Casi como una cápsula del tiempo

Max Silva A. | Sección: Historia, Política

Con bastante más publicidad de la que usualmente recibe, hace pocos días ha finalizado en Caracas el XXV Foro de Sao Paulo, tradicional reunión de los representantes más destacados de la extrema izquierda del continente americano (y también de otras latitudes), que de manera casi ininterrumpida se han juntado anualmente desde 1990, como medio para buscar cursos de acción alternativos ante la caída del Muro de Berlín y al colapso del otrora imperio soviético.

Y año a año vuelven a levantar sus banderas de lucha, alabando a los regímenes afines a sus ideas (Venezuela, Bolivia, Nicaragua…), a la vez que criticando hasta el paroxismo a sus contrarios, englobados bajo expresiones amplias como “capitalismo”, “derecha”, “imperialismo” y varios otros epítetos que literalmente, destilan odio.

Evidentemente, en un país (y a fuer en un continente) libre –muy distinto a los modelos político-económicos propugnados por el Foro–, cada cual puede expresar, en libertad, pero con respeto, sus propias ideas y dejar claro sus puntos de vista respecto de prácticamente lo que sea. Sin embargo, no deja de sorprender el lenguaje y la perspectiva utilizadas, propias de los años 60 y 70, que a veces casi parecen ser una especie de cápsula en el tiempo, que recuerdan los mejores años de la Guerra Fría.

En efecto, tal vez el elemento que de manera más fuerte atraviesa de cabo a rabo los a veces furibundos párrafos de cada declaración final –y la actual no es la excepción–, sea un infinito odio hacia el “imperialismo”, esto es, Estados Unidos. Así, de lejos es el enemigo contra el cual se dirigen los peores dardos y maldiciones, considerándolo casi el único responsable de todos los males que a su juicio existen, y buscan ser superados con reuniones como ésta.

Se insiste en que cada uno puede expresar sus propias convicciones como mejor le parezca. Mas lo que llama la atención, junto al apoyo a regímenes que han generado violencia y pobreza a raudales –al punto de haberse convertido en muchos casos en parias dentro de la comunidad internacional–, es esta especie de ensimismamiento retrospectivo, nostálgico de una utopía que no fue, todo lo cual parece cegarlos ante la realidad del mundo. 

Lo anterior resulta evidente, ya que parece difícil, cuando no imposible, conectar los anhelos de este foro con un mundo crecientemente globalizado; donde el comercio internacional es un hecho indesmentible y en el que los nacionalismos proteccionistas que ahora están surgiendo no son precisamente de izquierda; en el cual el avance de la inteligencia artificial o de la nanotecnología son parte de la llamada cuarta revolución industrial; o finalmente –por poner en el tapete sólo algunos de los fenómenos actuales–, un mundo en el cual los afanes de autonomía individual son cada vez mayores.

En consecuencia, es como si parte del continente quisiera encerrarse en sí mismo y aislarse del mundo, creyendo que aumentando el tamaño e intervencionismo del Estado a través de su burocracia, se solucionarán como por arte de magia todos los problemas presentes y futuros. Deseo más que ilusorio, al poder constatarse fácilmente con múltiples ejemplos históricos de varios países, no solo lo errado, sino lo nefasto y hasta terrorífico que ha resultado este camino.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por diario El Sur de Concepción y el autor Director de la carrera de Derecho en la Universidad San Sebastián.