La ministra y la profesora

Alvaro Pezoa B. | Sección: Educación, Política, Sociedad

La ministra ejerce su papel político con más acierto que muchos de sus pares. Para hacer esta consideración no hay que estar completamente de acuerdo con su gestión. Por lo pronto, existen materias más de fondo por abordar en la educación chilena que las relacionadas a “aula segura” y “admisión justa”, aunque éstas no sean para nada desdeñables y se correspondan con anhelos mínimos de la gran mayoría ciudadana. Especialmente, teniendo en consideración la lamentable herencia que el segundo gobierno de Bachelet dejó en este rubro, incluyendo la obligación de implantar algunas de sus iniciativas legales, con las que el actual gobierno definitivamente no comulga. El mayor talento político comparativo de Marcela Cubillos radica en su capacidad por fijar los términos del debate público y dar pie a un cierto grado de conducción de los asuntos propios de su compleja cartera.

Su última prueba de fuego, en un ministerio habitualmente “incendiado”, ha sido enfrentar una larga huelga de profesores (una más) originada en un petitorio tan extenso como mixto, una suerte de collage imposible de satisfacer, que está infligiendo un daño significativo a alumnos y familias, principalmente pertenecientes a sectores más necesitados y desprotegidos de la sociedad. Esta historia se encuentra en desarrollo y continúa hoy con una reunión en que la ministra recibirá al presidente del Colegio de Profesores.

Dentro de este contexto se produjo el pasado fin de semana un episodio, para algunos aparentemente anecdótico, entre la ministra y una profesora de un establecimiento público de la comuna de Estación Central. Esta última siguió, increpó vivamente, filmó y dejó grabado en audio burlescas alusiones a la primera. Todo ello, sin mediar intervención de Cubillos, quien se encontraba recogidamente visitando los restos de familiares en el camposanto. Este relato concluye con un dar vuelta la página por parte de la afectada y un recibimiento con ovación a la agresora por parte de colegas. Y, faltaba más, con la profesora justificando su actuar en una entrevista televisiva, aunque reconociera que el cementerio no hubiese sido el lugar más adecuado para su conducta. Estos hechos no son menores. Dejan en evidencia la mala educación de algunos “maestros” (seguro existen otros diferentes), la cerrazón de sus posiciones, la poca noción de límite y de respeto por las personas que en no pocas ocasiones los mueven. A la ministra le favorecen. Mostró temple, no cayó en el juego agresor y tuvo altura de miras para no dar cabida a más polémica, enfatizando de paso que su actuación en política se guía por la defensa de ideas y no por el agravio a personas.

Es muy difícil que Chile pueda avanzar en dimensiones substantivas de su educación mientras persistan estas pésimas prácticas, más todavía si provienen de supuestas “autoridades”, como debería aspirar a ser todo profesor con vocación auténtica. Incluso si como contraparte puedan encontrarse personeros con sentido común y habilidades políticas.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por La Tercera en  https://www.latercera.com/opinion/noticia/la-ministra-la-profesora/715892/, el miércoles 26 de junio de 2019