Educación y sexualidad: sincerar la discusión

Cristóbal Aguilera | Sección: Educación, Familia, Política, Sociedad

A estas alturas, conservadores y progresistas deberían reconocer que detrás de la mayoría de las discusiones públicas subyace una controversia radical que dice relación con la pregunta ¿qué es el hombre? Nuestras diferencias no están en la punta del iceberg, sino que se encuentran sumergidas bajo un mar de razonamientos cuyo punto de arranque -consciente o inconscientemente- es una antropología.

Comprender esto no solo vuelve más fructíferos los debates democráticos, sino que les imprime la necesaria cuota de sinceridad y -por lo mismo- de seriedad que hoy hace falta. El problema, con todo, es que pocas veces se cae en la cuenta de la profundidad de las disputas, por lo que las propuestas corren permanentemente el riesgo de ser superficiales. La solución a esto, en todo caso, no pasa por sobre-intelectualizar la política, sino por poner cada cosa en su lugar.

La discusión sobre la educación sexual en los niños es un ejemplo de esto. Las iniciativas tanto del gobierno como de los parlamentarios se han centrado en la edad, en lo que se va a “pasar” en estas clases y en el rol que juegan los padres. Así, las discrepancias son sobre si comenzar en el jardín o esperar al menos a la básica; si el énfasis debe estar en los anticonceptivos y la transmisión del VIH, o en la incorporación de alguna noción de la afectividad; si los padres ocupan el primer lugar o, como dijo el diputado Winter, los padres “delegan” su rol a los profesores. Todo ello, sobre todo lo último, es importante. Sin embargo, da la impresión, en definitiva, que no está muy claro de lo que se está hablando.

Y esta impresión se funda en el hecho de que la pregunta sobre el sentido de la sexualidad y su relación con la persona ha estado ausente, a pesar de que el mundo nos da suficientes argumentos para reconocer que este es el asunto crucial. ¿El sentido de la sexualidad radica en el mero placer y disfrute o tiene una dimensión personal que trasciende a la materia? ¿El sexo tiene un significado nupcial o es un mero despliegue momentáneo de autonomía? ¿La dimensión procreativa es una “carga” o es un aspecto significativo del sexo? En definitiva, ¿de qué modo se integra -si acaso debe hacerlo- la sexualidad en la persona?

Más de alguno podría argumentar que todo ello no es algo propio de la discusión en una sede legislativa, pues pertenece al ámbito individual. Pero quien así razona se engaña, pues la misma evasión de estas preguntas del ámbito público constituye una toma de posición (una respuesta) respecto de las mismas. En efecto, considerar que no hay un ideal o una virtud en el ejercicio de la sexualidad implica un juicio moral tan poco neutral como la idea de educar conforme a la castidad. Y esto depende de la antropología que se promueva, lo que significa -volviendo al inicio- responder la pregunta ¿qué es el hombre?

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Líbero el jueves 17 de octubre de 2019.