, ¿para qué organizar nuestro mundo si es que este no vale la pena ser vivido, si no es bello en sí mismo?, ¿cómo ponernos de acuerdo si carecemos de las palabras para hacerlo?, y ¿cómo cambiar si estamos convencidos de que todo lo que hemos hecho y hacemos es correcto? Se podrá alegar que esto huele más a filosofía y algo de razón tienen, pero hasta la Soa Jiles tiene una cabeza pensante por detrás que le arma el circo, y no hay acción política – por canalla o maravillosa que sea – que no incluya una visión de estos tres temas.
La cuestión es más bien si es que es posible hacer política sin dar respuesta a estas preguntas, si es que queda algún resto de comunidad del que hacerse cargo si nos olvidamos de estos temas. Siempre se puede pensar – a lo liberal furioso – en individuos aislados, autodefinidos por el consumo y vinculados solo por el mercado. Pero ¿qué tanto resiste en el tiempo una estructura de este tipo sin solidaridad, encuentro, ternura, perdón y remordimiento? Sin lenguaje que muestre la belleza y nos permita ser distintos. La experiencia patricorta nos muestra que poco. Y cuando nadie hace nada, vuela por los aires espectacularmente, con fuego, drama y periodistas enajenados. Julio César Rodríguez – por estos días, Cristo entre nosotros – haciendo gárgaras con los cadáveres que queden de ella.
Por eso: no es separable. Si de verdad uno quiere dedicarse a lo público hay que hablar de estos temas, meterlos en la juguera de lo políticamente relevante, del discurso. Si no, todo es un mejunje de caras y frases que vienen y van a la nada; mientras por allá en los barriéricos periféricos de la Pablo VI o en el Cerro 18 sigue esperando el chileno pandémico una respuesta que no encuentra en los matinales.
Nota: Este artículo fue publicado originalmente por el autor en su blog, el lunes 10 de mayo de 2021.




